¿Qué se siente que te roben?

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

La pregunta es retórica. Todos sabemos que se siente horrible. Incluso cuando el robo ha sido pequeño, sin violencia, de ésos que pasan inadvertidos, uno no deja de sentirse pésimo, de padecer una sensación de agravio, indefensión, humillación.

Por desgracia, todos los mexicanos tenemos anécdotas de robos que contar. Las más terribles son las de los asaltos a mano armada, ya sea en la calle o en el hogar. Es indignante enterarse de que por unos pocos pesos los maleantes sean capaces de herir o incluso matar a personas inocentes.

Nadie, por rico que sea, deja de resentir que le arrebaten sus posesiones. Además del valor material de lo perdido, hay que tomar en cuenta el valor sentimental. Hace veinte años se metieron a nuestra casa cuando estábamos de vacaciones y la saquearon sin misericordia. No se puede decir que hayamos perdido todo, porque dejaron muebles y ropa, pero casi todo lo demás se lo llevaron en una camioneta de carga. Levantamos la denuncia, por supuesto, pero nunca se supo quién cometió el delito. Nos arrebataron objetos que habíamos comprado a lo largo de muchos años. Algunos se pudieron reemplazar, otros, irrepetibles, únicos, desaparecieron para siempre de nuestras vidas.

Mi historia es una entre tantas otras y no es, ni de lejos, de las más trágicas. Hay otras más escalofriantes que podría contar aquí, pero no hace falta. Estoy seguro que usted, estimado lector, tiene otras anécdotas, propias o ajenas, que servirían para ilustrar las desgracias padecidas en los robos.

Desde un punto de vista psicológico, un robo siempre es una experiencia traumática. Es muy difícil olvidarse del asunto. Aunque sean cosas y no personas las que hayamos perdido, la sensación de que fuimos violentados se nos queda por mucho tiempo, a veces para siempre.

El daño causado puede compararse con el de una mutilación física, por ejemplo, con perder un dedo o incluso un brazo. No exagero. La identidad personal depende de muchos factores. Una muy obvia es el propio cuerpo. Somos la persona que somos porque tenemos el cuerpo que tenemos. Pero la identidad personal también se forja por todo aquello que construimos en nuestro entorno. Por ejemplo, si hemos vivido toda la vida en la misma casa, es natural que sintamos que sus muros y su techo son como una parte constitutiva de uno mismo. Somos la persona que somos porque hemos vivido ahí durante tanto tiempo. Si la casa se derrumba sentiríamos que nuestro caparazón se ha roto, como si estuviéramos desnudos en el mundo. Algo semejante se puede decir, haciendo todas las distinciones apropiadas, de nuestro auto, nuestra cama, nuestro reloj, nuestra argolla matrimonial, nuestros zapatos favoritos. Cuando los ladrones nos quitan esas cosas que están tan cerca de nuestro corazón es como si cortaran una parte de nosotros mismos.

TE RECOMENDAMOS: