La Toxina Botulínica, mejor conocida como Botox siendo su nombre comercial, fue empleada antes en el tratamiento de enfermedades y en afecciones que en usos cosméticos.
En La Razón te presentamos un curioso compendio de los usos que ha tenido el botox desde su descubrimiento hasta la fecha. No olvides que sólo un médico especialista está capacitado para el empleo del botox con usos terapéuticos.
Por ejemplo, en los años 70, el oftalmólogo Alan Scott, de la Smith-Kettlewell Eye Research Foundation de San Francisco, Estados Unidos, fue el primero que empleó esta toxina para curar el estrabismo. Fue en esa misma época cuando la toxina botulínica se renombró como botox.
Teniendo en cuenta que, no es hasta el año 2002, cuando la Food and Drugs Administration (FDA) autoriza el uso cosmético del Botox en EE UU, uso que rápidamente se extendería por otros países.
En ese lapso de tiempo se fueron descubriendo diversos usos terapéuticos de la toxina, como son la eliminación del exceso de sudoración, el control de la incontinencia urinaria, el tratamiento de la migraña o la eliminación de tics.
En un reciente estudio, realizado en Gran Bretaña por investigadores del Medical Research Council del Reino Unido (MRC), se descubrió que el Botox puede funcionar como un poderoso analgésico durante largo tiempo.
Uso oftalmológico
La actriz norteamericana Lucy Liu o la modelo Heidi Klum, ejemplos de celebridades que padecían estrabismo, ambas utilizaron el botox para corregir esta alteración de la visión.
[caption id="attachment_833135" align="alignleft" width="300"] Lucy Liu. Foto: Instagram @lucyliu[/caption]
[caption id="attachment_833139" align="alignnone" width="300"] Heidi Klum. Foto: Instagram @heidiklum[/caption]
Esta toxina es capaz de subsanar el estrabismo, sin necesidad de tener que acudir a la cirugía, en un 70% de los casos, aunque en cualquier caso, el éxito del tratamiento dependerá de que éste se realice lo antes posible.
Se sabe que el botox resulta especialmente eficaz en casos de estrabismo infantil y horizontal.
En cuanto a la utilización del Botox como medida terapéutica en casos de estrabismo, es el médico especializado quien se encarga de inyectar la toxina en uno, o en varios, de los músculos llamados oculomotores.
De este modo, al paralizar el movimiento de estos músculos, se consigue atenuar, e incluso eliminar, la desviación.
En cuanto a si la toxina tarda mucho, o poco, en hacer efecto, lo normal es que comience a notarse entre el segundo y el décimo día después de la administración, aunque los efectos pueden prolongarse durante unos cuatro o seis meses, por lo que es probable que pasado ese tiempo, haya que volver a inyectar la toxina.
Los cambios que produce sobre los músculos oculomotores y su equilibrio son más prolongados y en algunas ocasiones mejora el estrabismo de forma permanente.
De este modo, en la mayoría de los casos, lo más probable es que una sola intervención sea suficiente.
Contra la migraña crónica
Diversos estudios científicos han demostrado que infiltrando Botox, en diversos puntos de cabeza y cuello, se consigue reducir la intensidad y frecuencia de las migrañas en un 44% de los pacientes.
Lo que, de momento, no está tan claro es la relación causa-efecto entre la reducción de las migrañas y la aplicación de Botox.
Mientras que los neurólogos hablan de un efecto mitigador del dolor, los cirujanos se postulan por otra teoría:
el Botox bloquea la musculatura que se encuentra rodeando la salida de algunas ramas de los nervios trigémino y occipital, de forma que estos dejan de estar irritados y de esta manera se reduce el dolor.
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Contra el rechinar de dientes
Contracciones rítmicas de los músculos de las mandíbulas, de los músculos de las mandíbulas tensas, dolor duradero en el rostro o hinchazón ocasional en la mandíbula inferior.
Este padecimiento se conoce como bruxismo, una patología que puede estar causada por diferentes razones.
El bruxismo puede estar provocado tanto por factores funcionales, como una mala mordida, como emocionales, podría ser causado debido al estrés, ansiedad o depresión.
El botox está siendo cada vez más utilizado en el tratamiento de esta afección, ya que es un potente relajante muscular local, que actúa de 3 a 6 meses, que relaja los músculos masticadores afectados.
Una ventaja es que no provoca los efectos secundarios propios de otros relajantes musculares, tales como somnolencia, relajación de grupos de músculos y la reducción de los reflejos.
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¿Cómo funciona el Botox?
La toxina provoca una parálisis neuromuscular en la zona en la que se aplica, los músculos, de forma habitual, se ponen en funcionamiento cuando reciben determinadas señales neurológicas desde el cerebro.
El transmisor de dichas señales es un mensajero químico llamado acetilcolina, esto es lo que sucede en un estado de funcionamiento normal del organismo, sin embargo, en ocasiones hay un exceso de producción de acetilcolina.
Debido a la producción de acetilcona, provoca que los músculos se contraigan a un ritmo mayor del habitual.
La aplicación de botox, sobre el área en el que se produce este exceso de actividad, consigue bloquear la liberación de acetilcolina y una reducción, o paralización, de los movimientos musculares involuntarios.
El profesional experto sabe en qué zona se debe aplicar la sustancia y en qué dosis, puesto que un empleo inadecuado puede empeorar el estado del paciente y de su patología, como la hiperhidrosis (sudoración excesiva en manos, pies y axilas); el blefaroespasmo, un problema neurológico que provoca un parpadeo continuo e incontrolable; o la vejiga hiperactiva.
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Los beneficios de la toxina son tales que, incluso, se utiliza en la rama de veterinaria para disminuir el ladrido.
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