¿Cómo recibe el mundo la iniciativa mexicana de reforma eléctrica y de nacionalización del litio? En unos días se reunirá la comunidad internacional para discutir los más recientes resultados del panel de científicos sobre cambio climático. El mundo se dirige peligrosamente hacia un calentamiento de 3ºC, muy alejado del propósito de 1.5º del Acuerdo de París.
Eso significaría que la transformación del clima de la Tierra sea irreversible (mientras que, si aplanáramos la curva en la próxima década, conforme al Acuerdo de París, todavía podríamos heredar a nuestros hijos y nietos un planeta apacible, con estaciones que volverían a encontrar su ritmo). Hay una pequeña ventana de oportunidad, todavía es reversible lo peor, pero muy pronto cruzaremos el punto de no retorno. Para evitarlo, se necesita acelerar la transición energética. Urgen autos eléctricos y que se carguen con electricidad limpia, no producida con carbón mineral o combustóleo. El mundo necesita más energías renovables y más baterías de litio.
Frente a ese dilema existencial planetario, el Presidente mexicano se ocupa de otro tema legítimo: cómo reafirmar soberanía sobre el litio y la electricidad. Desde luego, los países deben defender su soberanía: hacer planes para garantizar su energía, producir en vez de importar vacunas, disuadir con submarinos a potencias invasivas. Pero mientras la humanidad corre riesgos inéditos reales por la transformación del clima, México es gobernado mediante vagas intuiciones soberanistas: una refinería en la zona más vulnerable al alza del nivel del mar; ampliar la vida de las centrales carboeléctricas; regresar todo el control a la CFE, sin regulación autónoma; la intuición de nacionalizar el litio.
Por más nacionalizaciones que haga un país, no será soberano si no genera empleos calificados y si no tiene políticas fiscales sanas. Peor aún, existe una maldición de los recursos naturales nacionalizados: los estados con abundante petróleo, diamantes o litio son en su mayoría corruptos y autoritarios. Leif Wenar dice que la transición a la democracia en México se logró porque se nos acabó el petróleo.
¿Nacionalizaremos el litio para que el líder sindical de una futura empresa estatal minera se vuelva multimillonario? Durante el régimen posrevolucionario eso fue una tragedia, ahora sería una farsa. Queremos el litio para todos los mexicanos. Eso sólo se logrará con transparencia y contrapesos. Hay opciones de regulación con perspectiva nacionalista. Por ejemplo: asociaciones estratégicas para compartir la actual tecnología de separación de litio y roca arcillosa.
Cuando el mundo busca acelerar la transición energética, México debe aprovecharlo y apurarse a contribuir. Es ahora cuando las acciones de Tesla aumentan como la espuma. Nadie, ni nada, es indispensable, ni siquiera nuestros campos de litio. Las baterías se pueden fabricar recurriendo a otros países y a otros metales (como el cobalto). ¡Obtengamos ingresos salvando al planeta!