En recuerdo de José de la Colina

En estos días de marzo, José de la Colina cumpliría 90 años. El autor de La tumba india, ese clásico del cuento mexicano, aún resuena entre sus lectores, así como su periodismo literario. Ofrecemos un breve retrato personal de Héctor Iván González en recuerdo de su personalidad, de sus libros y de la atmósfera de sus años más productivos. Es también una evocación nostálgica de un escritor que pasó, no sin dejar huella, por el microrrelato, la crítica de cine y literatura mexicana.

José de la Colina, exiliado por la Guerra Civil española llegó a vivir en México a principios de 1940.
José de la Colina, exiliado por la Guerra Civil española llegó a vivir en México a principios de 1940.Foto: Cuartoscuro
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Cómo no recordarlo con su cachucha caída de lado a lo John Ford, con la bolsa de la camisa atiborrada de plumas y sus anteojos quevedescos. Así te podías encontrar a José de la Colina (Santander,1934-Ciudad de México, 2019) en la Cineteca Nacional de Coyoacán o en alguna feria del libro. Se presentaba sin arrogancia, evitando recibir el cumplido de que era uno de los mejores prosistas, como dijo Octavio Paz, o un maestro para algunos de nosotros. “¡No me digas maestro… que te sale más caro!”, respondía con una sonrisa pícara. Y tampoco hablaba de sus batallas de antaño, el fundar la revista Nuevo cine –junto con Emilio García Riera, Jomí García Ascot, Salvador Elizondo y otros más–, que en los años 60 siguió el rigor de la francesa Cahiers du Cinéma; el haber escrito guiones con Jaime Humberto Hermosillo, o el haber logrado una entrevista intemporal al cineasta Luis Buñuel, junto con Pérez Turrent, Prohibido asomarse al interior; o dirigir el Semanario Cultural de Novedades, al igual que mantener columnas de crítica e invención literaria por décadas.

POCOS COMO PEPE amalgamaron la crítica cinematográfica y el rigor en la narrativa breve, compilada en Traer a cuento. Narrativa (1959-2003) (FCE, 2004) o microficciones, así como en Muertes ejemplares (Colibrí, 2004) y Portarrelatos (Ficticia, 2007). También escribió cuentos memorables como “La tumba india”, “La última música del Titanic”, “La lucha con la pantera” o “Ven, caballo gris”, entre muchos otros. Éste en especial que, respondiendo a la experimentación de la época rupturista –la Generación de Medio Siglo–, combinaba dos planos: en uno está el hombre recordando y, en el otro, la viva noche en el toldo de un vagón de tren, durante la Revolución Mexicana. No es banal pensar que Pepe haya inaugurado un camino al narrar un cuento sobre los trenes para su amigo Fernando del Paso y su novela José Trigo, igual que lo hizo con Salvador Elizondo, al descubrirle el tormento Len Tch’é, en Les larmes d’Éros, de Georges Bataille.

Para De la Colina, el cuento era el arte de la Sheherezada de Las mil y una noches, tal como señala en “(Esto no es un) PRÓLOGO” de Tren de historias (1977-1989): “‘Todo esto nos conduce al suspenso que algunos consideran una forma inferior de espectáculo, cuando es el espectáculo en sí mismo’, dice Truffaut. La observación le parece a quien suscribe válida tanto para el cine de Hitchcock como para el método de Sheherezada y para una gran cantidad de narraciones en las cuales la expectativa no es sólo un recurso del cuento, sino el cuento mismo”.1 De igual modo, para Pepe, el cine era recolección de la realidad y aportación personal de una mirada, como lo dijo en su “Pequeña teoría personal del cine”.2

COMO CRÍTICO, vale la pena recordar que, desde el suplemento Plural que dirigía Octavio Paz, De la Colina atinó en señalar la influencia del español Ramón Gómez de la Serna en la obra imaginativa de Julio Cortázar, meses antes de que el –en ese entonces– presidente Luis Echeverría Álvarez diera el golpe al Excélsior de Julio Scherer en 1976, por lo cual, Paz y su equipo renunciaron en protesta al suplemento Plural.

De inmediato, una nueva dirección usurpó la dirección de Plural sin escrúpulo alguno, por lo cual fue criticada fuertemente. Cuál sería la amarga sorpresa de los editores al recibir una carta de Julio Cortázar para Plural agradeciendo la crítica de Pepe. Así que al suplemento usurpado le tocó dar a conocer la misiva de Cortázar agradeciendo a De la Colina el descubrimiento de una influencia que al propio Cronopio le resultó cierta y esclarecedora.

JOSÉ DE LA COLINA debatió con fundamentos críticos sobre literatura, política, cine en tertulias y suplementos. A veces imitaba a John Ford en su versión cascarrabias, su trato no era para gente con corazón de pollo. Fue amigo del cubano Guillermo Cabrera Infante, a quien defendió contra la “Izclesia” latinoamericana intolerante. Desde su blog en Letras libres “Correo fantasma” (aunque así también se llamaba su columna en Novedades) se plantó contra los redentores intransigentes y los mesías tropicales, previendo la intolerancia que mostraban, antes de que muchos la sospecháramos. Defendía encarnizadamente a Octavio Paz cuando lo atacaban, pero también reconocía que el carácter del poeta se había ido avinagrando con el tiempo. Cuando te sorprendía dando un buen dato de cine o de literatura, te denunciaba a lo soviético: “Tú eres peligroso porque sabes mucho”. A veces introducía con una frase insustituible sus peroratas: “¡Zutanito, por favor, no hables mientras estoy interrumpiendo!”, con lo cual la polémica más ríspida desembocaba en una carcajada. Creía que todos somos inmortales del momento, porque no nos hemos muerto (¿o sí?). Ponderaba Cantando bajo la lluvia y el primer King Kong. Era un escritor que veía a la literatura como un juego importante que se llevaba a cabo a la sombra de Cervantes, Poe, Conrad, Pérez Galdós, Kafka, Wilde, Mallarmé o Gómez de la Serna. 

Notas

1 José de la Colina, Traer a cuento. Narrativa (1959-2003), pról. Adolfo Castañón, México, FCE, 2004.

2 José de la Colina, Miradas al cine, México, Lecturas mexicanas, p. 18.