Diego Armando Maradona, amado dentro de la cancha y muy criticado fuera de ella. Un hombre bendecido con un don especial para el balón, pues cautivó a multitudes con su zurda de antología, una habilidad única para quitarse a sus rivales en la cancha y ser letal ante la portería.
Con esas características, inció su camino para convertirse en leyenda el 20 de octubre de 1976 cuando debutó como futbolista profesional con la camiseta de Argentinos Juniors, tan sólo a los 16 años de edad.
Hablar de Maradona es recordar a un fenómeno con la pelota pegada al pie, sus compañeros sabían que dándole el balón “al Diego”, como solía llamarse así mismo, cualquier problema estaba resuelto. Pero la cúspide del D10S llegó en México, en el Mundial de 1986, su Mundial, el que lo catapultó a lo más alto y lo convirtió en uno de los mejores jugadores del orbe, en un partido contra Inglaterra.
En el Estadio Azteca el equipo europeo fue víctima de sus dos goles más famosos en cuartos de final: el primero con la mano en lo que pasó al recuerdo como la “Mano de Dios” y el segundo tras una corrida en la que se desprendió de varios rivales, haciendo malabares con la pelota y convirtiéndolo en el “Gol del siglo”.
Muchos argentinos vieron la victoria ante Inglaterra como una venganza por la pérdida de una guerra de 74 días librada y perdida ante Gran Bretaña en 1982 por la posesión de las Islas Malvinas.
“Fue más que tratar de ganar un partido. Sabíamos que los argentinos habían muerto allí, que los habían matado como los pájaros. Y esta fue nuestra venganza. Era algo más grande que nosotros, estábamos defendiendo nuestra bandera”, escribió en su autobiografía.
Héroe nacional por sus hazañas, Diego Armando Maradona fue el prototipo de persona que se superó el un país con profundas desigualdades. Nació el 30 de octubre de 1960 en Villa Fiorito, un barrio humilde del conurbano bonaerense. Fue el quinto de ocho hijos y de aquella época de privaciones recordaba los frecuentes dolores de estómago de su madre Dalma Franco a la hora de servir la comida en la mesa familiar. Con el tiempo entendió que era una excusa para no comer y dejarle a a él y a sus hermanos porciones más abundantes, dio a conocer la agencia AP.
El camino del barrio a las estrellas del bendito futbol inició en 1976, cuando El Pelusa debutó Argentinos Jrs.; en 1981 pasó a Boca Juniors, el club de sus amores, que en 1982 lo transfirió al Barcelona por ocho millones de dólares, récord mundial en ese momento.
En 1984, Barcelona lo vendió al Napoli, equipo del sur italiano que jamás había ganado nada importante. Ahí alcanzó el mote de ídolo inolvidable. Ganó dos títulos de campeón de Italia en las temporadas 1986-1987 y 1989-1990, una Copa de Italia (1987), una Copa de la UEFA (1989) y una Supercopa Italiana (1990).
Jugó en el Sevilla de España y con su carrera en declive disputó cinco partidos con Newell’s Old Boys de Rosario, antes de volver a Boca (1995-1997) donde se retiró.
Con la Selección de Argentina jugó entre 1977 y 1994, incluyendo los mundiales de 1982 (España), 1986 (México), 1990 (Italia) y 1994 (Estados Unidos), cuando fue retirado de la competencia por dopaje y suspendido luego por un año.
Maradona disputó un total de 692 partidos oficiales entre equipos y la selección. En todos ellos demostró la magia y el don con el que nació.
El 30 de octubre de 1997, día de su cumpleaños 37, Maradona anunció su retiro y emprendió una corta carrera como técnico que tuvo su momento culminante cuando fue entrenador de Argentina en el Mundial de Sudáfrica 2010, donde la selección, con Messi a la cabeza, fue vapuleada 4-0 por Alemania en cuartos.
Tras su paso como timonel de Argentina, arrancó una travesía en Emiratos Árabes Unidos. Su último equipo fue Gimnasia y Esgrima de La Plata, ciudad a 40 kilómetros al sur de Buenos Aires.
Al final de su carrera, Maradona solía contar: “la primera pelota de futbol que tuve fue el mejor regalo que nunca nadie me haya hecho en la vida. Tenía tres años y dormí abrazado a ella toda la noche”.