Geney Beltrán explora heridas familiares en nueva novela

El narrador y ensayista Geney Beltrán (Durango, 1976) lanza su cuarta producción novelística: Crónica de la lumbre (Alfaguara, 2024) donde presenta las vidas de personajes anudados por emociones entrecruzadas, quienes transitan por rutas de destinos en que las intimidades de la violencia derivan en heridas familiares que desarreglan la posible concordia añorada. Folios imbuidos por las ebulliciones de un fuego irrefutable colindante con la fatalidad.

Despliegue por ribetes de cifras clave de la existencia: el amor, la intimidación, el abandono, la perplejidad, la perfidia, el recelo y la muerte en un entramado de turbaciones como reflejo de lo más oscuro de la naturaleza humana. Geney Beltrán enmarca los gestos de los personajes en el entorno del narcotráfico sinaloense a través de apuntes que el autor define como realismo límbico (Sistema límbico, generador de las emociones humanas).

“Me centro en las vidas entrecruzadas de dos personajes: una madre que enfrenta la tragedia tras la muerte de su hijo y un periodista que cría a su hija en medio de la violencia. Exploro las intimidades de cisuras familiares interpoladas por el dolor y el amor. Me valgo de elementos que traspasan la realidad racional para tocar las fibras más profundas del ser humano”, dijo a La Razón, Geney Beltrán.

¿Una novela marcada por influjos de Dostoievski? Lo asumo. Un narrador determinante en mi formación. Exploró la psicología humana en el complejo contexto político, social y espiritual de la sociedad rusa. Sí, se asoman por ahí algunos ecos de Crimen y castigo. He tenido siempre interés por la dirección de la novela total de autores del siglo XIX.

¿’Realismo límbico’ o pasiones humanas desbordadas? Enfoque del “realismo límbico” que tomo del concepto del Sistema límbico que es el conjunto de estructuras cerebrales que generan las emociones y el comportamiento humano. Indagación en la raíz de nuestra compleja naturaleza a través de las emociones y las experiencias más entrañables de lo humano. El enfoque de la novela se centra en los ímpetus y en las huellas del dolor entrecruzados con el amor.

¿Develación de una ‘realidad’ asediada por la incertidumbre? He querido representar esa realidad en su totalidad, de manera más honda, íntima y también visceral en diálogo con circunstancias genuinas que sustentan las acciones de los personajes protagonistas, sobre todo la profesora Narsia y el periodista Arsenio. Presento un balance entre el amor y la violencia desde una mirada, quizás, menos compasiva de la vida y el sufrimiento.

¿Novela ‘ambiciosa’ como Cualquier cadáver que publicó usted en 2014? En Cualquier cadáver sobresalía un realismo brutal para reflejar el caos del país; ahora, me aboco a explorar la complejidad de la vida desde una perspectiva más inquietante de la condición humana y, recalco, del brote de las emociones.

¿Prosa con destellos poéticos como éste: “El corazón le latía con la zozobra tierna de un perro asustado”? Siempre he tratado de edificar una prosa adyacente a la poesía, quizás se lo debo a mis lecturas obsesivas de las novelas de Javier Marías.

¿El teatro como un intermediario narrativo? Sí algunos personajes están marcados por el arte teatral. Narsia es profesora de teatro y a su hijo, desde niño, le gustó el teatro, lo llevaba a los ensayos y debutó en una obra a los once años. El teatro tiene la particularidad de apresar a los personajes, hay algo de eso en la novela.

¿Deuda con la escritora Esther Seligson? Fue profesora de teatro en la UNAM, además de ejercer la crítica teatral con esmero. Esta novela es un homenaje a ella; y también, una traición.