Valeria López Vela

Trump: un indignado en el banquillo

ACORDES INTERNACIONALES

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Cuando la verdad se encierra bajo tierra, se amontona allí, adquiere tal fuerza explosiva que, el día que estalla hace explotar todo con ella.Veremos si ello no nos llevará al más estrepitoso de los desastres

Emile Zolá

El juicio por malversación de fondos de la campaña para comprar el silencio de Stormy Daniels, en contra del expresidente Donald Trump, se ha iniciado. Y, como todo lo que se relaciona con él, ha estado lleno de extravagancias judiciales, declaraciones insensatas y un desconocimiento total por la decencia y por la ley.

Sobre esto, no hay mucho más que yo pueda escribir, pues desde su nominación a las primarias republicanas, en 2015, he reportado, regularmente, cada una de ellas. He de reconocer que, al inicio, sus declaraciones me causaban sorpresa e incredulidad; después, indignación. Ahora, aburrimiento y tedio político.

Si la mayoría de los ciudadanos estadounidenses no es capaz de reconocer la irresponsabilidad de tener un presidente que no respeta la ley, tal vez un jurado de doce miembros sensatos, pueda restablecer el orden del derecho.

Y, precisamente por eso, ha sido complicado convocar a doce personas que quieran y puedan participar de forma imparcial y responsable en el juicio en contra de tan polémico ser humano quien, durante las audiencias, finge indignación, se victimiza y es incapaz de reconocer un gramo de responsabilidad por sus acciones.

Trump, aun en el banquillo, se vende como un ganador: todo lo ha hecho bien, insiste en que las denuncias son una campaña en contra de la democracia americana —que él encarna—, que está ofendido con el juez, con el posible jurado, pero… que nadie se vaya a confundir, ¡ya ganó!

Sin juicio y sin sentencia, Trump se conduce como el cretino que es: uno que usa a las autoridades y desafía a las instituciones al capricho de sus fechorías. Un narciso millonario, repelente a la verdad, misógino cuyo adjetivo favorito es impunidad.

Desafortunadamente, la personalidad de Donald Trump atrae a los morbosos, a los que quieren sentirse importantes a la sombra de su peluquín, a los que confunden desplantes con argumentos; a los pigmeos intelectuales y morales, pues.

La selección de jurados será larga pero relevante. De su estatura moral, de su imparcialidad, de sus convicciones democráticas, depende que llegue a buen término este juicio. No se trata de un voto de mayoría que complazca al poderoso en turno, sino de la deliberación que ofrezca razones sobre la decisión. Lo primero es de macacos; lo segundo, de animales racionales.

Ojalá recuerden las cuatro características de un buen juez que Sócrates, en su propio juicio, propuso: “Escuchar cortésmente, responder sabiamente, ponderar prudentemente y decidir imparcialmente”. Ojalá que las doce personas seleccionadas, logren hacer eco de esta máxima de la ética clásica y accionar, decentemente, la resolución jurídica. Veremos.