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Verdad, polarización y los efectos del debate político

EL ESPEJO

Leonardo Núñez González
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

El reciente debate entre Kamala Harris y Donald Trump ejemplifica un fenómeno clave en la política contemporánea: la verdad, por sí sola, ya no es suficiente para cambiar las percepciones de un electorado polarizado.

De acuerdo con una encuesta publicada la semana pasada por The New York Times y Siena College, a pesar de que la mayoría de los votantes cree que Harris tuvo un mejor desempeño en el debate —67% consideró que lo hizo muy bien en comparación con 40% que aprobó el debate de Trump— esto no resultó en un cambio significativo en las preferencias electorales a nivel nacional. Trump y Harris siguen empatados con 47% de intención de voto, sin cambios sustantivos. 

Éste es un reflejo claro del estado de la política estadounidense: la verificación de hechos y la exposición de las mentiras de Trump, como ocurrió repetidamente durante el debate, parecen no tener ningún efecto entre una parte considerable de su electorado. A pesar de que Trump hizo afirmaciones que fueron rápidamente desmentidas —como sobre el crecimiento económico bajo su administración o su posición sobre el aborto— o que provocaron un alud de memes y chistes (como la acusación de que los migrantes se están comiendo las mascotas de la gente de Ohio), su base electoral parece estar blindada contra los esfuerzos por desacreditar sus falsedades. 

Sin embargo, hay una contradicción interesante. Mientras que a nivel nacional las preferencias se han mantenido estables, en Pensilvania, un estado clave bajo el sistema de Colegio Electoral y con el que podría pavimentar su camino a la Casa Blanca, Harris ha logrado avances importantes. La encuesta muestra que Harris ha ganado apoyo entre los votantes blancos, un grupo que fue crucial para la victoria de Trump en 2020, y que también tiene una amplia participación en ese estado. En Pensilvania, Harris lidera con una ventaja de 50% frente a 46% de Trump, un cambio notable que sugiere que su mensaje sobre la economía y los empleos está resonando en este grupo. 

Este contraste entre la estabilidad nacional y los cambios en Pensilvania es revelador. Muestra que, aunque la polarización ha creado bloques inamovibles de votantes a nivel nacional, hay espacios donde el mensaje puede perforar la desinformación. El éxito de Harris en Pensilvania nos recuerda que no basta con desmentir las mentiras de Trump o acusarlo de ser un peligro para la democracia, es necesario abordar las preocupaciones locales y concretas de los votantes. En ese sentido, el enfoque de Harris en Pensilvania sugiere que la política debe dirigirse con precisión hacia las preocupaciones económicas y sociales específicas para contrarrestar la narrativa de victimización y conspiración que Trump ha fomentado con tanto éxito entre sus seguidores más fieles. 

Este debate y sus efectos reflejan cómo el electorado estadounidense ha sido moldeado por años de desinformación. Aunque Harris mostró un mejor desempeño y sus propuestas resonaron en sectores clave de Pensilvania, el desafío en este entorno es doble: por un lado, enfrentar a un electorado que ha sido entrenado para rechazar la verdad, por el otro, encontrar los resquicios de racionalidad donde aún se puede hacer valer un discurso basado en hechos.