No hay indicadores de que vaya a bajar la popularidad del Presidente.
Seguramente seguirán los leves vaivenes, pero no se aprecian apuros que lo obliguen a cambiar el camino, con todo y que la lógica así lo exija.
Hay muchos motivos para que el Presidente mantenga su popularidad. Uno de los más importantes es que, efectivamente, guste o no, el país está cambiando sin que por ahora quede claro su destino.
El Presidente ha impuesto cambios de forma y fondo que no tienen paralelo, en lo único que mantiene una cuestionable identidad es con su visión de las formas económicas de los 60 y 70; no necesariamente son como las recuerda.
Las confrontaciones que ha tenido el Presidente han sido con grupos o sectores que se encuentran quizá lejos de sus millones de furibundos seguidores. Los 30 millones de votos que obtuvo pueden bajar y subir, pero sigue conservando una mayoría clara que le permite moverse a sus anchas y que le da para arremeter contra quien llama sus adversarios, los cuales igual son empresarios, intelectuales, científicos, feministas o periodistas.
A todos los ve distantes del “pueblo bueno”, lo que le permite hablar en su nombre y entender que el grueso de la población está con él. Se puede interpretar que mucho de lo que proviene del “círculo rojo” no le importa ni lo considera, lo ve distante y lejos del “pueblo” del cual se asume como su mayor vocero y representante, quiérase o no algo tiene de razón.
Da la impresión que al Presidente no le gusta hablar ni estar en contacto con ciertos sectores, lo hace en la mayoría de los casos porque no tiene de otra.
La gran pregunta es por cuánto tiempo se puede mantener la estrategia para la gobernabilidad, la cual ya produce enojos, rebatingas y duelos verbales con estos actores.
Muchos de los debates que han sido y son de enorme relevancia no han trascendido al grueso de la población, por la simple razón de que las urgencias de la mayoría están bajo otra dinámica, en muchos casos están en la sobrevivencia.
Si alguien lo sabe y entiende es el Presidente. Recorrer más de tres veces el país le ha permitido ver en primera línea las grandes carencias, necesidades y urgencias. Se podrá estar a favor o en contra del tabasqueño, pero si alguien tiene el termómetro del país es él, en lo que se puede diferir es en la forma de verlo.
El problema bajo esta perspectiva es que el Presidente no se ve en lo más mínimo afín a encontrar derroteros distintos que pudieran colocar el desarrollo del país bajo perspectivas que pudieran generar condiciones diferentes de vida y, sobre todo, una mayor integración.
Por más que la popularidad del Presidente se mantenga va a tener que reconocer y asumir tarde que temprano que existen en el país sectores que son fundamentales para el desarrollo y que los debiera escuchar, a pesar de su reticencia.
La popularidad se puede mantener y pudiera cimentarse siempre y cuando las políticas públicas que ha puesto en marcha se consoliden y den resultados, es por ello que el Presidente apuesta de manera evidente al proceso electoral del año que entra y es por eso también que la semana pasada le mandó un “estate quieto” a Morena.
La gran prueba para el Presidente y su gobierno va a estar hacia final de año y, sobre todo, el primer trimestre del que viene.
Su gran tema es la corrupción, y si no se empiezan a ver resultados concretos, no va a bastar con el discurso, el cual será alcanzado por la terca realidad.
El otro gran tema es el económico. No hay signos de que se puedan atemperar los problemas que se nos vienen y en este renglón no se pueden dar muchas largas.
La popularidad del Presidente se mantiene y resiste; sin embargo, los grandes líos se aproximan.
RESQUICIOS.
Más de 81 mil personas fallecidas. No perdamos la capacidad de asombro; no perdamos de vista lo que esto significa; no perdamos de vista los problemas que seguimos teniendo; no perdamos de vista la recurrente confusión de las autoridades y no perdamos de vista que son 81,000 familias.