No miren arriba ¿Decrecer es la salvación?

ANTROPOCENO

Bernardo Bolaños *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

La película No miren arriba, de Adam McKay, disponible en Netflix, es la ficción de un cometa que golpeará la Tierra y destruirá la vida en nuestro planeta. En esta comedia, los políticos enfrentan tibiamente el reto, titubeando en lanzar misiles atómicos contra el proyectil de roca que viene a nuestro encuentro; pero una gigantesca empresa transnacional propone “algo mejor”: fragmentar el cometa y extraer de él elementos raros necesarios para fabricar teléfonos inteligentes.

La moraleja de esta sátira parece ser que no se puede enfrentar la crisis ambiental y, al mismo tiempo, hacer grandes negocios. La sección mexicana del movimiento de jóvenes fundado por Greta Thunberg (@fffmex) lo resume con un tuit: “¡Decrecimiento o colapso!”.

Ahora bien, decrecimiento no significa que cualquier sector de la economía deba contraerse. Delphine Batho, candidata fallida a la presidencia de Francia, explicaba en su campaña de 2021 que una sociedad que cumpla con los Acuerdos de París puede ser una sociedad más consumista de bienes culturales y educativos, de arte y deporte. Ir más al teatro o al parque, a pie, no calienta al planeta. El PIB puede crecer jalado por las energías renovables y la agroecología, siempre y cuando decrezca el consumo de combustibles fósiles. Debemos decrecer, claramente, pero con respecto a termoeléctricas que funcionen con combustóleo y vehículos a gasolina y diésel.

En 2022, el PIB de México va a aumentar 4.1% según la previsión oficial (2.8% según la encuesta de Citibanamex). Al final del actual sexenio, la economía mexicana será del mismo tamaño que en 2018. Con el inconveniente de que la población sigue incrementándose y, por lo tanto, el PIB per cápita será menor que en 2018. ¿Una tasa de crecimiento económico acumulado cercano a cero significa un sexenio perdido? Desde un enfoque desarrollista, sí, sin duda. ¿Desde uno ambientalista? Como muestra la francesa Batho, en parte también.

Lo que debe importarnos a los ambientalistas es que la huella de carbono de las personas sea compatible con los objetivos del Acuerdo de París. Menos de 3 toneladas de CO2 por persona. En nuestro país, el promedio es de 4 toneladas de CO2 por año por persona y eso que es menor que en muchos países industrializados. Por ejemplo, la huella de carbono de un estadounidense promedio es de ¡16 toneladas al año!

Sobre la huella de carbono del mexicano promedio, no hay que engañarse: la mayoría de los mexicanos no viaja en avión y sí usa el transporte público. Mientras algunos compatriotas emiten decenas de toneladas de CO2 a la atmósfera por sus vuelos frecuentes, su dieta basada en abundante carne y el uso intensivo del automóvil, los indígenas y la población marginada no contribuyen a la crisis climática. Por ello, lo que debe decrecer es el consumo de material sucio de algunos y crecer el consumo cultural de todos.

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