LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Las relaciones moldean el cerebro*

Valeria Villa *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

El doctor Allan Schore es psicoanalista e investigador en neurociencias en el Departamento de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). Se ha dedicado durante décadas a hacer terapia psicodinámica y a explicar la importancia de nuestras relaciones para moldear el cerebro. El porcentaje de la mente inconsciente es mucho más alto de lo que nos imaginamos: entre 90 y 95 por ciento de nuestros pensamientos y de nuestra conducta. Aunque creamos que tomamos decisiones racionales, en realidad nuestro inconsciente es el que nos mueve a hacer lo que hacemos.

Hacia el final del tercer trimestre del embarazo y hasta los primeros dos o tres años de vida, el hemisferio que domina es el derecho y cerca de los tres años empieza el desarrollo del hemisferio izquierdo, que es el racional. El sistema de apego se articula en los primeros tres años de vida. La madre le ayuda al bebé en la formación de su cerebro y es en este periodo crítico cuando se establece el apego seguro, el inseguro —evitativo, el inseguro— ansioso y el desorganizado.

El tipo de apego se traduce en cómo regulamos el afecto. La madre y el bebé se comunican de hemisferio derecho a hemisferio derecho mediante la cara, la voz y el tacto. Puede haber una sincronización psicobiológica que resultará en un apego seguro o una desincronización que influirá en la regulación del afecto el resto de la vida.

La madre suficientemente buena se equivoca pero puede reparar, corregir y encontrar formas de volver a sincronizarse con su bebé; sin embargo, si se trata de una madre evitativa que se incomoda con la cercanía, no podrá ayudar a que el bebé regule su afecto. Así aparece el apego ansioso: alguien que siempre está intentando que los otros lo ayuden a regularse, a calmarse. Existe, entonces, una memoria autobiográfica de los primeros años de vida, que impactará las relaciones amorosas, de amistad, laborales y la transferencia positiva o negativa si se hace terapia.

En el apego inseguro–ansioso hay una activación continua del sistema de apego, el hemisferio derecho está activo todo el tiempo. En el apego inseguro–evitativo hay una desactivación del sistema de apego, del hemisferio derecho. El apego desorganizado no puede regularse bajo estrés, por ejemplo, en el estrés postraumático o en un trastorno de personalidad borderline. En el apego seguro hay una buena regulación emocional y una mejor comunicación entre hemisferios.

Todo esto nos remite a pensar en cómo sería el desarrollo del yo en una situación óptima pero también en la gestación temprana de desórdenes psiquiátricos y de personalidad, como esquizofrenia, depresión, desórdenes de personalidad narcisista y borderline.

La reparación del sistema de apego, del self, del yo, que quiénes somos, es posible. Por ejemplo, en terapia, en la que se da una interacción de hemisferio derecho a hemisferio derecho. La terapia podrá consolidarse si el paciente puede lidiar con la relación terapéutica y llegar a sentir seguridad y confianza.

La clave de cualquier trastorno está en la falta de regulación: de la rabia, de la pérdida, de la vergüenza, y no se trata de entenderlo a nivel intelectual sino a nivel inconsciente.

Los cambios en la personalidad ocurren en el hemisferio derecho, por eso hay que investigar la emoción y no tanto lo cognitivo.

No siempre puede recuperarse la salud del hemisferio derecho con terapia, pero todos crecemos, nuestros cerebros cambian, hagamos terapia o no. La clave para el cambio está en la neurobiología interpersonal: encontrar gente con la cual poder sentirse cerca, abierto, vulnerable, mostrar los defectos, disminuir las defensas.

También existen otras alternativas que se encuentran claramente bajo el dominio del hemisferio derecho: salir al mundo, viajar, ir a nuevos lugares, estar con nuevas personas, buscar nuevas experiencias, nuevos retos, estar en la naturaleza, la intuición, la creatividad, el uso de metáforas, la imaginación, estudiar, el sentido del humor, la música, la poesía, el arte, la moralidad, la compasión, la espiritualidad, el amor.

Para reparar al hemisferio derecho hay que mantener una mente abierta, curiosa y alimentarla. También hay evidencias de que la actividad física es fundamental para sanar, física y emocionalmente. El cuerpo necesita cuidados.

Algunas personas despliegan defensas poco adaptativas y logran acallar toda la información del hemisferio derecho mediante la represión. Cuando el afecto es abrumador, algunas personas se disocian.

Hay partes de nosotros que no podemos ver, nuestros puntos ciegos, por lo que necesitamos retroalimentación de alguien en quien confiamos para que nos diga lo que ve. Lo sano sería permitirnos sentir con toda la fuerza y la intensidad que se necesite, conmovernos. Emociones como la vergüenza, la ira, la desolación, existen por razones adaptativas. Por eso es importante familiarizarse e integrarlas a todas.

*Basado en el libro Right brain Psychotherapy, Norton, 2019

También puedes escuchar la columna aquí.

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