a

Arturo Vieyra

Deuda de EU: la bomba del gigante

BRÚJULA ECONÓMICA

Arturo Vieyra
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Mucho se especula sobre las trágicas consecuencias que puede haber en el caso de que el Congreso de Estados Unidos no apruebe un nuevo techo a la deuda pública de ese país. La negociación entre el Gobierno y el ala republicana tiene hasta principios de junio para llegar a un acuerdo.

Ya es costumbre, desde hace muchos años, que el Gobierno federal de EU acumule más deuda que la autorizada por el Congreso; de hecho, éste último ha subido el techo de deuda en 78 ocasiones desde 1960. El límite de deuda autorizado por la legislación es de 31.38 billones de dólares. Este límite se superó desde enero y, ante ello, el Gobierno ha tenido que aplicar medidas de emergencia temporales.

Teóricamente, de no lograr un aumento a la deuda del país más poderoso del orbe, las consecuencias serían funestas. Frente a un escenario inédito de impago (default) por parte del Gobierno federal. Habría disrupciones significativas en los mercados financieros: aumento de volatilidad; caídas en precios de acciones; pérdida de confianza de consumidores; contracción del acceso a mercados de crédito. Ello iría acompañado de un incremento importante y generalizado del costo de la deuda y un debilitamiento del dólar a nivel internacional, que derivaría en una fuerte caída de la liquidez.

Pero no sólo afectaría el ámbito financiero, por el lado de la economía real, el default implicaría la pérdida de alrededor de dos millones de empleos con un incremento del desempleo mayor a 5 por ciento y variación negativa del PIB. Esto en el caso de sólo un breve periodo de impago. Si se prolongara el impago, la economía norteamericana podría caer en una recesión como la ocurrida en 2008-2009.

Frente a estas consecuencias que podrían ser catastróficas, el nerviosismo aumenta con la gran incertidumbre que genera la negociación en el Congreso motivando alta volatilidad en los mercados bursátiles y de deuda. En el fondo, es un problema político en tiempos electorales de Estados Unidos, existe extrema renuencia a ceder en ambos partidos; los republicanos están más radicales que en épocas previas, ahora con una exigencia de recortes significativos al gasto que el presidente y los demócratas no quieren aceptar.

Después de tantas veces que se ha negociado el techo de la deuda y se aprueba, es improbable que se llegue a un default o impago en esta ocasión. Evitar una catástrofe económica y financiera a nivel global, es el incentivo principal para solucionar el conflicto político. Declaraciones de los representantes de los partidos han manifestado que el default “no es una opción”. Pero mientras más se dilate la solución habrá mayor incertidumbre, volatilidad y daño que generarán las negociaciones.

Hay que tener en cuenta que después de los llamados acuerdos de Bretton Woods, en 1944, el dólar se convirtió en la divisa de reserva monetaria del mundo, por tanto, pueden imprimir tantos dólares como demande el mercado.

La política de endeudamiento acelerado instrumentada desde la crisis del 2008 y después como solución a la pandemia y la crisis subsecuente hace dos años ha desembocado en un nivel descontrolado de la deuda equivalente a 129 por ciento del PIB. El crecimiento desbordado de la deuda en Estados Unidos, como en cualquier parte del mundo, no significa otra cosa que trasladar los problemas de ahora a las próximas generaciones.