Aprende a amarodiar el Vive Latino

EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO

Adrián Dárgelos, vocalista de Babasónicos durante su presentación en el Vive Latino 2024
Adrián Dárgelos, vocalista de Babasónicos durante su presentación en el Vive Latino 2024Foto: Michelle Martínez Ayala
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¿Quién en su sano juicio llega a un festival a las dos de la tarde? Sobre todo, después de dormir sólo tres horas, aterrizar procedente de Mérida y mandar su equipaje en la cajuela de un taxi con un desconocido (visa y mac recién estrenada) mientras se lanza al Foro Sol en otro. ¿Quién corre ese riesgo? Nosotros, los amantes de la música.

Los pretextos para tal conducta estaban más que justificados. Bajo el sol de las dos de la tarde, una multitud que no suele congregarse tan temprano, nos reunimos para ser testigos de todo un acontecimiento que quedará grabado para siempre en la telenovela del punk mexicano: la última tocada de Las Ultrasónicas. No sé qué estaría haciendo el mundo entero. Pero a mí no se me ocurría mejor manera de pasar un domingo que estar en un show que haría a muchos de nosotros presumir con orgullo a las nuevas generaciones: yo estuve ahí, yo vi a Las Ultras antes de que se separaran.

A las 2:50 salieron Ali, quien ese día cumplía 50 varos, un lujo celebrar tocando en el Vive Cochino, Jenny y Roxy. Una panorámica del escenario Telcel bien podría confundirse con una de esas fotos que circulan en redes de estos días de la raza esperando en los andenes por las averías del metro. Así de aperrado estaba. Jenny apareció con un traje réplica del Galáctico de los Kiss. Cómo no amarla, chingao. Era imposible no sentirte conmovido en tu corazón punk por toda la gente que había acudido al llamado para despedir una de las páginas más chingonas que se han escrito del rock mexa.

MIENTRAS ALLÁ AFUERA el domingo descansaba, aquí dentro se desataba el slam entre morras. Empujones al son de “No quiero un novio”. Una ocasión especial ameritaba invitados especiales. Pero Las Ultras no invitaron a ningún dinosaurio del rock mexicano a acompañarlas en un palomazo desesperado. Nel, su huésped fue un enmascarado en calzones que se puso a bailar. Que después volvió transmutado en la Pájara Peggy. Y después de El Monstruo Verde. Si alguien sabe de transmutaciones esas son Las Ultras, quienes intercambiaron lugares, Jenny se pasó a la lira y Ali a la bataca, para vomitarnos encima “Vente en mi boca”. Que acabó con Ali desbaratando la bataca, en una especie de homenaje a Kurt Cobain.

Poco antes de las tres y media, el tiempo hizo lo suyo: la misa punk ha terminado. Hijos míos, pueden ir en paz. Y eso hicimos, de qué otra manera marcharse después de un conciertazo como el que nos acababan de reventar. 

LOS FESTIVALES SON LOS HÉROES y son los villanos de los amantes a la música. Después del subidón de Las Ultras, vino un bajón. La programación de los festivales es digna de un sesudo ensayo académico. Sabrá a qué lógica obedece que Los Lobos fueran agendados a las 5:25 de la tarde. Cuando se tiene la oportunideath de presenciar a tales leyendas, uno brega con lo que sea. El problema surge cuando los problemas de audio te abofetean la ilusión.

Me fui hasta mero adelante, de lado izquierdo del escenario, donde siempre se sitúa mi héroe César Rosas. El concierto comenzó con severos problemas de audio. El sax no se escuchaba. Ni la guitarra y voz de David Hidalgo, uno de los mejores tres guitarristas vivos. Y el bajo y la batería parecían estar sumergidos bajo el agua. Ante una situación tan descorazonadora, sólo podía hacer tres cosas: encabronarme, agüitarme o disfrutar. Hacer coraje y despotricar contra el eterno problema de la sonorización en nuestro país. Bajonearme y lamentarme por horas, días y semanas de la mala calidad del audio. Tanto tiempo habíamos esperado para por fin volver a tener a Los Lobos en México para que las circunstancias nos jugaran chueco. O sentirme bendecido por tener a unos escasos metros a César Rosas. Me decidí por lo último.

Para quienes acudieron el sábado, el Vive fue de Billy Idol. Pero para la gran mayoría de los que acudimos el domingo, el Vive le perteneció a Babasónicos

César era el único que sonaba impecable. Desde mi lugar lo que escuché fueron unas versiones de las canciones a pelo. Pura guitarra y voz emergiendo desde su Marshall. Como si estuviera escuchando un demo mal grabado pero con mucha alma. O como si estuviera en un ensayo al cual uno de los músicos llegó temprano y se puso a calentar. Cualquier músico se topa con este tipo de broncas. Y músicos experimentados como Los Lobos lo saben. Así que tranquilos continuaron tocando. A la quinta rola más o menos, medio compusieron el audio. Y el cierre fue apoteósico. Los Lobos están celebrando 50 años. Es decir: la banda se formó en el mismo año que nació Ali. El círculo se había cerrado. La venganza de los pelados se había concretado.

Para quienes acudieron el sábado, el Vive fue de Billy Idol. Pero para la gran mayoría de los que acudimos el domingo, el Vive le perteneció a Babasónicos. No sé si fue la contaminación o la with a little help of my friend 2CB, pero el crepúsculo me pareció de postal de esas que le dan ganas de poner a uno de portada en un libro de poemas. Lo que me pareció un buen augurio. Era como el aviso parroquial de lo que se avecinaba. El pop porn de los Babas.

A LOS 8:30 DE LA NOCHE, con el escenario principal hasta el tronco, saltaron los acordes de “Anubis” como quien acaba de destapar un kombucha y da al mundo a conocer sus burbujas. Y a partir de ahí se desgranó un set list arrebatador. Interpretaron esa joya que es “Microdancing”, una que no es muy común que toquen, y una de mis favoritas. Qué lujo. Tomando en cuenta que Dárgelos no es de esos músicos que hagan concesiones. Y así como a mi me conquistaron con ésa, a los demás fue con otra, una de las veinte que duró la fiesta. 

Se sucedieron los golpes uno tras otro, sin descanso. Una marea de sensaciones. Dárgelos desenfundó su carisma y empezó a dispararle a los presentes. El ambientazo que se vivía en el escenario principal se magnificó con los paisajes instrumentales de la banda. Hay que decirlo, los pasajes instrumentales de los Babas no le piden nada a ninguna banda anglo.

La música nos recibió con los brazos abiertos y corrimos a abrazarla. No sé el domingo allá fuera, pero acá adentro nosotros estábamos hipnotizados por los visuales, por el mono de carne que parecía creado por AI que inundaba las pantallas. Con una fisonomía que parecía la de un payaso a medio maquillar. Lo magnético de la imagen era una enorme lengua gruesa que salía de la boca del payaso que parecía lamerse a sí mismo y lamer el aire al mismo tiempo. Una imagen que resultaba atrayente y repulsiva por partes iguales. Una imagen que me perseguiría incluso después de acabado el concierto. Toda la noche tuve pesadillas. 

Qué manera de fundir mi domingo. Sufrir y gozar un Vive es mucho mejor que quedarse en casa. No existe mejor manera de pasar los domingos que escuchando música en vivo.