Gabriel Morales Sod

La Batalla por Columbia

Gabriel Morales Sod
Gabriel Morales Sod
Por:

Como una persona que lucha y cree en la paz entre israelíes y palestinos, las protestas “pro-palestinas” en Columbia y otras universidades de élite en Estados Unidos despertaron en mí una sincera curiosidad. Más allá de la prensa amarillista y del juego político, que sin duda han empeorado las tensiones, emprendí la tarea de leer y analizar las demandas de estos manifestantes, tratando de entender sus deseos y sus planes de acción.

El resultado fue decepcionante. Estos grupos que, a mi parecer, podrían formar un movimiento político que contribuya en la práctica a avanzar en la lucha por la autodeterminación del pueblo palestino han enfocado sus energías en una serie de demandas que oscilan entre lo ridículo, lo imposible y lo antisemita.

Empecemos por lo ridículo. Una de las demandas centrales es que las universidades dejen de invertir su dinero en empresas que perpetúan la ocupación israelí. Pensé que en la lista estarían empresas armamentistas o tal vez aquellas que invierten directamente en los asentamientos judíos en Cisjordania. En cambio, la lista de demandas en Columbia incluye una inversión de 69 mil dólares en Microsoft (que tiene una de sus cientos de sedes en Israel); 5 millones que invierten en Airbnb, compañía que, en sus palabras “recibe parte de sus ganancias por propiedades ilegales en tierra palestina”; e inversiones en los índices iShares y S&P500, dos de los más vendidos en el mundo. Si estos estudiantes privilegiados se pusieran a checar las cuentas de inversión de sus padres, así como las de prácticamente cualquier individuo o empresa en Estados Unidos, llegarían al entendimiento de que, si éstos son los estándares, todos somos cómplices.

Sigamos por lo imposible. Analizando los pliegos petitorios y sus consignas, la única solución que parece ser aceptable para estos manifestantes es el establecimiento no de dos Estados, sino de uno solo, en donde ambos pueblos compartan el poder y la toma de decisiones. A pesar de que ésta es una visión legítima, pues no implica la eliminación del pueblo judío (más sobre esto abajo), es políticamente inviable. Pensar que en el futuro cercano los israelíes estarán dispuestos a renunciar a su soberanía y apoyar la formación de una federación multiétnica no es sólo infantil, sino una postura maximalista que excluye de la lucha a todos aquellos que aún creen en la solución de dos Estados.

Por último es necesario hablar sobre antisemitismo. Una cosa es proponer el establecimiento de un solo Estado democrático y otra muy distinta hablar de un Estado palestino, “del río al Mediterráneo”. Una cosa es protestar en contra de la guerra en Gaza y otra muy distinta es, como sucedió en Columbia, llamar a la quema de Tel Aviv; decir que la lucha justifica todos los medios (es decir, también la violación de mujeres y el asesinato de civiles y niños); o elogiar a los asesinos de Hamas y cantar consignas con los nombres de sus misiles. Me sorprende que ninguno de los grupos de protesta ha incluido entre sus demandas la liberación de los rehenes que llevan más de seis meses en manos de Hamas.

Imagino un escenario distinto en el que estos grupos de estudiantes presionaran a las universidades a declararse en favor de la solución de dos Estados y a reconocer al Estado palestino; protestas en las que, además de condenar la invasión israelí en Gaza, llamaran a Hamas a dejar las armas, liberar a los rehenes y llegar a un cese al fuego. En cambio éste se ha tornado en un movimiento que excluye a grandes sectores que, por años, han luchado por la paz, y que presenta una serie de demandas que, en el mejor de los casos, son inviables e infantiles y, en el peor, encapsulan el antisemitismo de una gran parte de los manifestantes.