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Diversa Cultural

Diversa CulturalFoto: Biblioteca Castro, iStock, Especial y Freepik
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CIUDAD

Soy un efímero y no demasiado descontento ciudadano de una metrópoli creída moderna porque todo gusto conocido ha sido eludido en los mobiliarios y en el exterior de las casas, así como en el plano de la ciudad. Aquí no podríais señalar las huellas de ningún monumento de superstición. La moral y la lengua están reducidas a su más simple expresión, ¡por fin! Estos millones de seres que no necesitan conocerse llevan de forma tan pareja la educación, el oficio y la vejez, que ese curso de vida debe de ser varias veces menos largo de lo que una loca estadística asigna a los pueblos del continente. Igual que, desde mi ventana, veo nuevos espectros rodando a través de la espesa y eterna humareda de carbón, —¡nuestra sombra de los bosques, nuestra noche de estío!— nuevas Erinias, ante mi cottage que es mi patria y todo mi corazón puesto que aquí todo se parece a esto, —la Muerte sin llantos, nuestra activa hija y sirvienta, un Amor desesperado, y un bonito Crimen piando en el barro de la calle.

Arthur Rimbaud, “Ciudad”, Obra completa bilingüe, edición y trad. Mauro Armiño, Atalanta, 2016.

Gente en la ciudadFoto: Freepik

BOTERO

[…] Sólo pretendí apropiarme de un volumen desorbitado, darle cierta sensualidad a la forma a través del volumen. Fue un hallazgo que luego fui puliendo y perfeccionando. Yo no quiero que nadie piense que el origen de mis volúmenes está en alguna deformación de tipo físico, visual. Se dice del Greco que sus formas alargadas se debían a un padecimiento de la vista. En mí no hay tal cosa. Todo es producto de una búsqueda y de una decisión: trabajar con formas o dimensiones colosales. A través de ellas quiero llevar mis ideas hasta sus últimas consecuencias.

[…] El público me conoce como “el pintor de las gordas”. […] siento que esa definición es una simplificación excesiva de las formas. Esas formas son plenas, sensuales, monumentales. Entonces, el cuerpo humano es sólo un pretexto para pintar, pero eso no significa que no tengan importancia en mis cuadros los frutos o los objetos o los insectos o cualesquiera de las formas que aparecen en ellos.  

Cristina Pacheco, “Fernando Botero: Entre el delirio y la obsesión”, La luz de México. Entrevistas con pintores y fotógrafos, FCE, 1996.

Fernando Botero, pintorFoto: Especial

INMUNIDAD

El sufrimiento es la marca de nuestra tribu, aprendemos en la escuela.

El mercader de Venecia profundiza bastante en la cuestión. Cuando estudiábamos a Shakespeare en el instituto no hacíamos apologética. Ese es uno de los rasgos curiosos de la sociedad americana. En aquellos días todo se sacaba a la luz. Y si los prejuicios y el chovinismo eran casi tan peligrosos como en Europa, resultaban, en la práctica, ineficaces. La ausencia de la idea de difamación era muy liberadora. Todo mundo estaba expuesto a ella. Nadie podía reclamar protección. Claro que los respetables anglosajones protestantes estaban un tanto aparte, pero hasta ellos recibían ataques. Nadie era inmune. Ni judíos, ni italianos, ni griegos, ni alemanes ni negros. No existían zonas protegidas. Y eso daba vía libre a la libertad de opinión. Todo el mundo recibía su parte de insultos. Eso es lo que ahora ha desaparecido. Sin que se haya incrementado la libertad. 

Saul Bellow, “Media vida. Entrevista con Keith Botsford”, Todo cuenta. Del pasado remoto al futuro incierto, trad. Benito Gómez Ibáñez, Galaxia Gutenberg, 2005.

INMUNIDADFoto: Especial

PODER MENTAL

A mediados de este siglo podría ser normal interactuar con los ordenadores directamente a través de la mente. Puesto que el sector de la informática mueve billones de dólares, capaz de crear jóvenes multimillonarios y grandes empresas casi de la noche a la mañana, los avances de la interfaz mente-ordenador se dejarán sentir

en Wall Street, y también en nuestros hogares. 

