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Del caballo de Troya a la operación Grim Beeper

ACORDES INTERNACIONALES

Valeria López Vela
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Cuentan Homero —en La Odisea— y Virgilio —en La Eneida— que el final de la guerra de Troya fue desencadenado por el famoso caballo. Refieren que el ejército de los aqueos construyó un gran caballo de madera en el que introdujo a varios soldados; lo puso a las puertas de la ciudad, en donde los troyanos lo introdujeron pensando que se trataba de un símbolo de su victoria. En la noche, dentro de la ciudad amurallada, los soldados aqueos abrieron las puertas para que el resto de sus compañeros atacaran y cayera Troya.

Por la astucia, la sorpresa y la inteligencia, la historia del caballo de Troya nos ha fascinado por más de veinticinco siglos. Para sorpresa de todos, la semana pasada, presenciamos la operación de inteligencia e infiltración más parecida que ha habido en la historia: la operación Grim Beeper.

En marzo de este año, la cúpula de Hezbolá prohibió a los miembros del grupo terrorista, el uso de teléfonos inteligentes, pues podían ser objeto de espionaje. Ordenó que utilizaran tecnología antigua, de una sola vía, que no fuera rastreable por la Inteligencia israelí—el Mossad—.

Por esta instrucción, los terroristas de Hezbolá compraron 9,000 dispositivos bípers Apollo Gold a una empresa en Taiwán; la distribución se realizó a través de la compañía fantasma israelí BAC Consulting, en Hungría. Antes de que fueran entregados en Líbano, el Mossad introdujo entre 15 y 20 gramos del explosivo PETN, que reacciona al calor de la pila. Hasta hoy, sabemos que esta operación se repitió en walkie-talkies y dispositivos de paneles solares.

El 19 de septiembre, a las 15:30 horas de Beirut, 5,000 de esos dispositivos recibieron un mensaje, con un retraso de entre siete y diez segundos, para que las pilas se sobrecalentaran y explotaran lastimando los testículos, las manos o los ojos de los terroristas. Se buscaba mutilarlos, pero no eliminarlos, así sus familiares no recibirían los beneficios económicos por su muerte, pues no son considerados mártires. Tampoco podrían seguir combatiendo, pues quedarían discapacitados.

El 20 de septiembre, durante los velorios, alrededor de 200 dispositivos walkie-talkies comenzaron a explotar. Minutos más tarde, se reportaron explosiones de paneles solares. Esto causó varios heridos pero, sobre todo, crisis nerviosas y caos emocional entre la población.

La operación Grim Beeper fue precisa, cruel y humillante. Una respuesta al ataque del 7 de octubre del 2023. Con el Mossad no se juega, pues, aunque tome tiempo, buscará reparar la dignidad ofendida de los suyos.

Como he escrito varias veces en esta columna, a propósito de la frase de Erasmo de Rotterdam, “la paz más desventajosa es mejor que la guerra más justa”. Es indispensable que la región logre un acuerdo —posiblemente imperfecta e incómoda, la opción de los dos Estados— que será mejor que esta espiral de violencia que, aunque nos deje extraordinarias historias, está marcada por el dolor de los dos pueblos.