La herencia del INE

CONTRAQUERENCIA

Eduardo Nateras<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Eduardo Nateras*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

El lunes pasado rindieron protesta las nuevas consejeras y consejeros del INE, quienes habrán de ocupar el cargo por los próximos 9 años, tras la salida de Lorenzo Córdova, Ciro Murayama, José Roberto Ruiz y Adriana Favela.

Se trató de la salida de los últimos funcionarios nombrados a partir de la reforma electoral del 2014, que dio pie a la transformación del otrora Instituto Federal Electoral en uno con carácter y atribuciones nacionales.

Las medidas adoptadas en su momento, dieron pie al Instituto Nacional Electoral tal y como lo conocemos hasta este momento, el cual, entre otras funciones, quedó encargado de organizar y velar por la organización de elecciones a nivel federal, estatal y municipal, con la intención clara y definida de eliminar cacicazgos locales y regionales —entre otras medidas, a partir del nombramiento desde oficinas centrales de quienes integran los institutos electorales estatales, convertidos en organismos públicos locales electorales (OPLEs)— y de revestir los procesos y procedimientos de organización de elecciones a nivel local con los mismos estándares de calidad y certeza con los que el entonces IFE organizaba elecciones federales desde su surgimiento.

El objetivo se logró con creces y permitió organizar elecciones locales concurrentes con federales por primera vez desde 2015, lo que permitió eficientar y homologar procesos entre autoridades electorales, supervisar y mejorar procedimientos, ahorrar recursos y —en situaciones excepcionales— atraer la organización de elecciones locales, ante la detección de inconsistencias por parte de los OPLEs.

Sin embargo, las atribuciones con las que fue revestida la entonces nueva autoridad nacional a partir de la reforma, implicaron una sobrecarga de responsabilidades y funciones que fueron posibles, no sólo de sortear, sino de poner en práctica sobre la marcha, gracias a la enorme experiencia de funcionarias y funcionarios y personal del servicio profesional electoral, quienes han dotado de altos estándares de calidad y excelencia, la organización de elecciones en nuestro país.

Es así que, desde 2015, cada proceso electoral federal concurrente implica la elección más grande de la historia de nuestro país —una superando a la inmediata anterior—, por la cantidad de cargos en disputa, el número de estados con alguna elección en juego distinta a la federal y por la ciudadanía participante con posibilidad de votar. Y todo ello —hasta la última elección federal de 2021— ha funcionado bien y sin contratiempos mayores. No por nada, al día de hoy, el INE representa un referente de autoridad electoral internacionalmente, lo que le ha valido numerosas consultas y labores de acompañamiento y asesoría para el diseño de sistemas electorales de otras naciones.

Éste es el escenario que heredan la y los consejeros electorales salientes, a quienes recién asumen el cargo, una posición de enorme prestigio, pero con la aún más grande responsabilidad, para con la nación y su ciudadanía, de salvaguardar —y perfeccionar— la organización de elecciones en nuestro país.

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