Será su turno

QUEBRADERO

Javier Solórzano Zinser*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

La concentración del poder ha venido provocando consecuencias que tarde que temprano se nos van a venir encima.

No pareciera que el Presidente escuche. Lo hace si le entregan información importante o estratégica que le permita cumplir sus objetivos, pero no hay indicios de que escuche opiniones diferentes. En el sexenio se han presentado renuncias por planteamientos de funcionarios que ven las cosas diferentes al Presidente, son los pasajes de estás conmigo o estás contra mí.

Escuchar para tomar las mejores decisiones no necesariamente es algo que sea una constante en el Presidente. Lo que se provoca con ello es que el entorno del Presidente se convierta en ámbito profundamente dócil, de presiones por doquier, sometido y hasta autosometido, “¿Qué horas son?... Las que usted diga”.

Se entra en terrenos en donde nadie se anima a decirle nada al Presidente que sea crítico o contrario para no causar su disgusto o para evitar que se eche a andar el dedo flamígero. Se van construyendo escenarios que se enquistan con rumbo a lo que se empieza ver como “normalidad”.

Se va acabando la capacidad de asombro y autocrítica para dar paso a actitudes en que no cabe por ningún motivo oponerse a lo que dice el Presidente.

Es muy probable que quizá esto sea lo que el Presidente busca. A diferencia de cuando era jefe de Gobierno de la Ciudad en que quedaba la impresión de que las cosas se peloteaban, ahora hay indicios de que la concentración del poder ha ido alcanzando hasta a la Presidenta electa. Se sigue sin tener claridad de lo que puede suceder en su mandato.

No tiene sentido menospreciar las capacidades de la futura Presidenta. Lo que no queda por ahora claro es hasta dónde llegará su estilo personal de gobernar y qué tanto el Presidente con toda la concentración de poder que tiene estaría dispuesto a irse a su afamado rancho La Chingada, son más las dudas que la certeza sobre esto.

El Presidente no ha dejado de dirigir el tránsito como le parece. Para ello sus funcionarios tienen que responder a lo que él quiera sin importar que de por medio existan versiones distintas de lo que plantea y, por ello, exige información que pueda probar sus dichos sean ciertos o no.

La infinidad de ataques a Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad, MCCI, cae en este terreno. Existen claras evidencias de que las afirmaciones del Presidente no son ciertas, pero le pide-exige a sus funcionarios que le den vuelta a las cosas para que puedan ser “ciertas” y, con ello, extenderlo a sus millones de seguidores, al tiempo que continúa con su proceso de dinamitar a quienes piensan diferente.

Ayer de nuevo quedó claro en una conferencia de prensa del Gobierno de EU que desde diciembre del año pasado no se le entrega ni un quinto a MCCI; sin embargo, poco importa. Lo que importa es crear en la narrativa una idea, lo cual en el país que andamos es del todo posible por su popularidad y concentración del poder, sin siquiera preguntarse si es cierta o no.

La sociedad mexicana no puede seguir bajo estos parámetros. Es indudable el valor del Presidente. Muchas de sus ideas son fundamentales para procesos de transformación, algunos de ellos en marcha. Sin embargo, continuar bajo la dinámica de la concentración del poder, la distancia y falta de interlocución con los opositores y la brutal concentración del poder de la manera en que lo ha ejercido, lleva a escenarios de profundo riesgo que pueden ser el camino a futuro de gobiernos autoritarios.

Por más cercanía que tenga la futura Presidenta con López Obrador debe saber que muchas de estas cosas le pueden hacer un profundo daño a México en el corto y mediano plazo, es su turno para ello.

RESQUICIOS.

Si se quiere a cuentagotas, pero algo está pasando en Sinaloa a partir del secuestro o entrega de El Mayo. El asesinato de personas cercanas al narcotraficante es la prueba de una guerra soterrada de venganzas e intento por controlar el cártel; no es cierto que no está pasando nada.

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