Aristóteles dedicó uno de sus tratados breves a reflexionar sobre la respiración; al igual que sus contemporáneos —Aristógenes, Demócrito, Empédocles—, el príncipe de la Filosofía sostuvo que el cuerpo humano se nutre mediante dos operaciones: la digestión y la respiración.
Las últimas dos décadas hemos visto un giro en la forma de comprender la alimentación; dejamos atrás los productos procesados —vestigio alimenticio de las guerras mundiales del siglo XX— y dimos paso a los productos orgánicos, a los empaquetados reutilizables, a la comida artesanal. Todo esto con el fin de mantener la salud y escapar de las garras del cáncer frente al que la ciencia médica logra hacer poco, aún.
Sin embargo, perdimos de vista al otro gran nutriente del cuerpo humano: el aire —neuma, en griego—. Y, al igual que en la nutrición, tenemos que estar atentos tanto a los agresores naturales como a los que son consecuencia de la civilización. Es decir, es tan importante reducir la emisión de gases como desarrollar vacunas para las nuevas súper bacterias y virus, como el que padecemos ahora.
Además, Aristóteles definió a las personas como animales políticos. La nutrición y la respiración atienden la parte biológica; sin embargo, no hay humanidad posible sin convivencia social: fuera de la polis sólo pueden vivir las bestias o los dioses, sentenció el filósofo de Estagira. Por ello, la nueva normalidad debe articular las necesidades físicas con la convivencia social; esto desencadenará nuevas formas de trabajo, de relación, de interacción.
Así como vimos el giro en la comida, ahora veremos un ajuste en la respiración de los ambientes que creamos y frecuentamos. En Reino Unido, por ejemplo, el gobierno está impulsando social bubbles que son reuniones, al aire libre, de un grupo reducido de personas. De este modo se logra la convivencia social, al tiempo que se reducen las posibilidades de contagio.
Los nuevos días exigirán un cambio en las condiciones de convivencia social; a manera de ejemplo, la reducción del tiempo de traslado de los trabajadores beneficia tanto al individuo como a la comunidad. Para los académicos franceses, éste será el principal ajuste: el télétravail (trabajo desde casa) será la norma para muchos franceses, a partir de ahora.
En términos personales, las relaciones familiares exigirán nuevas reglas de convivencia, así como espacios para desarrollar el trabajo cotidiano. Más importante aún, la pandemia ha visibilizado la importancia de las labores de cuidado: lavar los trastes, hacer las compras, limpiar la casa fueron vistas como labores estrictamente femeninas que, por sí mismas, eran poco valoradas. Para Haruaki Deguchi, reconocido académico de la Universidad de Beppu —en Japón—, éste será el principal ajuste que dejará el Covid-19: una nueva distribución de las labores domésticas.
Así, las formas de civilización prestarán más atención a las necesidades biológicas creando nuevos modelos económicos y sociales, sobre los hombros de Aristóteles: tan novedoso y tan antiguo.