Diversa Cultural

Diversa Cultural Foto: Especial y Wikimedia Commons

MUERTE DE UN POETA

¡Muere fusilado en Granada, el poeta de la mala muerte, Federico García Lorca! ¡Olé!

Con esta exclamación típicamente española recibí en París la noticia de la muerte de Lorca, el mejor amigo de mi adolescencia agitada. Este grito, que lanza biológicamente el aficionado a las corridas de toros cada vez que el matador consigue hacer un buen “pase”, o que sale de la garganta de los que jalean a los cantadores de flamenco, lo proferí con ocasión de la muerte de Lorca, para realzar el modo en que su destino culminaba de una forma trágica y típicamente española.

Cinco veces al día, cuando menos, Lorca hacía alusión a su muerte. Por la noche, no podía dormirse si, en grupo, no íbamos todos a “acostarle”. Una vez en la cama, encontraba el medio de prolongar indefinidamente las conversaciones poéticas más trascendentales que han tenido lugar en lo que va del siglo. Casi siempre terminaba por hablar de la muerte y, sobre todo, de su propia muerte.

Lorca imitaba y poetizaba todo de lo que hablaba, en especial su defunción. La ponía en escena recurriendo a la mímica: “¡Mirad —decía— cómo seré en el momento de la muerte!”. Después de lo cual bailaba una especie de ballet horizontal que representaba los movimientos angustiosos y convulsivos de su cuerpo durante el entierro, cuando el ataúd descendiera por una de las bruscas pendientes de su Granada natal. Después nos enseñaba cómo sería su rostro unos días después de su muerte. Y sus rasgos, que de costumbre no eran hermosos, se aureolaban de pronto de una belleza desconocida e incluso de una excesiva alegría. Entonces, seguro del efecto que acababa de producir en nosotros, sonreía, satisfecho del éxito que le procuraba la absoluta posesión lírica de sus espectadores.

Había escrito: “El río Guadalquivir tiene las barbas granates, / Granada tiene dos ríos, uno llanto, el otro sangre”.

También, al final de la oda a Salvador Dalí (doblemente inmortal), Lorca hace una inequívoca alusión a su propia muerte y me ruega que no tarde en seguirle en cuanto florezcan mi vida y mi obra.

Salvador Dalí, Diario de un genio, trad. Paula Brines, Tusquets, Barcelona, 2002.

Salvador Dalí y Federico García Lorca

EL EFÍMERO ARTE DE LA DANZA

Para incorporar la danza al arte universal de Wagner, su viuda, Cosima, invitó a la dinámica Isadora Duncan (1878-1927) y le dio “rienda suelta a la danza en Bayreuth”. Después de su representación de la danza de las Tres Gracias de la Bacanal de Tannhäuser en 1904, Isadora horrorizó a su patrocinadora al anunciarle que la idea de drama musical era una pura tontería. “El hombre debe hablar, luego bailar —explicó a la aturdida Cosima—, pero quien habla es el cerebro, el hombre que piensa. El canto es la emoción. La danza es el éxtasis dionisíaco que lo exalta todo. Es imposible mezclarlos de ninguna manera. Musik-Drama kann nie sein.” Cosima se llevó un buen disgusto, ya que las representaciones del Anillo en Bayreuth eran el vivo legado de la pasión de Richard Wagner por combinar las artes.

Isadora Duncan

ADMIRACIÓN Y AMISTAD

Querido Paul:

“Las mejores amistades, las más duraderas, se basan en la admiración”, me escribes.

Yo me andaría con cuidado a la hora de aceptar esto como una ley general –me parece menos cierto para las mujeres que para los hombres–, aunque sí que estoy de acuerdo con el sentimiento que hay detrás. […]

También estoy de acuerdo con que no es fácil seguir considerando amigo(a) a alguien después de que haya perdido el honor para nosotros. Tal vez esto ayude a explicar por qué sobreviven los códigos del honor en

el seno de una serie de bandas criminales que por lo demás son amorales: la banda sólo se puede mantener unida si los miembros se adhieren al código y no incurren en el deshonor ante los demás.

