Elecciones Venezuela 2021 y la mesa de diálogo en México

ENTRE COLEGAS

Horacio Vives Segl *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

Tras algunos intentos fallidos por sentar en una mesa de negociaciones al gobierno de Nicolás Maduro y a la oposición venezolana —cuyos referentes más relevantes son Juan Guaidó, Leopoldo López y los partidos que integran el denominado G4—, para avanzar en el cronograma electoral de las elecciones regionales del 21 de noviembre, hace unos días se logró celebrar ese encuentro en el Museo de Antropología de la Ciudad de México.

El encuentro fue auspiciado por el gobierno de Noruega, que ha fungido como facilitador de las mesas, con el acompañamiento de los Países Bajos y Rusia. El resultado de la mesa de negociación del pasado viernes 13 arroja como saldo un optimismo moderado. Hay que entender el contexto previo que incentiva a los bandos a tener, al menos, la voluntad de sentarse a una mesa de negociaciones: la dictadura, deslegitimada y cada vez más repudiada y aislada internacionalmente, enfrenta crecientes dificultades para mantener el gobierno y para sostener la narrativa de que se mantiene ahí gracias a elecciones competitivas y libres; mientras que, para la oposición, el no haber participado en las últimas elecciones le ha quitado la posibilidad de sumar recursos de poder político, que le permitan confrontar al chavismo desde la base competitiva que da el respaldo de obtener espacios legislativos, y en gobiernos municipales y estatales. A esto hay que considerar que, más allá del ímpetu inicial que representó el reconocimiento y aval político de organismos internacionales y países democráticos, a Juan Guaidó como “presidente legítimo”, resulta cada vez más difícil y costoso mantener una agenda de unidad conforme el tiempo transcurre, no se observan avances y el régimen tiránico de Maduro nada más no cae.

El nivel de desconfianza recíproca entre el gobierno y la oposición venezolana es tal, que cualquier avance pende de un hilo. En esa lógica, que se haya concretado la reunión en México, cuando pudo haberse abortado incluso ya con las delegaciones en el país, es una buena noticia. Se dieron tres acuerdos concretos: 1) la continuidad de los diálogos; 2) los temas a discutir, entre los que destacan un cronograma para elecciones con garantías de integridad y observadores internacionales, el respeto al Estado constitucional, la renuncia a la violencia, la protección de la economía y de la población, y el levantamiento de las sanciones; y 3) el método suma cero de la negociación: nada está aprobado hasta que todo esté acordado.

Finalmente, el resultado genera un acierto discreto para México. En un guiño a la dictadura madurista, hace unas semanas el gobierno mexicano decidió hacer un pomposo homenaje por el 238º aniversario del natalicio de Simón Bolívar. Más allá de su incuestionable valor como prócer en la emancipación de los pueblos de Sudamérica, la apropiación populista que de la figura del caudillo ha hecho la llamada “revolución bolivariana” es espuria e insultante… pero hoy por hoy, esa visión compartida sobre los “héroes” del pasado puede interpretarse como un lazo más que une a los gobiernos —aunque no a las ciudadanías— de Venezuela y México.

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