El bicentenario de la independencia

TEATRO DE SOMBRAS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

Ya estamos en septiembre y el tema del bicentenario de la independencia se ha discutido poquísimo. El foco de atención sigue estando, como desde hace meses, en la interpretación de los sucesos de 1521.

En 1921, hubo un debate muy acalorado sobre el significado de la efeméride. Algunos grupos salieron en defensa de Agustín de Iturbide. Otros lo repudiaron y pusieron en el pedestal a Vicente Guerrero y a Guadalupe Victoria. Yo temía que volviera a pasar lo mismo en 2021. Que la derecha volviera a reclamar para Iturbide la paternidad de la patria y que la izquierda hubiera vuelto a sostener que el verdadero y único padre de la patria fue Miguel Hidalgo. Afortunadamente, esa rancia discusión no se ha vuelto a prender. Se ha ignorado a la independencia en las controversias del espacio público, y quizá eso sea lo mejor para el estudio histórico acerca de ella y para la tarea de reflexión acerca de su significado.

El historiador argentino Gabriel Entin publicó este mes en la revista Nexos un artículo llamado “La consumación como mito de la independencia”, en el que afirma que deberíamos dejar de pensar el movimiento de 1821 como la consumación de lo que comenzó con el movimiento de 1810. Me parece que el artículo de Entin debería tomarse muy en cuenta en las conversaciones que tengamos sobre el tema.

La celebración de lo que sucedió en 1821 no debería entrar en pugna con la celebración de lo que sucedió en 1810. El movimiento de Hidalgo y el movimiento de Iturbide fueron muy distintos, respondieron a distintos intereses, tuvieron diferentes horizontes. Señalar las virtudes de uno no debería opacar las virtudes del otro. Por lo mismo, denunciar los defectos de uno tampoco debería estorbar para señalar los defectos del otro. No debemos caer en el maniqueísmo de ser partidarios de Hidalgo y enemigos de Iturbide o ser partidarios de Iturbide y partidarios de Hidalgo. Esa pugna ya pasó. Fue un debate del siglo XIX que se resucitó, de manera algo inesperada, en 1921, durante el gobierno de Álvaro Obregón. En este 2021 podemos ver las cosas de manera distinta para que la historia nos una en vez de que nos divida.

En un artículo anterior he dicho que el concepto argentino de “la grieta”, es decir, de la división irreconciliable entre dos bandos políticos, ya se puede utilizar en México. A ese nivel de confrontación hemos llegado. Si queremos mitigar esa grieta —eliminarla sería pedir demasiado— podríamos buscar ciertos acuerdos nacionales que queden por encima de nuestras divisiones maniqueas. Uno de ellos puede construirse en torno a la independencia de nuestra patria. Celebrar sin oportunismos políticos, en este septiembre, podría ser una manera de olvidar, aunque sea por unas horas, nuestras lamentables diferencias para recordar aquello que nos une.

Temas: