El arenero llegó, llegóóó...

En 1989 se publicó el primer número del cómic Sandman, escrito por el estadunidense Neil Gaiman. Entre algunas innovaciones que lo situaron como un ícono, no fue menor el hecho de ser ilustrado por diversos artistas gráficos. Ahora está disponible en Netflix la primera temporada en formato audiovisual, codesarrollada por el autor y con él mismo en la silla de productor ejecutivo. Este abordaje de la historia de Sueño es analizado por BEF, sin duda uno de los conocedores más entusiastas y agudos del cómic.

Sandman Foto: Fuente: filmaffinity.com

A la memoria de Paco Haghenbeck, que tanto hubiera disfrutado esta serie

Después de más de treinta años y luego de muchos intentos fallidos, finalmente llega a las pantallas una adaptación audiovisual del cómic de Sandman, escrito por Neil Gaiman y dibujado por varios artistas como Sam Kieth, Mike Dringenberg, Marc Hempel y Jill Thompson, entre otros. La historieta se publicó de 1989 a 1996 en DC Comics, donde luego generó el subsello Vertigo (hoy, desaparecido).

Situada originalmente en el mismo universo de Batman y Superman, la serie consta de 75 números compilados en diez álbumes, que cuentan las peripecias de Morfeo, dios de los sueños y miembro de la familia de los Eternos, que comprende también a Destino, Muerte, Deseo, Desesperación, Delirio y Destrucción, entre otros.

Aunque la serie comenzó dentro de la continuidad compartida por los superhéroes de DC, poco a poco consolidó la parte mágica de ese universo, habitado por personajes como la Patrulla Condenada, La Cosa del Pantano y el Hellblazer, John Constantine, entre otros. Todos los anteriores también han transitado de las viñetas a la pantalla con desigual fortuna.

LA HISTORIA, tanto en los cómics como en la serie, arranca cuando en 1916, en plena Guerra Mundial, un mago menor de nombre Roderick Burgess, rival de Aleister Crowley, lanza un conjuro para atrapar a la Muerte y dominarla. El hechizo fracasa y en su lugar aparece un misterioso ser de piel blanca y cabello negro que permanecerá atrapado, sin envejecer, durante décadas. Se trata, sin que lo sepan sus captores, de Sueño, el hermano menor de Muerte.

Un error, la ruptura del círculo mágico de tiza que lo rodea, le permitirá a Sueño liberarse varias décadas después, cuando su captor original ha muerto ya. Aquí viene la primera diferencia con el cómic, pues en la serie ha transcurrido más de un siglo para poder situar la narrativa en 2022, mientras que en la historieta esto ocurría en 1989.

Pareciera que su elenco nació para interpretar
a los personajes creados por Neil Gaiman y sus diferentes dibujantes

Lo que sigue, el primer arco narrativo del cómic, es la tortuosa reconstrucción del Reino de los Sueños que llevará a Morfeo literalmente al fondo del Infierno, entre otros lugares, para recuperar su escafandra, el saco de arena y el rubí que le fueron despojados al momento de su captura. Esta historia va seguida por una segunda, en la que descubre una compleja conspiración contra él desde el seno de su propia familia. Ambas líneas comprenden la primera temporada de la serie.

ENVUELTA EN LA CONTROVERSIA por la elección de varios de los actores, muchos de los cuales cambiaron de sexo o de etnia en su paso a la pantalla chica, la serie no sólo resucitó el interés en uno de los cómics anglosajones más importantes de los años noventa, sino que además ha atraído a un nuevo público que por primera vez conoce a Morfeo y su familia disfuncional.

Vista la primera temporada, pareciera que su elenco nació para interpretar a los personajes creados por Gaiman y sus diferentes dibujantes. Hoy resulta imposible imaginar otra Muerte que la encarnada por la carismática Kirby Howell-Baptiste, una Lucienne más entrañable que la interpretada por Vivienne Acheampong o la versión masculina de John Constantine en lugar de la Johanna que interpreta Jenna Coleman, tres de los personajes que se transformaron profundamente en su representación audiovisual.

Dejando de lado las controversias, zanjadas por el propio Gaiman en redes sociales al invitar a sus feroces críticos a ver la serie y sacar sus conclusiones más allá del prejuicio, la serie mantiene y amplifica la fascinación sobre el público ejercida por estas historias en el papel.

La aparente facilidad con la que Gaiman hilvana mitos de diferentes tradiciones con el mundo cotidiano y el folclore de los superhéroes (aunque en la pantalla esto último apenas se sugiere) hace de Sandman una historia magnética que desde su publicación original ha atraído a un público diferente a la horda habitual de consumidores de superhéroes.

MÁS ALLÁ DE SER una obra maestra de la literatura fantástica, aplaudida por autores como Clive Barker, Ellen Kushner y Alberto Chimal, Sandman incluyó desde el principio personajes abiertamente gays o no-binarios, como el caso de Deseo, algo rara vez visto en los tempranos años noventa en las conservadoras DC o Marvel. Por ello sorprende la indignación de los viejos fans ante la feminización del elenco en la serie de Netflix.

Aparentemente el gran éxito de Morfeo y sus aventuras permitirá una segunda temporada (no anunciada al momento de escribir estas líneas). De ser así, se confirmará la importancia de involucrar al creador de cualquier propiedad intelectual en su adaptación audiovisual. La refinada sensibilidad mediática de Neil Gaiman, él mismo una celebridad por méritos propios y acaso uno de los pocos bookstars auténticos, permitió, como lo dijo él mismo, proteger al público durante treinta años de una mala película de Sandman.

Que se den la oportunidad, quienes lean estas líneas, de conocer la serie. Si nunca han leído el cómic, mejor. Y si sus personajes los enamoran, como me sucedió en mi adolescencia cuando a los 17 años comencé a leer la serie, anímense a revisar la historieta, disponible en castellano hace varios años (aunque nada como leer la versión original en inglés).

Estoy seguro de que no les decepcionará.

Felices sueños.