Eduardo Nateras

El debate en torno al primer debate

CONTRAQUERENCIA

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Han pasado un par de semanas desde la realización del primer debate presidencial, cuyo análisis posterior se centró, más bien, en las críticas de las candidaturas respecto al formato y las diversas fallas que se presentaron.

Ciertamente, puede haber razón en algunos señalamientos en contra de la organización y producción del debate. Puntualmente, la falla en los relojes, que afectó a candidaturas y moderadores por igual, es inadmisible. Pero otras cuestiones tienen mucho más que ver con fallas de comunicación entre las representaciones de los partidos y sus candidaturas en torno a acuerdos votados y aprobados por todas las partes.

Respecto a la moderación, cada partido hizo sus propuestas y, posteriormente, las votaron —para lo cual, necesariamente, tuvieron que llegar a un acuerdo que les dejara suficientemente satisfechos. Ya en los hechos, el y la moderadora cumplieron con su papel, sin acaparar los reflectores del ejercicio innecesariamente.

Por lo referente a las críticas en contra del formato del debate —que si fueron demasiados temas, que si las preguntas les obligaron a enfrascarse en discusiones distintas a las preparadas, que si se limitaba interpelaciones más ágiles—, a decir de la consejera presidenta de la Comisión Temporal de Debates del INE, las representaciones sí conocieron el formato a detalle, estuvieron de acuerdo, lo votaron y, expresamente, supieron que era suficientemente flexible, que podían hacer uso libremente de la bolsa de tiempo, que podían interrumpir o responder a botepronto lo que quisieran sin necesidad de pedir la palabra y que podían llevar la discusión hacia donde prefirieran.

Sin embargo, quedó en evidencia que esta misma información no fue transmitida con la misma claridad hacia las candidaturas y, en los hechos, el y la moderadora en diversas ocasiones tuvieron que forzar la discusión con preguntas dirigidas, dado que en distintos momentos las dos candidatas parecieron no querer agotar su tiempo cuando sus contrincantes ya habían concluido.

En cuanto a la producción y distribución del set, cabe resaltar que se llevó a cabo un ensayo general del debate, donde participaron el y la moderadora y representantes de los partidos, en el papel de las candidaturas. Si, aún con ello, en su momento, no se inconformaron por el tiro de cámara, la disposición del mobiliario o el tamaño de las mesas, hacerlo “a toro pasado” no tiene la misma validez.

Quizás lo único que definitivamente no contó con el aval de todas las partes fue la decisión —de último minuto— de situar sillas de consejerías del INE prácticamente frente a las candidaturas. Por lo demás, las respectivas representaciones de los partidos acordaron y votaron hasta el último detalle de la organización. Si sus decisiones afectaron el desempeño de sus candidaturas —algunas en mayor medida que otras—, denota, más bien, omisiones de su parte.

Así, el domingo 28 de abril, se llevará a cabo el segundo debate presidencial. Sirvan las lecciones que deja la primera edición para brindarle a la ciudadanía un mejor elemento para emitir su voto de manera más informada.