Aun cuando la problemática de la pandemia de Covid-19 no termina de resolverse, el mundo enfrenta en paralelo un nuevo reto con el creciente repunte inflacionario. En muchos países del orbe remonta esta preocupación que afecta a prácticamente toda la población. En efecto, empresarios, gobiernos, trabajadores, inversionistas, amas de casa, todos están resintiendo directamente el incremento de los precios.
En Estados Unidos, la tasa de crecimiento anual de los precios al consumidor fue de 6.2%, la más alta desde finales de 1990. En Latinoamérica, la inflación promedio de Brasil, Chile, Colombia, México y Perú alcanzó 8% anual en octubre, y de más de 10.5% en el solo caso de Brasil. En México, en el mismo mes, la tasa llegó hasta 6.2%, alcanzando un máximo en 23 años.
Para entender las razones que promueven el vigoroso crecimiento de los precios ,hay que precisar que si bien en el concepto económico básico y fundamental la inflación es un fenómeno monetario (mucho dinero para pocos bienes, diría la teoría tradicional), también hay razones estructurales que promueven la mayor inflación. Es decir, si bien el proceso de recuperación económica mundial implica una mayor demanda y, por tanto, más presiones al alza sobre la inflación, no es una razón única para explicar el fenómeno actual.
Estas razones distintas al avance de la demanda, tienen que ver con la insuficiencia de la oferta para abastecer los mercados, generando costos adicionales y presión sobre los precios. Es muy sabido ya que la pandemia implicó el rompimiento de cadenas productivas que, por ejemplo, se han traducido en una escasa oferta de insumos electrónicos, promoviendo paros en algunas industrias manufactureras como la automotriz. Asimismo, el mundo enfrenta una crisis de transporte derivada del encarecimiento en el costo de los contenedores marítimos, a la par que el incremento de los precios del petróleo es un elemento adicional de presión sobre los costos de transporte.
En paralelo, por el aumento de la demanda y por razones climáticas, los precios internacionales de los alimentos se han incrementado sustancialmente, generando inflaciones más altas que, por ejemplo, en el caso de México, los precios de los alimentos procesados se han incrementado 7.2%, e incluso, los de la carne 12%. Esto además de generar mayor inflación, tiene un impacto directo sobre los niveles de bienestar y pobreza, pues los estratos sociales de más bajo ingreso son los que destinan la mayor parte de su ingreso a los alimentos.
A pesar de las presiones actuales, los problemas estructurales, anteriormente descritos, tienen una naturaleza temporal, es decir, se corregirán en el corto y mediano plazos. Si bien se han ido prolongando las soluciones y con ello generándose una mayor inflación, la perspectiva de los bancos centrales y de los analistas es de que la inflación comience a ceder, principalmente a mediados del año que viene.
Además, como es el caso de Banco de México, la mayoría de los bancos centrales de los países de economías emergentes han incrementado su tasa de interés, a fin de evitar una contaminación de las expectativas inflacionarias, que a la fecha permanecen todavía ancladas las de largo plazo. Este es el principal riesgo ahora, evitar que la inflación cobre una dinámica alcista por sí misma.