Spoilers al derecho y al revés).
¿Cuál es el objetivo de diseñar una aventura de acción en forma de palíndromo, un bumerang narrativo? Tenet, la nueva película de Christopher Nolan, es un experimento, una hipótesis protagonizada por otras hipótesis y una expansión de las posibilidades del thriller de espionaje. Nolan ha tratado de reimaginar el cine desde el cine popular: de reinventar su manejo de los flujos temporales (Dunkerque, 2017), desarmar sus vínculos con los sueños (El origen, 2010), reconstruir la función de la memoria (Memento, 2000) y reconsiderar la forma en que la imagen habita las dimensiones (Interestelar, 2014). Aquí va más lejos al situarnos fuera de “la flecha del tiempo”, en un presente amenazado por alguien en el futuro que cree posible eliminar a sus ancestros sin tener repercusiones, es decir que cree haber resuelto la célebre “paradoja del abuelo”. Nolan aborda, con un guiño a La Jetée (1962), de Chris Marker, el desafío de la relación causa-efecto en una narrativa de suspenso, que depende inexorablemente de la anticipación y de las expectativas del espectador. Todos hablamos con el futuro, cualquier transacción que deja huella es muestra de eso, pero aquí “el futuro puede responder”.
La prueba de que el tiempo fluye radica en los cambios que pueden tener las cosas y en la generación de nueva información. El tema central de Tenet es la posibilidad de invertir procesos considerados irreversibles. Las leyes de la física son simétricas y pueden funcionar hacia delante o hacia atrás en el tiempo, excepto la entropía. Aquí objetos, seres humanos y el planeta completo pueden tener su entropía revertida: las balas pueden volver a la cámara de la pistola, los edificios destruidos reensamblarse y las heridas sanar, pero también una explosión atómica invertida puede destruir a la humanidad.
Tenet, aparte de ser un palíndromo, significa principio básico, un dogma fundador. Aquí esa palabra y un gesto al entrelazar los dedos de las manos son las llaves de acceso a un mundo de intrigas y peligro. El formato para esta pulsante y vertiginosa reflexión es un filme de espías metafísico que se desarrolla en siete países. Después de poner a prueba la lealtad del Protagonista (John David Washington), una agencia gubernamental secreta le asigna la tarea de salvar al mundo al identificar y eliminar a fuerzas equipadas con tecnología del futuro. El Protagonista entra en contacto con el agente Neil (Robert Pattinson) y su búsqueda los lleva con la traficante de armas hindú, Priya (Dimple Kapadia), el agente de inteligencia sir Michael Crosby (Michael Caine) y el oligarca ruso sin escrúpulos Andrei Sator (Kenneth Branagh), a quien llegan por medio de su esposa Kat (Elizabeth Debicki).
Christopher Nolan y su equipo limitaron el uso de imágenes generadas por computadora y optaron por recursos e
ilusiones clásicas
Tenet es una colección de desafíos intelectuales, técnicos y teóricos que sin duda muchos encontrarán indigesta. Confrontamos un elaboradísimo rompecabezas cinematográfico (inimaginable que alguien pueda “entenderla” viéndola una sola vez) que requiere paciencia (hay numerosas secuencias de explicaciones), análisis y humildad. Es el resultado de largas horas de especulación científica, así como de filmar numerosas escenas al menos dos veces (para adelante y para atrás) y algunas desde varias perspectivas, ya que una de las decisiones creativas fue no emplear uno de los recursos más viejos y mágicos del cine que es correr la cinta en reversa (una de las características que hicieron del cine una máquina del tiempo hace más de un siglo). Asimismo, Nolan y su equipo limitaron el uso de imágenes generadas por computadora y optaron por recursos e ilusiones clásicas. Esto hizo que las secuencias de peleas, las escenas de combate, choques de aviones y persecuciones de autos dieran lugar a complejas y fascinantes coreografías de gran elegancia que fueron obtenidas con un altísimo nivel de destreza, talento y producción por parte de los actores, dobles y técnicos. Pero lo que la hace realmente apabullante es la forma en que Nolan entreteje en la narrativa las implicaciones de la relación entre los flujos de tiempo. Desde el principio se anuncia: “No trates de entenderlo”, pero es imposible no intentar comprender y rastrear las secuencias de los hechos. No hay duda de que hay elementos cuestionables y posiblemente absurdos o que las reglas del juego son difusas y caprichosas, a pesar de su aparente contundencia, pero esas deficiencias no disminuyen la brutal brillantez de la cinta.
La fotografía de Hoyte van Hoytema (en su tercer filme con Nolan) es precisa, impúdica en su proximidad a las escenas de acción y monumental en su ambición (la escena del aeropuerto de Oslo y la batalla final en Stalks 12). No obstante, Hoytema mantiene una obsesión con los personajes; aun filmando en un medio tan amplio como IMAX, su énfasis radica en la intimidad, los enfoques a flor de piel y la corta profundidad de campo. A su vez, la pista sonora del compositor sueco Ludwig Göransson (Black Panther, The Mandalorian), concebida en gran parte a medida en que se filmaba, es intensa, escalofriante y conmovedora y toma su clave elemental de la escena donde antes de pisar un charco el pie del Protagonista ya escurre agua.
Esta demencial aventura fílmica hecha para la gran pantalla tuvo su eco en un mundo pandémico, ya que el estreno de Tenet en cines se convirtió en un intento de salvar al cine mismo tras los cierres obligados por los contagios. La escena inicial de la masacre en el teatro de la ópera de Kiev es un vertiginoso espectáculo cargado de adrenalina y esteroides que evoca la atroz matanza en el teatro Dubrovka de Moscú, cuando cuarenta rebeldes chechenos tomaron a ochocientos asistentes como rehenes, el 23 de octubre de 2002. Las fuerzas especiales rusas introdujeron en la ventilación un gas tóxico antes de comenzar las operaciones de rescate. El resultado fue que murieron más de doscientos rehenes y todos los milicianos. Hoy podemos interpretar esas imágenes como una especie de premonición del peligro que representa asistir a un evento público en tiempos de Covid-19. Las primeras palabras que escuchamos (en ruso) son: “Despierta a los americanos”. Esto parecería un mensaje cifrado para un público que lleva años hundido en la masificación de las teorías conspiratorias (de ambos lados del espectro político). Por un lado está la resonancia con la paranoia rusofóbica y la histeria del #Russiagate, por el otro la ansiedad del Deep State o Estado oculto, controlado por servicios de inteligencia. ¿Qué mejor que imaginar que el propio futuro nos amenaza en un tiempo de desinformación y fake news?
Pero volviendo a la pregunta inicial, con toda su pirotecnia intelectual y fílmica, el verdadero objetivo de Tenet es considerar la relación nihilista que tenemos con la tecnología e invertir el paradigma: hoy destruimos el planeta sin pensar en las generaciones venideras; en Tenet son esas generaciones futuras las que desean destruirnos.
¿Será posible meter reversa?