En el inmediatismo en que vivimos el Presidente va saliendo bien librado. Contra lo que se llegó a pensar ha seguido los cánones de ciertos elementos económicos que le han permitido un equilibrio en la macroeconomía.
En un primer momento los mercados se inquietaron, particularmente por la inopinada decisión de cancelar el aeropuerto de Texcoco, lo cual seguimos pagando. A pesar de ello y otras circunstancias, los mercados y las inversiones más o menos se mantuvieron.
Mucho tiene que ver el país para los inversionistas, lo cual está más allá de las políticas de gobierno. Otras razones pasan en que el Presidente jugó más con el discurso que con mover el estado de las cosas, pasó de la amenaza a la terca realidad.
A pesar de ello, no se fue del todo la desconfianza de inversionistas y algunos empresarios mexicanos. Las obras emblemáticas si bien hoy pueden dar la cara por el gobierno y por lo que significan como parte de la concepción del proyecto de gobierno, también puede pasar que en el mediano y largo plazo resulten un dolor de cabeza.
Uno de los grandes aciertos de López Obrador ha sido colocar al sur del país en el mapa económico. Las inversiones y proyectos en la zona buscan un equilibrio económico entre el sur y el centro y norte del país.
El problema está en la forma en que se están haciendo las cosas, en particular con la construcción de la refinería y, sobre todo, con el Tren Maya. La refinería a decir de destacados especialistas es una inversión que se debió desarrollar en otras áreas de la industria petrolera. Las energías limpias están por ser las dominantes en muy poco tiempo y pareciera que nosotros seguimos apostando por las fósiles siendo que el mundo está cambiando a una velocidad vertiginosa en la materia.
La construcción del Tren Maya no dejará de ser un tema que esté entre nosotros en medio de controversias, las cuales no son gratuitas. La obra no tuvo un plan maestro y en muchas de sus áreas se han ido construyendo sobre la marcha. Es evidente que hay un deterioro al medio ambiente y lo peor de todo esto es que el gobierno no ha querido dialogar con quienes son críticos, pero también con quienes están ofreciendo alternativas.
El problema que estamos por enfrentar tarde que temprano es que se está deteriorando el medio ambiente, el cual es una extensión de nuestro hogar y nuestra convivencia.
Las grandes obras pueden terminar por ser al paso del tiempo algo que tendremos que cargar, porque sin dudar de la voluntad de transformación, su diseño y su trascendencia podrían acabar cuestionando la política en materia energética y de medio ambiente.
No hay obra pública que no termine por ser más cara de lo que originalmente se planeó. El problema está en si detrás de estas obras hay un plan maestro que permita saber cuáles son los elementos y las instancias por las cuales están siendo construidas.
Partiendo de la hipótesis de que difícilmente Morena perderá las elecciones, el riesgo que va a enfrentar gane quien gane es que va a tener obras cuestionadas en algunas de sus áreas y la incertidumbre de tener el dinero para terminarlas.
Visto a lo largo de la historia de gobiernos y presidentes suele suceder que pasan de la noche a la mañana de la gloria al infierno. Si López Obrador no diseña el futuro sin él, quien gobierne va a tener que enfrentarlo de manera crítica ante una sociedad que va a estar cargada de necesidades y a la cual no se le va a poder responder como se ha hecho a lo largo de lo que va del sexenio.
Podría ser que quien gane tenga que batallar en contra del legado del inquilino de Palacio Nacional, en una de ésas no va a quedar de otra.
RESQUICIOS
“El Cultural” de La Razón es una gran referencia de la cultura, del análisis, del goce de la literatura y de la academia e interesantes hallazgos. Mucho de ello se debe a Roberto Diego Ortega, personaje fundamental en la vida de la cultura en México y de "El Cultural”, se le va a extrañar.