Bernardo Bolaños

Regreso a la ciudad lacustre

ANTROPOCENO

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Durante el debate chilango del domingo 21 de abril, la candidata del bloque gobernante, Clara Brugada, prometió lo siguiente: “Vamos a aprovechar el agua de lluvia y la vamos a llevar a grandes reservorios alrededor de la ciudad en donde están los lagos ancestrales. Allí los vamos a potabilizar con la mejor tecnología para regresar a la ciudad. Así estaremos aprovechando el agua de lluvia y de esa manera estaremos teniendo una ciudad con mucho verde y poco ruido, una ciudad con aire limpio”.

Es raro que una propuesta tan ambiciosa haya sido ignorada. Porque la opinión pública sí debatió de inmediato, apasionadamente, la oferta de Chertorivski de desentubar el viaducto Río de la Piedad, pero, en cambio, no se interesó en el anuncio de alimentar con agua los lagos ancestrales, que hizo Clara. Dadas las respectivas probabilidades de que Chertorivski o Brugada ganen (y el aparente apoyo que Claudia Sheinbaum concede a la propuesta hídrica de su compañera de partido), los chilangos tendríamos que estar revisando con lupa y discutiendo ampliamente el proyecto de ella, pues en él se juega nuestro futuro, nuestra forma de vida. Pero el machismo juega inconscientemente en nuestros afectos y prioridades y el aspirante de Movimiento Ciudadano es hombre y la de Morena es mujer.

El 1 y 2 de octubre de 1998 se llevó a cabo el congreso “Vuelta a la ciudad lacustre” organizado por el gobierno de la Ciudad, con la participación de grandes urbanistas e ingenieros. En él se preguntaron: “¿Es aún posible y permisible continuar abasteciendo de agua a la ciudad más grande del mundo a costa del equilibrio ambiental, social, económico de otras regiones del país?”. Obvio que es muy problemático quitarles más agua a otras regiones para saciar a la capital y, sin embargo, eso proponen nuevamente algunos panistas. Por otra parte, aunque la urbe fue edificada sobre un enorme lago; los asentamientos humanos han crecido y han cubierto gran parte del antiguo lecho lacustre.

En el congreso de 1998, algunos expertos se refirieron a la opción de inyectar grandes cantidades de agua al subsuelo y advirtieron el riesgo de afectar a millones de capitalinos, “al generar un problema mayor para la Ciudad de México, pues acarrearía, por ejemplo, inestabilidad a muchas de las cimentaciones y haría más vulnerables las obras de ingeniería de la ciudad a riesgos sísmicos”.

En su libro de 2023, El agua en nuestras manos, Pedro Moctezuma Barragán reconoce los desafíos: “Es necesario mantener los bosques y reforestar en cuenca alta, así como canalizar las aguas de tormenta y contar con depósitos en cuencas altas, además de hacer obras que prevengan deslaves e inundaciones”. Se necesitará, entonces, intervenir el territorio y las estructuras arquitectónicas para proteger a la población de desprendimientos de tierra, de la formación de socavones y de la subida del agua durante episodios de lluvia torrencial.

El debate, por lo tanto, requiere mucho detalle. El futuro ya nos alcanzó y nos toca construir la utopía, en vez de sufrir la distopía.