Todos los dispositivos que utilizamos para comunicarnos con los ordenadores (el ratón, el teclado, los ordenadores portátiles y los notebooks) irán desapareciendo lentamente. En el futuro bastará con que demos órdenes mentales y los pequeños chips que estarán discretamente ocultos a nuestro alrededor satisfarán nuestros deseos. Mientras estemos en la oficina, cuando paseemos por el parque, veamos escaparates, o simplemente mientras nos relajemos, nuestras mentes interactuarán con multitud de chips ocultos, y podremos así, mentalmente, poner en orden nuestras finanzas, comprar entradas para el teatro o hacer una reserva.

Los artistas también le darán buen uso a esta tecnología. Si pueden visualizar mentalmente sus obras, mediante sensores de electroencefalografía esa representación podría mostrarse en una pantalla holográfica tridimensional. […]

Análogamente, los ingenieros podrían crear modelos a escala de puentes, túneles y aeropuertos simplemente usando su imaginación. Con el pensamiento, también podrán hacer cambios rápidamente en los planos.  

Michio Kaku, El futuro de nuestra mente, trad. Juan Manuel Ibeas y Marcos Pérez Sánchez, DeBolsillo, 2019.

Poder MentalFoto: iStock

ZAPATA Y VILLA

Finalmente, los dos se reunieron el 4 de diciembre de 1914 en una escuela de la ciudad de Xochimilco ante un abarrotado grupo de ayudantes y espectadores. Los allí presentes enseguida advirtieron las disimilitudes físicas entre ambos —Villa pesaba ochenta y un kilos y era mucho más alto que Zapata, que pesaba cincuenta y nueve kilos—. Villa, que unas veces vestía informalmente y otras llevaba ropa muy chillona, lucía una extraña combinación con un salacot, un jersey grueso de color marrón y unos pantalones de montar color caqui, mientras que Zapata llevaba una camisa lavanda, dos pañoletas de seda de colores vivos y unos pantalones negros muy estrechos con botones plateados bajo las costuras exteriores. Las diferencias entre ambos podían verse claramente echando un vistazo a sus tropas —Villa parecía prácticamente un soldado más de su ejército, uniformado con el monótono color caqui—, mientras que los hombres de Zapata vestían con camisas de algodón tradicionales y sandalias e iban bastante peor armados. […] Ambos hombres parecían tímidos uno frente al otro, y apenas mediaron palabra durante media hora, hasta que Villa hizo un comentario ofensivo sobre Carranza que animó considerablemente a Zapata. “Siempre les dije que Carranza era un hijo de puta”, dijo. 

Joseph Cummins, Grandes rivales de la historia. Cuando la política se vuelve algo personal, trad. Albert Beteta Mas, Arpa, 2023.

Juramento

Hay una foto de Baroja —el abrigo y la boina, como si estuviera en casa—, mirando los puestos de los buquinistas del Sena. Vivió una larga temporada en el Colegio de España, comiendo en el restaurante universitario, leyendo y paseando, y escribiendo artículos.

En París había estado ya casi cuarenta años antes, y recordaba aquel día en que, sentado junto a Gómez Carrillo y los hermanos Machado, delante del Moulin Rouge, vieron pasar, enorme como un oso, despeluchado y lacio, perfumado, a Oscar Wilde.

Cuando volvió a España le organizaron —se dice que fue [Eugenio] D’Ors— aquella ceremonia teatral y delirante, en Salamanca, en la que a los académicos se les pedía juramento ante un ejemplar del Quijote.

—¿Jura o promete?, cuentan que preguntaban.

A lo que Baroja, sin inmutarse, respondió:

Yo, lo que sea costumbre. 

Jesús Marchamalo, Retrato de Baroja con abrigo, ilustrado por Antonio Santos, Nórdica libros, 2013.

Retrato de Baroja con abrigo, ilustrado por Antonio SantosFoto: Biblioteca Castro