Hace poco más de un año les propuse a mis alumnos de AMCI (Asociación Mexicana de Cineastas Independientes) un texto de Carmina Narro para la clase de actuación: Estancia en París. Lo había visto escenificado hacia casi 30 años por la propia autora, a quien entonces apenas conocía. La obra fue estrenada bajo el título “Credencial de escritor” y la disfruté mucho además de que fuera el punto de partida de una gran amistad que hasta la fecha prospera.
Ya bajo el título actual y publicada por Ediciones El Milagro procedí a leérselas. Conforme avanzaba en la lectura fui escuchando sus reacciones, primero algunas risillas nerviosas, a momentos carcajadas que algo tenían de asombro y me atrevería a decir que hasta de indignación. No entendían que fuera posible, o al menos permisible, ese tipo de lenguaje y de relaciones entre los personajes: tres alumnos universitarios y su mentor. Hubo reclamos y polémica, al final todos estuvieron de acuerdo en que ése era el texto que querían trabajar en clase.
Me di cuenta de que la obra seguía viva, que ahora, treinta años después era importante revisitarla y romper con la maldita costumbre mexicana de considerar una obra ya estrenada como tocada por el diablo y que debe ser archivada en alguna carpeta del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Teatral Rodolfo Usigli (CITRU).
Poco tiempo después, otro grupo, ahora de ex alumnos ya egresados de Casa Azul, se me acercó para pedirme que les dirigiera alguna obra. Ahí la tenía.
¿Han leído Estancia en París ? Háganlo y me dicen qué les parece.
Y así comenzó el proceso que ahora se verifica el próximo lunes 17 en el Foro Shakespeare. Conformados como un colectivo, Río Ágape, y mi compañía, Teatro Perpetuo, nos dimos a la tarea de coproducirla. No entraré en detalles de cocina que a nadie interesan, pero sí me gustaría compartir algunas reflexiones y la intención de este montaje, que quiere acercarse al público de hoy y confrontar en escena los aparentes o supuestos cambios que como país y sociedad hemos sufrido en estos treinta años.
La puesta en escena se ubica en 1994. Buscando provocar una distancia para que desde ahí el espectador encuentre la empatía y relación con los personajes y situaciones. Pero también es el retrato de una época en donde lo “políticamente correcto” aún no encontraba los eufemismos que hoy nos justifican. Temas y actitudes que creemos vencidas, pero que subyacen en el inconsciente colectivo. Los prejuicios, comportamiento machista y homófobos no han desaparecido simplemente porque ya no los nombremos. El ubicar la puesta en esos años, ayudará a poner de relieve esos temas de los que ya no queremos hablar con una mayor crudeza
El proyecto permite el encuentro de experiencias y visiones. Presente, pasado y futuro se entremezclan, complementándose para formar una línea recta que le da sentido a la existencia de los seres que vemos y nos ven desde la escena.
Este montaje es la oportunidad de confrontar generaciones. De poner en la mesa de discusión, en el escenario, lo que sentimos pero callamos. La experiencia frente a la frescura, lo nuevo frente a lo que debe o podría ser cambiado.
En Estancia en París, que en un inicio se nos presenta como una comedia y que poco a poco, a través del negro y retorcido humor de Carmina, se transforma en una pieza (o tragicomedia dirían algunos). Vemos a tres alumnos de literatura: Adrián (Rami Ramírez), Manuela (Pau Gi Gi) y Raquel (Mona Olivo Garro), quienes compiten por una beca para una estancia en París.
Su mentor, una “vaca sagrada” de la facultad, el Doctor Tapia (David Hevia), será quien detone desde un rincón malsano de su psique la competencia despiadada, misma que revelará las pasiones más oscuras de sus entenados. No por nada, para la autora, La Envidia es el mayor de los males que mueve al mundo.
Como en otras de sus obras, Carmina Narro juega con el tiempo, con un guiño lleva al espectador al pasado que explica el presente y el porqué del comportamiento de los personajes. Eslabón por eslabón, habrá de armarse la cadena de la trama. Un rompecabezas que poco a poco cobra sentido y nos lleva de la risa a la desesperanza. Valga el oxímoron, nos hace sonreír en medio de un nihilismo que nos retrata.
Cuando la ambición nos hace creer que podemos llenar el hueco de nuestras carencias, nos convertimos en adefesios dispuestos a todo, empezando por la traición, a uno mismo y a los que creíamos en nuestros “principios”. “Estancia en París” nos da la oportunidad de vernos reflejados desde una mirada irónica, mordaz, y muy divertida. ¡Bon voyage!
Por lo pronto, cinco únicas funciones. A partir del 17 de junio y hasta el 15 de julio. Los lunes, Foro Shakespeare, 20:30 hrs. Boletos en línea y en taquilla.