En cuanto a la amistad entre hombres y mujeres, sí que me resulta curioso que el orden habitual de los acontecimientos hoy día sea que primero el hombre y la mujer se hacen amantes y después amigos, en lugar de primero amigos y después amantes. Si esta organización es cierta, ¿acaso hemos de considerar que la amistad entre hombre y mujer es en cierto sentido más elevada que el amor erótico, una fase a la que ambos pueden acceder tras graduarse de la mera experiencia sexual del otro? Está claro que hay gente que piensa así: el curso del amor erótico es impredecible, dicen, no dura, se puede convertir de forma inesperada en su opuesto; la amistad, en cambio, es constante y duradera, puede estimular a los amigos para que se conviertan en mejores personas (tal como has dicho tú). […]

Cordialmente,

John.

Paul Auster y J. M. Coetzee, Aquí y ahora. Cartas 2008-2011, trad. Benito Gómez y Javier Calvo, Anagrama / Random House Mondadori, Barcelona, 2019.

Auster y Coetzee

ENFERMEDAD Y TEMPERAMENTO

Yo estoy convencido de que soy un enfermo de tinta débil; que al llegar a mí, el mal suele borrar sus manifestaciones habituales, por no se qué cortesía que cuadra muy bien con mi manera de ser y con mis ideas sobre la urbanidad mexicana.

Generalmente, el mal llega en su forma mínima o menos maligna; pero por lo menos, no se hace reclamo, no se anuncia con la propaganda de síntomas que traen los libros de patología. Es decir: que cuando no es benigno, por lo menos es bien educado. Me figuro que la medicina tendrá un lenguaje para traducir mis ideas: yo siento que hay temperamentos espesos y temperamentos delgados. En aquéllos, la enfermedad echa raíces y suelta follaje, es frondosa, hincha los cuadros clásicos de la sintomatología. En los temperamentos delgados, como el mío, la enfermedad es una ligera parásita que se esconde y flota levemente. Esto —repito— aun en los casos de gravedad.

Alfonso Reyes, “De memoria a la facultad”, La cosa boba. Prosa incidental, prólogo y sel. Jesús Silva Herzog Márquez,

El Equilibrista, 2017.

INGENIO

El cineasta y escritor español Rodrigo Cortés comenzó a escribi Verbolario, cuando se puso un día a “juguetear con las palabras […] robándole, dos mil quinientas palabras a la RAE". Les dio a muchas un significado nuevo, aquí el ejemplo con cada letra del abecedario.

Apadrinar, v. tr. Hacerse cargo de los pecados de otro.

Bache, m. Realidad agazapada.

Calumniar, v. tr. Verter la propia mugre sobre la imagen de otro.

Delgado, adj. Gordo a la espera de mejor momento.

Emoción, f. Afección estomacal ligada a algunas revelaciones.

Fachada, f. Primera página del edificio.

Glande, m. Remate del miembro viril, por pequeño que sea.

Hija, f. Quebradero de cabeza del padre.

Igualdad, f. Mediocridad consensuada.

Justificación, f. Repertorio de quejas.

Karma, m. Cobrador paciente.

Lapsus, m. Verdad al descuido.

Mayordomo, m. Periodista al servicio del político.

Nutrición, f. Ciencia que, cada quince o veinte años, convierte lo malo en recomendable y en perjudicial lo bueno.

Ñ, f. Letra provista de vírgula que sobra en muchísimas lenguas.

Opaco, adj. Que no permite ver lo que hay al otro lado, pero invita a asomarse.

Papada, f. Cuello que quiere ser cabeza.

Química, f. Poesía reducida a prosa.

Reiniciar, v. tr. Apagar y encender la vida a ver qué pasa.

Serie, f. Libro del que no lee.

Tuitear, v. tr. Gritar en una habitación cerrada.

Uva, f. Tapón de la laringe en fechas señaladas.

Voluntad, f. Capacidad de hacer lo que no se quiere hacer.

Web, f. Red informática y, por tanto, de pesca.

Xenofobia, f. Desconfianza en uno mismo.

Yoga, m. Disciplina oriental que estira al occidental o, si no, lo anuda.

Zombi, m. Empleado desprovisto de estímulo.

Rodrigo Cortés, Verbolario, Random House, 2022.

Verbolario