Bernardo Bolaños

Pirómanos

ANTROPOCENO

Bernardo Bolaños*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Bernardo Bolaños
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Los incendios en Europa adelantan la pesadilla que se temía para dentro de unas décadas y golpean regiones que habían estado exentas. En los últimos días fueron desalojados sitios turísticos y ciudades de España y Francia.

La pintoresca bahía de Arcachón fue vaciada de miles de turistas porque el bosque de Las Landas se quemaba. Pocos se imaginan que detrás del fuego pudiera haber una mente perturbada. Pero así fue, se encontró al menos un pirómano. En Landiras, Gironda, un tipo de 39 años fue sorprendido alejándose en su auto, a toda velocidad, del lugar donde iniciaba el fuego. Quienes lo vieron, anotaron las placas. La policía lo fue a buscar a su casa y resultó ser un reincidente. Le gusta incendiar el bosque.

Apenas el 8 de julio, otro pirómano había sido detenido al otro extremo de Francia, en Nimes. Desde luego, son todavía más frecuentes los pirómanos “moscas muertas”, esos que no están locos, pero arrojan una colilla de cigarro por la ventanilla del auto, cuando van por la carretera. Y todavía más dañinos son los pirómanos que detentan el poder, caracterizados por la misma actitud incrédula de los “moscas muertas”: “Ay, nuestro país sólo emite el 0.1 % de los gases de efecto invernadero”. O el 1%, o el 5%, según el caso. Si los pirómanos de Landiras y Nimes son psicópatas narcisistas, pues tienen conciencia de que pueden provocar por sí mismos un gran incendio, los últimos sufren de complejo de inferioridad porque creen que lo que ellos hagan no cuenta, que el calentamiento global lo deben mitigar las grandes potencias ¿ellos qué?

Los periodistas pirómanos son una clase distinta y más torcida porque, al editorializar diario las noticias, se dicen muy preocupados por los incendios forestales, las olas de calor y los huracanes más devastadores; pero luego se muestran comprensivos con la cancelación de parques eólicos y solares en nombre de la “soberanía energética”, con la deforestación de áreas naturales por el “desarrollo nacional”, con el desacato a los jueces que velan porque se cumplan las leyes.

Hay un tipo de pirómano narcisista que es un apostador. Viaja por el mundo en avión, vehículo híper contaminante, para dar charlas sobre la crisis ambiental global o asistir como sinodal a algún examen profesional. Cuando alguien le recuerda que algunos de esos eventos ya se pueden realizar a distancia, presume: “Mi apuesta es que ayudo más al planeta asistiendo en persona que no haciéndolo”.

Sería poco riguroso no mencionar aquí al actual pirómano de pirómanos, de nombre Vladímir y de apellido que inicia con P, pues cuando el mundo comenzaba a ocuparse por fin del cambio climático decidió desempolvar la Guerra Fría, con el fantasma del gran incendio nuclear.

Y ya entrados en clasificaciones, se vale la autoadscripción. Los pirómanos angustiados somos los que reclamamos a todos los demás pirómanos su locura, sus contradicciones. Pero, a veces, es una discreta vecina la que reabre nuestras bolsas de basura, separa nuestros desechos y los coloca en los basureros correctos.