Yadira Ramírez aún sostenía a sus hijas en brazos y agarraba de la mano a su esposo, Christian Iván Robledo, cuando la casa se les vino abajo. Él alcanzó a despedirse, le dijo que la amaba y le pidió perdón a Dios.
Instantes después ella quedó sepultada mientras su esposo y sus dos hijas, Noemí, de siete años y Frida Sofía de cuatro meses de edad, fallecieron al instante.
Los cuatro llegaron a vivir hace un año a Juchitán, Oaxaca. Para él, de 25 años de edad, se había convertido en un deseo el vivir en este sitio ya que aquí podría trabajar en una refaccionaría y un taller para reparar refrigeradores.
El dato
Los tres parientes de Yadira fueron enterrados de inmediato, ya que no halló una funeraria donde se pudiera hacer un velorio más extenso para los fallecidos.
En Juchitán podría vivir con sus padres y tener un mejor futuro; su mujer dejó la capital del estado para venir a vivir con él.
Vivían en una pequeña casa en el callejón Albino Jiménez, número 7 de la sexta sección del Barrio de la Cruz.
El jueves pasado la casa se derrumbó mientras dormían, lo único que alcanzaron a hacer fue tomarse de las manos.
“Estábamos durmiendo, mis niñas, mi esposo y yo. No sentimos cuando comenzó el temblor, sólo cuando ya estaba muy fuerte y agarramos a las niñas pero se nos vinos el techo encima”, Yadira Ramírez, Sobreviviente
“Estábamos durmiendo, mis niñas, mi esposo y yo. No sentimos cuando comenzó el temblor, sólo cuando ya estaba muy fuerte y agarramos a las niñas pero se nos vino el techo encima. Nos agarramos de la mano y empezamos a hablarnos. Ahí sentimos cómo se nos vinieron todas las paredes encima y nos enterró a los cuatro.
Durante el sismo, Christian sólo logró decirle que la amaba. Las dos pequeñas se fueron sin dolor, mientras dormían.
“Nos despedimos mi esposo y yo. Las niñas no, estaban dormidas… sabíamos que no íbamos a salir de ahí, no sé cuánto escombro nos cayó. Él me pidió perdón y me dijo que me amaba, le pidió perdón a Dios y a sus hijos, y después gritó cuando le cayó algo en su espalda y comenzó a vomitar. Después le dije: Ahí está la abuela, aguanta. Pero ya no me contestó”, relató Yadira.
“Él me pidió perdón y me dijo que me amaba, le pidió perdón a Dios y a sus hijos, y después gritó cuando le cayó algo en su espalda y comenzó a vomitar. Después le dije: Ahí está la abuela, aguanta. Pero ya no me contestó”
Con voz entrecortada y mirada llena de lágrimas, Yadira relató cómo los vecinos fueron poco a poco removiendo escombros y escarbaron hasta llegar a su cabeza. La encontraron herida con un golpe en el cuello, sin embargo, su familia no logró sobrevivir.
“No sé cuánto tiempo pasó. Me dijeron que aguantara pero ya no podía, se me acababa el oxígeno. Realmente no sé cómo pude seguir respirando, cuando llegaron a mi cabeza le pedí a Dios que ya no, que ya me llevara porque estaba sufriendo mucho, tenía a mis niñas aquí (en sus brazos), a mi esposo lo tenía agarrado de la mano”.
Junto a ellos vivía la abuela de Christian, quien corrió a pedir ayuda al ver la casa en ruinas.
La mirada se le torna cristalina cuando recuerda a las niñas. Noemí, la más grande, quería ser doctora, tenía 9.5 de promedio en segundo año de primaria y al regresar de la escuela cargaba a su hermana.
“Ella decía que la quería cuidar como si fuera su madre, la quería y mucho, y decía que las dos iban a ser doctoras”.
La señora Tomasa López dormía también en un cuarto en el mismo terreno, el cual quedó con daños graves.
“Ellos siempre duermen noche, pero ese día se durmieron temprano, me dijo mi nieto que me fuera a dormir, que el agua iba a llegar de madrugada”, relató.
Noemí se la pasaba cantando y jugando, la tomaba de las manos y la invitaba a hacer lo mismo, cuenta doña Tomasa al momento en que el llanto le quiebra la voz.
En medio de los recuerdos, María Cruz, madre de Christian le tiende la mano a Yadira. Ella estaba en Matías Romero cuando sucedió el temblor.
“Mi hijo era un buen muchacho, alegre y muy amigable y no era grosero. Quería a su familia mucho”, expresó.