IDLES EN GUANATOS

EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO

Idles Foto: coronacapitalgdl.com

Nunca critiques al güey que persigue a una banda por varias ciudades o países, porque un día te puedes convertir en él. Me pasó a mí. Y te puede pasar a ti. Por eso, después de ver dos veces a IDLES en la Ciudad de México, en Los Ángeles y Dallas, me lancé al Corona Guadalajara por una quinta dosis.

El concierto en Guanatos tuvo sabor a revancha. El pasado Corona, IDLES recibió críticas en la CDMX por parte de los fans de Miley Cyrus. Quienes tuvieron que aguantar la fábrica de moretones. En esta ocasión todos estábamos esperando a IDLES. Y la respuesta del público fue apabullante. Abarrotaron el escenario a las seis de la tarde.

Para alguien que, como yo, ha vivido muchos años en una catarsis perpetua, es complicado sufrir una experiencia transformadora. Pero desde que escuché a IDLES (y a Amyl and the Sniffers y Viagra Boys), meterme en la fábrica de moretones se ha convertido en una adicción para mí. La necesidad de chingadazos se ha sobrepuesto a mis achaques.

La primera vez que vi a la banda salí drogado de energía. No paré de hablar de ellos en días. Y pensé que no existía pico más alto. Pero cada vez que los he visto siento lo mismo: que el show es mejor que el anterior. Sin embargo, creo que el IDLES más brutal lo vi esa noche en Guadalajara. Tienen todo bien compactado. En una hora hacen que te sangren los oídos y quemes más calorías que un batido de Herbalife. Además de que cada día tienen más adeptos en este país. Han conseguido conectar con el público mexa como pocos grupos de punk. Porque si bien su sonido está muy lejos del pop, no sólo los siguen los radicales, también los amantes de la buena música.

COMO YA ES COSTUMBRE, la banda abrió su setlist con “Colossus”. Y el desfogue comenzó. El momento que habíamos esperado durante meses por fin llegó: echarnos el clavado en el mosh pit y chocar unos con otros a la medida de nuestro aliento. Esa experiencia que no tiene paralelo en la vida cotidiana. El derroche de adrenalina que desprende no se parece a nada. No es una pelea, pero tiene todos sus elementos. Es un espacio seguro para darte de empujones sin que eso devenga en un conflicto. Y el show de IDLES está diseñado para que el subidón no baje ni siquiera en los momentos más atemperados.

Como ya es costumbre, la banda abrió su setlist con Colossus.
Y el desfogue comenzó .

Después vino la cascada de cascajo con “Mr. Motivator”, “Mother”, “Divide and Conquer” y “Crawl”. Veinticinco minutos en que la banda se entregó al cardio con más devoción que la que se aprecia en los gimnasios. Su música es un aliciente poderoso para empaparte de tu propio sudor. Para canalizar la furia en un brinco colectivo que te sumerja en el olvido de todo aquello que existe fuera.

Es la vía más rápida para poner la mente en blanco. Sacar tu yo más explosivo y azotarte contra muros de carne.

Como corresponde a una banda que apela a la honestidad sin artificios, no había escenografía alguna. Sólo el nombre del grupo en letras gigantes de fondo en una pantalla. Treinta minutos después Talbot hizo una pausa. Comenzaba a oscurecer y vino el momento soft de la tarde: “The Beachland Ballroom”, lo más parecido que tiene la banda a una balada. Momento en que todos aprovechamos para agarrar aire como el personaje de “Tripas”, el cuento de Chuck Palahniuk, para luego volver a estallar.

EL PUNK ES UN DEPORTE EXTREMO. Después de tanto slamear lo único que quieres es una ducha caliente y meterte a la cama, pero en cuanto ves a los guitarristas de IDLES bailar es imposible no contagiarse y lanzarse otra vez hacia el ruedo. En los momentos, que son pocos, poquísimos, estáticos, Talbot invita a la gente a hacer un boquete en medio de la audiencia, a la voz de “spread the crowd”. Se crea un hoyo como si se hubiera abierto la Tierra. Y entonces, a una orden suya, la multitud se lanza contra sí misma en una orgía de aventones. De la cual brotarán cientos de suvenirs. Moretones que surgirán en el cuerpo en los días por venir. Medallas de una tarde memorable.

Cincuenta y nueve minutos después todo había pasado. Y con todas las emociones vino también la certeza de que ante esto las demás bandas del programa se quedarían chicas. Y así ocurrió. IDLES fue superior a lo que vino a continuación.

Nunca te burles del güey que persigue a una banda por distintos venues. Porque a lo mejor es fan de tu banda favorita.