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La libertad de conciencia hacia una vida digna

La escritora inglesa Doris Lessing (1919-2013), nacida en Irán y de formación autodidacta abordó todos los géneros, en especial la novela. Militó en el Partido Comunista en la década de los cincuenta. Luchó contra el apartheid, se interesó por la justicia social, el anticolonialismo, la equidad de género y fue crítica de los fanatismos ideológicos. Elena Enríquez Fuentes nos habla de esta mujer rebelde, Premio Nobel de Literatura en 2007, y una de las pensadoras más influyentes del siglo XX

Doris Lessing, pionera de la autoficción con temas como la psicología de la mujer madura.Foto: Farenheit Magazine
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¿ Estamos dispuestos a cuestionar nuestras más profundas certezas?, responder sí, es el mejor punto de partida para adentrarnos en la obra de Doris Lessing. El leitmotiv de sus más de cincuenta libros es examinar con minucioso sentido crítico, sin concesiones, todas las estructuras donde se anclan las certezas y seguridad de la mayoría de los seres humanos: familia, educación, el Estado, las convenciones para pertenecer a un grupo social o político, la moral, ideologías, religión, patrimonio económico, incluso cuestionó su propia maternidad. Ningún aspecto de lo humano escapó a su escrutinio, ni la vida misma. Para hacerlo abordó todos los géneros: poesía, cuento, novela, teatro, ensayo, ciencia ficción, guion para cine, incluso libreto de ópera.

A lo largo de sus 94 años mantuvo firme y coherente su deseo de comprender, ese fue su motor y propósito. Convirtió a su sentido crítico en una herramienta para la supervivencia, cuestionó sin pudor para evitar el autoengaño, la autocomplacencia. Para ella, la aparente vida confortable, el reconocimiento de los pares, los prestigios, nos adormecen, facilitan sumarnos a la mentalidad de grupo, es el modo como religiones, ideologías, posturas políticas, el conocimiento vacío de experiencia, incluso la estabilidad económica, nos seducen y prometen seguridad. Qué nos piden a cambio de ofrecernos certezas y protección: renunciar a nuestra conciencia individual, nos volvemos autómatas ¡y no nos damos cuenta! 

Lessing brinda sobradas evidencias de cómo funcionan nuestros mecanismos mentales en la serie Hijos de la violencia, en sus novelas La buena terrorista y El quinto hijo, entre tantas obras más. Fue acusada de contestataria y explicó así su rebeldía en un poema: 

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DEJÓ A SUS DOS PRIMEROS HIJOS con su padre para ser independiente y apostar por sus inquietudes literarias. Militó en las filas del comunismo, por esa causa fue expulsada del país donde creció. Después sus correligionarios la rechazaron por cuestionar sus prácticas. Cuando ya gozaba de reconocimiento, puso en juego su trayectoria. Se arriesgó al veto de su medio. Presentó novelas suyas, bajo un seudónimo, a quienes ya la habían publicado. Quería demostrar cómo las carreras literarias se crean con relaciones públicas, el interés de los críticos no lo despierta la calidad artística sino los prestigios. Sus editores no la identificaron detrás de su seudónimo Las editoriales que publicaron su obra, considerándola una desconocida, no lograron la atención de la prensa ni de los críticos que antes la favorecían. Provocó un escándalo memorable cuando hizo público su ardid.

Buscó hacer obvios los sesgos individuales y sociales para, desde esa sinceridad y aceptación de quiénes somos y cómo actuamos, evitar la violencia, la autodestrucción, el sometimiento para proteger intereses personales o colectivos. La ciudad de las cuatro puertas, Instrucciones para un viaje al infierno y La historia de un hombre cansado nos permiten mirar desde muchos ángulos las contradicciones incrustadas entre la libertad de conciencia individual y el bien común.

Su carrera literaria arrancó y cerró con el examen de su familia. En su primera novela Canta la hierba (1950), a través de sus recuerdos de infancia expresó su rechazo a las estructuras autoritarias. Descalificó el anhelo de sus padres por conquistar la prosperidad económica a través de un sistema opresor, puso en tela de juicio los preceptos morales dedicados a avasallar las conciencias en nombre del progreso. 

Buscó hacer obvios los sesgos individuales y sociales para, desde esa sinceridad y aceptación de quiénes somos y cómo actuamos, evitar la violencia, la autodestrucción, el sometimiento para proteger intereses personales o colectivos

SU ÚLTIMA NOVELA, Alfred y Emily (2008), rinde homenaje a sus padres, reconoció su esfuerzo por trascender los conflictos que los marcaron. Imaginó cómo habrían sido sus vidas lejos del dolor y concluye que, si hubieran sido felices, ella no habría nacido. En Alfred y Emily confesó a sus lectores su impulso para escribir: “Aquí estoy, intentando escapar de esta monstruosa herencia, intentando ser libre”.

Para Lessing nuestra necesidad de pertenecer, de ser amados, nos puede conducir a perder la dignidad, lo que nos hace humanos. En 2007 la academia sueca señaló entre los méritos para otorgarle el Premio Nobel: “su capacidad para transmitir la épica de la experiencia femenina”. Ser autodidacta la entrenó para pensar todo el tiempo por sí misma. En los dos volúmenes de su autobiografía Dentro de mí y Un paseo por la sombra, revela cómo escribir la salvó de la locura, tener el valor de disentir la hizo experimentar la diferencia como un acto de libertad y no como falta de cordura. 

¿Cuál podría ser el mayor peligro?, ¿morir?, desde el punto de vista de Lessing, lo peor es inventar un mundo para no enfrentar la complejidad de la vida, esa es la verdadera muerte. Por eso, con orgullo proclamó: 

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