a

Publica Pequeño hablante

Andrés Neuman entrega un diario lírico sobre paternidad

“Cuando nace un hijo la experiencia es semejante: ponemos en primer plano nuestra infancia”, dice; exploración de las relaciones entre el descubrimiento del lenguaje y el cuerpo

El autor, en una foto promocional del libro.Foto: Alfaguara
Por:

El narrador, poeta, traductor y articulista hispanoargentino Andrés Neuman (1977) —Premio Alfaguara/Premio de la Crítica 2009 por El Viajero del siglo— entrega Pequeño hablante (Alfaguara, 2024), en el que extiende sus exploraciones de la paternidad emprendidas en Umbilical (2022). Mirada de un padre que dilucida los atajos fugaces del hijo en las ligazones iniciales con el lenguaje verbal: las estrategias del infante para comunicarse a través de un procedimiento que lo lleva a entrever las realidades lingüísticas de su entorno. Hace parada en las hendeduras interpoladas por distorsiones y pactos inaugurales que configuran los umbrales del habla.

Despliegue de las improntas de un padre cuando es testigo de las aperturas verbales del hijo-bebé: índices de balbuceos entreverados con la oscilación de los primeros pasos, jerga colindante con la perplejidad. El padre rehace su propia infancia pretérita y edifica un lazo padre-hijo entre la ternura y la meditación.

Un papá asombrado, quien con delicado humor especula sobre los transcursos presurosos del tiempo: en Umbilical la fascinación del embarazo; ahora, el hechizo de las incipientes verbalizaciones. “Con cada sílaba que moldean sus labios, invoco los fragmentos de su mundo. / Ma es su madre y es más de cualquier cosa. / Pa soy yo y es la luz y el pan, la patata y es también la paloma que persigue”: burbujeo untado de una ternura inmersa en la piedad embriagada.

“Es evidente mi enamoramiento por Telmo. Breve libro donde relato sus experiencias con el lenguaje desde mi ‘mirada seducida’. Encuentro con su crecimiento, el cual me ha hecho ver todo lo que olvidamos de nuestra propia infancia, he retrocedido a ella: ‘¡Hijo soy de mi hijo! / ¡Él me renace!’, cito a José Martí. La médula es el acercamiento de un niño con las palabras”, dijo a La Razón Andrés Neuman.

¿Segunda parte de Umbilical? Sí y no. Son libros hermanados; pero, se pueden leer de manera independiente. En el primero, el padre fascinado ante la gestación; el segundo, relato del padre admirado ante la iniciación verbal del hijo.

¿Testimonio y también ficción? ¿Cuándo termina el tiempo de un bebé? y ¿cuándo concluye la infancia? De esas interrogaciones se deriva otra: ¿cuándo, en este caso, empezó la ficción? Escribo: “¿Cómo pasar de un lazo umbilical a otro puente más largo, de ida y vuelta?”. Cuando le describí a mi hijo la Luna, las estrellas y el viento recurrí a metáforas, recuerdo que se quedó inmóvil, sorprendido: las palabras, las alegorías se impusieron: en ese momento irrumpió la ficción.

¿Infancia, juego y ficción? Se relacionan: el gran goce de la infancia está en el juego. Una vez, jugábamos a los ‘animales invisibles’ con Telmo, su madre y yo. Había en la mesa un ‘invisible malo’ junto a un cocodrilo inmenso que ‘solamente podían ver los que realmente ‘ven’. La madre trajo un cocodrilo de peluche que Telmo quiere mucho y lo colocó ocupando el espacio del ‘cocodrilo invisible’. Nos sorprendimos: Telmo no mostró interés por su cocodrilo de peluche, material ante sus ojos. Dijo: “Quiero al otro cocodrilo, el invisible: el de verdad”. Esta anécdota explica cómo funciona la relación del juego con la ficción

¿Reflexión de los lazos entre cuerpo y verbo? Sí, el andar del cuerpo y el conocimiento de las palabras avanzan de manera convergente. Aprendemos a caminar, nos caemos, nos levantamos y vamos forjando el habla al unísono. El niño va enlazando pasos en busca de lo desconocido: el lenguaje.

¿Qué lo impulsó a escribir este diario literario del crecimiento de su hijo? Sin quererlo he escrito una ‘carta al futuro’ que aún él no puede leer. El impulso estuvo en la voluntad de tres delirios cruzados: mi condición de padre seducido, la escritura y mi interés por la filología. He tenido el privilegio de ser testigo del brote de las palabras en un niño y cómo se despliegan los repertorios primarios de la lengua materna: algo entrañable en el acto de escribir.

¿Todo salió de un tirón? No, nació paralelo a la crianza de mi hijo, cada fragmento está en diálogo a ese proceso de ‘criar’, que nunca nos enseñaron. Escritura llena de permutaciones constantes a través del reflejo de sucesos emocionantes. Escribo sólo abrigado por lo que me conmueve. El cuaderno se fue nutriendo a medida que Telmo crecía frente a los desafíos de su descubrimiento del lenguaje.

¿El nacimiento de Telmo cambió su perspectiva como escritor? Desde que nació no puedo escribir igual. Uno escribe conminado por evocaciones personales y para exorcizarse. Cuando nace un hijo la experiencia es semejante: ponemos en primer plano nuestra infancia, la crianza que recibimos: retornamos el pasado. Todo ha cambiado; pero me satisface este retorno a las tonalidades poéticas, presentes en Umbilical y en Pequeño hablante.