Cuando el otrora partidazo mandaba, línea y disciplina reinaban puertas adentro. Si el Presidente priista ordenaba, la militancia acataba. La orfandad del gran tlatoani tricolor ha derivado invariablemente en batallas internas, la dirigencia nominal contra la fuerza funcional del partido huérfano de mando.
El PRI vive en una de sus mínimas expresiones en su historia, le restan cuatro gobiernos estatales, tan pocos senadores que toda la bancada cabe en una camioneta y siete decenas de diputados federales cuyos votos, ésos sí, valen para Morena, representan la diferencia entre querer y poder cumplir las peticiones del Presidente.
Esa bisagra legislativa empodera a sus pastores, Alejandro Moreno, diputado y presidente del CEN priista, y Rubén Moreira, coordinador de la bancada. Liderazgo formal frente al PAN y el PRD.
Para las seis gubernaturas en disputa este año, Moreno y Moreira componen por encima y por debajo de la mesa. Van en alianza en Hidalgo, Aguascalientes, Tamaulipas y Durango. En Oaxaca y Quintana Roo pescan por separado para valorar y determinar que tanta lucha o no darán en cada frente.
Omar Fayad, gobernador de Hidalgo, bastión histórico superviviente del priismo -Estado de México y Oaxaca, los otros-, arremete contra su dirigencia, lo dejaron fuera de la toma de decisión para elegir a Carolina Viggiano, secretaria general del CEN y esposa de Rubén Moreira como candidata; para ello, el PRI dejará que el PAN la postule a nombre de la coalición.
A la priista la pondrá el PAN. Fayad queda fuera, la comunicación rota. No se hablan, menos se escuchan.
La administración del PRI prospecta escenarios; no ir en contra de Morena, votar su Reforma Eléctrica, parecer oposición y festinar si en esa ecuación gana alguna de las seis posiciones en lista.
Porque para erigirse en oposición real se han quedado sin proyecto, AMLO tomó todas sus causas sociales históricas, viene de allá y ejecuta mejor que ellos su liturgia de poder.
Y encima, les sobran pecados, unos expuestos como los de Emilio Lozoya, la lapidación política y judicial en contra de Rosario Robles y los exgobernadores próximos a ser extraditados. No hay pues, con qué. Mejor cerca que lejos. Estricta supervivencia.
Hoy la posición del jefe nominal -no real- de Morena, Mario Delgado, está bajo fuego. Debe -porque puede- cumplir las instrucciones de Palacio Nacional lo mismo para el Presupuesto de Egresos de la Federación que en las designaciones de candidaturas para seis gubernaturas, barnizando el proceso con encuestas lo suficientemente opacas para que nadie sepa —y nadie supo— por qué tal o cual prospecto fueron nominados.
Y esto para preparar la madre de todas las encuestas de selección, la de 2024. Por eso la reyerta y quejas de la senadora oaxaqueña Susana Harp, de la tamaulipeca Maki Ortiz y de Marybel Villegas en Quintana Roo presagian tormentas si no se ejerce el poder delegado por AMLO a Delgado con tacto y talento. Operar no es sólo pregonar, es operar, conciliar y someter sin levantar polvo.