Prueba y error entrevista a Ari Telch

ESGRIMA

Ari Telch
Ari TelchFoto: Facebook
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Ari Telch (Ciudad de México, 1962) es actor de teatro, cine y televisión. Actualmente se encuentra presentando una nueva temporada del monólogo D’Mente, en el que habla abiertamente de salud y enfermedad mental. En esta entrevista abordamos la multiplicidad de realidades, la existencia de diferentes perspectivas y la necesidad de entender el funcionamiento del cerebro. 

También hablamos de su hermano, el científico Jacobo Grinberg, cuya desaparición es hasta ahora un enigma. 

La actuación es una maravillosa terapia; en vez de sufrir por ti, alguien más lo hará. ¿Esto es D´Mente, monólogo que habla acerca de la salud y la enfermedad mental?

La actuación es terapéutica; medicamento maravilloso para el intérprete, quien tiene la condición, la experiencia de subirse a un escenario y comunicar ideas; hacer que la gente se desprenda de su realidad y viva otra. Es el mejor medicamento para el que se sube a un escenario; por añadidura puedes contagiar al público, sean 7 mil 200 u 11 mil personas. 

Muchas personas piensan que ir al psiquiatra es sólo para personas desequilibradas. ¿Existen los psiquiatras humanistas que ayuden a las personas a que descubran sus fortalezas y alcancen otra realidad personal?

El psiquiatra es un médico para el sistema del cerebro, su química y la expresión de los genes. 

El cerebro es maravilloso. Funciona con químicos y moléculas. Cuando estamos bien, nuestra serotonina es óptima; cuando experimentamos placer aparece la dopamina, ésta se comporta según la cantidad que nuestro cerebro excreta.

Hay situaciones de las que uno no puede librarse. ¿Qué está pasando?, ¿por qué no duermo?, ¿necesito un médico? Sí: se llama psiquiatra. ¿Te va a recetar un medicamento?, probablemente sí, probablemente no. Tenemos que quitarnos el miedo a un doctor en pleno Siglo XXI.

Es necesario hablar del cerebro como se habla de todas las cosas, y nosotros nos permitimos en D'Mente echar desmadre, que el espectador vea que has tenido episodios de enfermedad. 

La actuación es terapéutica; medicamento maravilloso para el intérprete

¿Por qué ese rotundo “chinguen a su madre”, que declaraste a El Capitalino sobre los enteógenos, cuyo término significa “la experiencia de Dios dentro de mí”, como lo es la ayahuasca?

Las sustancias psicoactivas son una cosa y las psicotrópicas otra. Algunos hongos alucinógenos que se usan para tener viajes astrales se están utilizando en este momento para depresiones resistentes.

Chinguen a su madre los que desconozcan lo que hacen las sustancias. Y también que Chinguen a su madre los que te censuren. Es sentido del humor. Hay que entender qué le hacen las sustancias psicoactivas a nuestro cuerpo, qué beneficios nos pueden traer y también que nos pueden generar esa enfermedad llamada adicción. 

¿Hay manera de unir la psiquiatría con la meditación autoalusiva a tu hermano Jacobo Grinberg y la terapia nutricional médica?

No hay manera. La meditación es un ejercicio que te promueve el aquí y el ahora. Llámese autoalusiva ya sea por mi hermano Jacobo. Debe ser complementaria al medicamento. ¿Sirve? Claro, promueve salud porque genera endorfinas que son iguales a la dopamina. Tenemos que aprender a no menospreciar la forma en que cada quien busca su bienestar. 

La meditación es algo maravilloso. Es extraordinaria para el cerebro pero es complementaria. ¿Sirve para alejarte del médico? A mucha gente sí; no lo necesita, cada cerebro es un mundo. Lo que le hace bien al mío puede que al tuyo le haga daño. 

¿Por qué no se ha normalizado ni visibilizado la salud mental?

No nos educaron para eso. En este momento está surgiendo por primera vez en México la “intención” –no es una realidad– de tener una Comisión Nacional para la Salud Mental y las Adicciones, porque se entendió que hay que hablarle a los adolescentes. ¿Difícil? Sí. Hay 36 psiquiatras por cada 100 mil habitantes. Nos hace falta mucho, estamos dando el primer paso por primera vez en la historia. Yo, como enfermo mental, no me da ninguna pena decirlo, lo agradezco.   

Cuando alguien tiene un “delirio”, se le dice loco; pero la teoría sintérgica dice que todo lo que vemos es una creación de la conciencia. Es posible que haya varias realidades. ¿Es sincronicidad o es delirio?

Hay varias realidades. Cada cerebro funciona distinto. Sin embargo, delirio –así como lo mencionas– es un de-sajuste en el que imaginamos cosas que no existen. El delirio como tal es una manifestación de una afección en el cerebro, así tenemos que entenderlo los que creemos en la ciencia y los que lo hemos experimentado. 

En el delirio puede aparecer una cucaracha que te hable y te diga: “aviéntate por la ventana porque vas a volar”. Tenemos que estar muy alerta y saber que el delirio lo está experimentando tu cerebro, que no es algo que esté sucediendo.

¿ Ari Telch cree en los límites?

Todo tiene un límite. Los grandes descubrimientos científicos y culturales tienen que ver con rebasar esos límites. ¿Los límites de qué o para quién? Si Jacobo Grinberg te cuenta en sus libros que Pachita aparecía un órgano, abría un vientre con un cuchillo de monte y sacaba un intestino que estaba infectado de cáncer y lo cambiaba por otro, ¿le vas a creer? Es difícil. 

¿Dónde está el límite de lo que puede lograr el ser humano? Ahí te está explicando muy bien Pachita que no hay límites, es algo que desconocemos, pero que existe. 

A quienes han osado revelar los secretos de la humanidad siempre los atacan con las mismas dos formas que suele usar el sistema: desaparecerlos o tergiversar los conocimientos que transmitieron. ¿Qué crees que le sucedió a tu hermano?

Mi hermano está rodeado de mitos. Jacobo era un genio pero era un ser humano con fortalezas y debilidades. Recién la ciencia está llegando a lo que él investigó hace 40 años. La gente dice: “qué avanzado estaba este tipo” y se empiezan a urdir las mentiras. 

Descubro en las redes sociales a tanta gente que asegura haber trabajado con él. Jacobo ni los conoció –se ríe.

Jacobo era un ser humano con ideas brillantes –las conoces mejor que yo– era un estudioso, dedicaba el 90% de su energía a explicarnos cosas científicas; se proponía exponer seriamente un fenómeno y hasta que no lo lograba estaba feliz; se enfrentaba con muchos problemas personales, con CONACYT por ejemplo, yo me acuerdo de las mentadas de madre que echaba porque quería hacer un experimento y nunca había presupuesto. 

¿Qué pasó con Jacobo? No sabemos. Disfrutemos de sus estudios, de lo que está publicado.