En 2018 se fundó la Dirección General de Divulgación de las Humanidades y las Ciencias Sociales en la UNAM. Desde entonces, la dependencia ha realizado una labor muy importante para divulgar, difundir y comunicar las humanidades y las ciencias sociales dentro de la UNAM y fuera de ella.
Llama la atención que esta Dirección General apenas tenga tres años de existencia. El contraste con el área científica es muy grande: la Dirección General de Divulgación Científica de la UNAM funciona desde 1997. ¿Por qué ese rezago de las humanidades frente a las ciencias en el campo de la divulgación?
Hasta hace poco había la idea de que divulgación de las humanidades y las ciencias sociales no necesitaba de la atención institucional porque, por así decirlo, estas áreas del conocimiento se las arreglaban por sí solas. Se suponía que cada filósofo o jurista o economista tenía todas las capacidades requeridas para ser un divulgador. Nada más falso. Puede haber estupendos investigadores, profesores y profesionistas en las humanidades y las ciencias sociales que no sean divulgadores competentes de ellas. La divulgación requiere de conocimientos, técnicas y destrezas que no se adquieren de manera automática sólo por tener una formación como humanista o un científico social. En otras palabras, la divulgación de las humanidades y las ciencias sociales debe entenderse como una actividad profesional como cualquier otra, que requiere de un entrenamiento y de herramientas adecuadas para llevarse a cabo de manera adecuada.
La necesidad de una profesionalización de la divulgación de las humanidades y las ciencias sociales está muy ligada con el desarrollo de los nuevos medios de comunicación. En el siglo anterior, el vehículo principal de la divulgación en aquellos campos de conocimiento fue el periodismo en papel. Todos recordamos a distinguidos humanistas y científicos sociales que también fueron destacados columnistas. Pero hoy en día contamos con muchos otros medios por medio de los cuales se puede llevar a cabo la divulgación: el radio, la televisión, las redes sociales, los blogs y los podcasts.
El cambio de paradigma no sólo tiene que ver con las nuevas tecnologías de información, sino con el imperativo de realizar la divulgación de manera colectiva. El modelo del humanista o el científico social que escribe su artículo semanal en la soledad de su estudio ha quedado superado. Ahora entendemos la divulgación como un trabajo en el que colaboran personas con diversas formaciones y competencias: comunicólogos, ilustradores, fotógrafos, museógrafos, diseñadores de páginas web. Por ejemplo, para hacer una cápsula para la televisión o el internet, es indispensable que especialistas de diversas disciplinas se pongan de acuerdo para cumplir con su tarea.
Una variable adicional de la divulgación contemporánea es la de ofrecer productos específicos para cada tipo de público: niños, adolescentes, adultos, personas de la tercera edad, así como productos diseñados para sujetos con diversos tipos de formación previa, desde aquellos que sólo cuentan con la primaria hasta aquellos que cuentan con una carrera universitaria.
El Estado, las universidades y las organizaciones de la sociedad civil deben hacer un esfuerzo para divulgar las humanidades y las ciencias sociales en México. Desde hace varias décadas hay un movimiento global para que estas disciplinas se vuelvan cada vez más especializadas, más técnicas, más complejas. Un problema de esta tendencia es que estas áreas del conocimiento se han vuelto más inaccesibles y más difíciles de entender para el público en general. El peligro es que la función pedagógica —en el sentido más amplio del término— de las humanidades y las ciencias sociales se pierda, lo que sería una desgracia para el país. México requiere de las humanidades y las ciencias sociales para tener una sociedad más razonable, más virtuosa, más democrática. No se trata, nada más, de ofrecer una distracción cultural a nuestros conciudadanos, sino de lo que podríamos llamar una tarea de salvación frente a los retos más graves que enfrentamos.
En estos tiempos en los que abundan las malas noticias, la reciente creación y el vigoroso funcionamiento de la Dirección General de Divulgación de Humanidades y Ciencias Sociales de la UNAM me da la esperanza de que los mexicanos podremos salir adelante por medio del cultivo del pensamiento, la imaginación y la inteligencia.