La nueva vida de un polémico mural

PSICOGRAFÍA

Diego Rivera realizando un mural Foto: Fundación Televisa

El 10 de mayo de 1933 los neoyorkinos probablemente no anticipaban despertar con un titular en el New York Times en el que aparecieran juntos los nombres de Lenin y la familia Rockefeller, mucho menos que el hilo conductor entre ellos fuera un mexicano. Tampoco tenían forma de saber que aquello que leían en la portada del prestigiado diario desatara quizá la mayor polémica en la historia de la pintura mexicana.

La noticia refería a un hecho acaecido el día anterior: “Rockefeller prohíbe a Lenin en mural de RCA y despide a Rivera; se le entregó cheque al artista mexicano y queda impedido de realizar su ‘mayor’ obra.” Además, el periódico reportaba la protesta desatada por los simpatizantes del pintor. La historia es hoy bien sabida: Diego Rivera recibió una comisión para un mural por parte de la familia Rockefeller –probablemente la más poderosa en Estados Unidos en las primeras décadas del siglo XX– para el edificio Radio City del Rockefeller Center, pero no contaban con que la militancia comunista del pintor mexicano permeara en su proyecto y decidieron no sólo rescindir su contrato sino destruir la obra. En aquel momento, las relaciones de nuestro país con Estados Unidos no estaban en los mejores términos y ante lo que se percibió como una afrenta contra la nación –además de las buenas relaciones de Rivera con los gobiernos revolucionarios y la simpatía de estos con su ideología–, se le invitó en 1934 a realizar una nueva versión del mural en el Palacio de Bellas Artes.

EL DESENLACE NO SÓLO fue una decepción para nuestro muralista, sino también para los propios Rockefeller, quienes con su proyecto urbano y arquitectónico buscaban consolidar su imagen como los líderes de la clase empresarial estadunidense y coronarse como los mayores promotores del arte moderno. Ya habían impulsado la creación del MoMA y ahora, fascinados tanto por las vanguardias europeas como por el muralismo mexicano, invitaron a tres artistas a que representaran la modernidad en los muros de su novedoso complejo: Pablo Picasso, Henri Matisse y Diego Rivera; sólo el último aceptó la invitación.

Desde el 26 de junio y hasta el 8 de septiembre, esta historia es evocada en las salas David Alfaro Siqueiros y Jorge González Camarena del Museo del Palacio de Bellas, a unos pasos de El hombre controlador del universo, nombre con el que Rivera tituló el nuevo mural realizado tras el fallido intento neoyorkino. Ahí, a través de fotografías, documentos fílmicos y sonoros, material hemerográfico, bocetos y estudios, todos ellos reunidos por primera vez, la exposición Nueva vida a un mural destruido 1933/1934

le permite al público no sólo comprender mejor este sonado episodio del arte mexicano, sino reconstruir el contexto en el que se desarrolló, así como los intereses y experiencias que llevaron a Rivera a tomar la polémica decisión que llevaría al conocido desaguisado. De esta manera se conmemora el 90 aniversario de su creación, a la vez ofreciendo una nueva revisión a la colección permanente del recinto, ejercicio siempre necesario.