Pedro Sánchez Rodríguez

Segundo Debate Presidencial y Prospectiva

CARTAS POLÍTICAS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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El domingo pasado se llevó a cabo el segundo debate presidencial. La amplia mayoría de las mesas de análisis político le dieron la victoria a Xóchitl Gálvez. En efecto, en este debate se vio a la candidata del PRI, del PAN y del PRD con un mejor desempeño, mayor soltura y determinación que en el primer debate. Con ello, se revela el desastre estratégico del primer debate en donde se le vio nerviosa, errática y encasillada.

El costo de este error de estrategia es que el Frente opositor perdió tres semanas de campaña para posicionar a una candidata que tiene las tablas para meter en aprietos a la candidata del oficialismo. La estrategia de Gálvez en el segundo debate debió haber sido la del primero. Un aspecto cuidado por Xóchitl Gálvez es renunciar al humor, lo cual creo es un acierto. Aun cuando su discurso coloquial y sus formas desenfadadas son características de su personalidad política, en el debate ha preferido un tono crítico, enojado, casi luctuoso.

Creo que el enojo y el luto es la óptica que tiene una buena parte de la oposición sobre el régimen de AMLO. Recuperar en su discurso el mensaje de vida, verdad y libertad fue un mensaje emotivo porque posiciona su candidatura como una alternativa a la gran mortandad producto de la pandemia por COVID-19 y la violencia por el crimen organizado, frente a la mentira de los “otros datos” de la Cuarta Transformación y frente a la acumulación de poder del Ejecutivo respecto a los otros poderes y órganos constitucionales autónomos del Estado. Creo que es un acierto asumir su papel como candidata del PRI, PAN y PRD y no simular ser una candidata independiente y ciudadana.

Después del primero y el segundo debate me quedo con la sensación de que Xóchitl Gálvez no ganará la Presidencia, pero representa valores sociales que son importantes. Por una parte, incluso cuando se le vio acartonada e incómoda o, ahora, desenvuelta y vehemente, no renunció a su personalidad de madre. Es una persona que visiblemente tiene una vida que no ha sido consumida por la política. Su trayectoria es eminentemente política, pero su personalidad sí refleja la franqueza, la transparencia y la impotencia de un ciudadano promedio. Es una buena persona y quizás ésa sea la razón por la que atacar a Sheinbaum como “candidata de las mentiras” parece razonable, pero decirle “narcocandidata” se ve sobrado aunque irrisorio.

Esta sensación de ternura, cercanía y empatía que inspira Xóchitl es antagónica con la imagen que proyecta Claudia Sheinbaum. En los debates Claudia ha demostrado una disciplina férrea. Casi no improvisa y cuando lo hace lo hace con gestos de suficiencia: “No, no, no, no y pon tu denuncia”. Su participación no inspira empatía ni cercanía, sino respeto y cuidado, es decir virtudes más políticas y administrativas que sociales. Sheinbaum no inspira una imagen familiar, amorosa o amigable, sino tecnocrática, especializada y ordenada. No es un robot, como lo eran Peña Nieto o Ricardo Anaya que en los debates presidenciales y en sus mensajes ejecutaban a la perfección lo que ensayaban. Claudia es auténticamente disciplinada.

En este debate presidencial su mensaje estuvo enfocado en dos frentes, presentar su plan de gobierno y promocionar los logros de la actual administración. En el fondo, con su participación, envía un mensaje y es que escuchó las advertencias que siguieron al primer debate, como no podía ser de otra forma.

Si Sheinbaum es puntera, no es sólo por ella, sino por Morena. Lleva en sus manos la rosa y con ella las espinas de la Cuarta Transformación. Su candidatura parece que llega a buen puerto, pero su gobierno depende de la cohesión y la lealtad de los partidos de su coalición. A Claudia no le bastará con obtener, en su caso, la Presidencia para tener la legitimidad suficiente para dirigir el Ejecutivo y al partido. Sin carisma ni todo el poder, tendrá que ceder Secretarías, Subsecretarías, Unidades y Direcciones Generales, hacer esfuerzos, distribuir recursos para acomodar a los adeptos, a los amigos, a los leales y a los honestos. El costo de no hacerlo es el impasse, la fractura del movimiento de regeneración nacional para convertirse en uno local. De llegar Sheinbaum, ése será el reto político del sexenio: mantener la cohesión de la coalición y el partido.

Ésa es una diferencia fundamental entre las dos candidatas. Mientras que el PAN, PRI y PRD le deben a Xóchitl Gálvez los puntos que rasquen en la elección presidencial y sus efectos en el Congreso, Sheinbaum le debe a Morena su eventual y probable llegada a la Presidencia.