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 A 132 años del nacimiento del creador

Ramón López Velarde y su casa en la Roma

El inmueble donde vivió el poeta se encuentra en la avenida Álvaro Obregón; en 14 cápsulas se puede recorrer de manera virtual

En el número 73 de la avenida Álvaro Obregón, en la colonia Roma, vivió y murió Ramón López VelardeFoto: Especial
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En el número 73 de la avenida Álvaro Obregón, en la colonia Roma, vivió y murió Ramón López Velarde, considerado el padre de la poesía contemporánea, es un oasis para conocer la que pudo haber sido su recámara y su estudio, y al cruzar un ropero admirar imágenes, figuras y esculturas acompañadas de algunos de sus versos.

Tras los sismos del 85 se convirtió en un refugio de personas en situación de calle, por lo que la comunidad cultural solicitó que se rescatara para rendir homenaje al autor de “La suave patria” y en 1991 se inauguró como la Casa del Poeta Ramón López Velarde.

Casa de Ramón López VelardeFoto: Especial

Debido a la pandemia de Covid-19 este espacio se encuentra aún cerrado, pero puede recorrerse a través de una serie de 14 videos que se hicieron para apreciar cada uno de sus rincones.

El primer video inicia en la que podría haber sido su recámara. Ahí se encuentra una cama y algunos muebles. En un segundo se observa un retrato del poeta al lado de su madre.

A través de esta serie se puede ver cómo se vestía, cómo era el secretero donde escribía sus poemas, una edición de la revista “El maestro”, patrocinada por José Vasconcelos, donde se publicó por primera vez “La suave patria”; remedios de boticas e imágenes religiosas.

POSEEDOR DE UN VOCABULARIO RICO Y PRECISO

Hoy, Ramón López Velarde cumpliría 132 años y el poeta Marco Antonio Campos destaca su obra por su “vocabulario sorprendentemente rico y preciso para un joven de su edad. Da la impresión que todas las palabras que leía u oía se le quedaban en la memoria y los sentidos para que, en el momento de redactarse con mano de imaginativo orfebre, tuvieran en la frase y verso un resplandor que pasaba de los ojos a la mente, de ella al corazón y luego a todo el cuerpo”, señaló en entrevista con el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL).

Por su parte, el escritor y ganador del Premio Bellas Artes de Ensayo Literario Malcolm Lowry 2013, Ernesto Lumbreras, resaltó la importancia de Zozobra (1919) “ese tsunami que cambió la poesía mexicana de ese periodo”.

Asimismo, aseguró que El minutero (1923) reveló a López Velarde como un prosista excepcional que está a la altura de otros grandes escritores mexicanos.

La obra de López Velarde destaca por su lírica, aunque también cultivó la narrativa. Entre sus textos se encuentran “El don de febrero y otras prosas”, “Correspondencia con Eduardo J. Correa y otros escritos juveniles”, así como los poemarios “La sangre devota” y “El son del corazón”. Su poema “La suave patria” (1921), considerado obra maestra de las letras mexicanas.

FRAGMENTO

“LA SUAVE PATRIA”

PROEMIO

Yo que sólo canté de la exquisita

partitura del íntimo decoro,

alzo hoy la voz a la mitad del foro

a la manera del tenor que imita

la gutural modulación del bajo

para cortar a la epopeya un gajo.

Navegaré por las olas civiles

con remos que no pesan, porque van

como los brazos del correo chuan

que remaba la Mancha con fusiles.

Diré con una épica sordina:

la Patria es impecable y diamantina.

Suave Patria: permite que te envuelva

en la más honda música de selva

con que me modelaste por entero

al golpe cadencioso de las hachas,

entre risas y gritos de muchachas

y pájaros de oficio carpintero.

PRIMER ACTO

Patria: tu superficie es el maíz,

tus minas el palacio del Rey de Oros,

y tu cielo, las garzas en desliz

y el relámpago verde de los loros.

El Niño Dios te escrituró un establo

y los veneros del petróleo el diablo.

Sobre tu Capital, cada hora vuela

ojerosa y pintada, en carretela;

y en tu provincia, del reloj en vela

que rondan los palomos colipavos,

las campanadas caen como centavos.

Patria: tu mutilado territorio

se viste de percal y de abalorio.

Suave Patria: tu casa todavía

es tan grande, que el tren va por la vía

como aguinaldo de juguetería.

Y en el barullo de las estaciones,

con tu mirada de mestiza, pones

la inmensidad sobre los corazones.

¿Quién, en la noche que asusta a la rana,

no miró, antes de saber del vicio,

del brazo de su novia, la galana

pólvora de los juegos de artificio?

Suave Patria: en tu tórrido festín

luces policromías de delfín,

y con tu pelo rubio se desposa

el alma, equilibrista chuparrosa,

y a tus dos trenzas de tabaco sabe

ofrendar aguamiel toda mi briosa

raza de bailadores de jarabe.

Tu barro suena a plata, y en tu puño

su sonora miseria es alcancía;

y por las madrugadas del terruño,

en calles como espejos se vacía

el santo olor de la panadería.

Cuando nacemos, nos regalas notas,

después, un paraíso de compotas,

y luego te regalas toda entera

suave Patria, alacena y pajarera.

Al triste y al feliz dices que sí,

que en tu lengua de amor prueben de ti

la picadura del ajonjolí.

¡Y tu cielo nupcial, que cuando truena

de deleites frenéticos nos llena!

Trueno de nuestras nubes, que nos baña

de locura, enloquece a la montaña,

requiebra a la mujer, sana al lunático,

incorpora a los muertos, pide el Viático,

y al fin derrumba las madererías

de Dios, sobre las tierras labrantías.

Trueno del temporal: oigo en tus quejas

crujir los esqueletos en parejas,

oigo lo que se fue, lo que aún no toco

y la hora actual con su vientre de coco.

Y oigo en el brinco de tu ida y venida,

oh trueno, la ruleta de mi vida.