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Arturo Vieyra

Mejor que lo esperado

BRÚJULA ECONÓMICA

Arturo Vieyra
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Signos de vitalidad económica. El desempeño de la economía mexicana sigue sorprendiendo positivamente. En paralelo, a pesar de que los riesgos persisten, la inflación sigue su trayectoria a la baja. La duda es hasta dónde puede llegar esta mejora en la economía.

Cuando el Gobierno federal anunció, en los Criterios Generales de Política Económica, para este año una estimación de crecimiento del PIB de 3.0%, el grueso de los analistas mostró escepticismo que se reflejó en un pronóstico cuyo consenso se ubicó en sólo 1%. Por fortuna, la realidad ha venido dando la razón a la estimación oficial. En la más reciente Encuesta Citibanamex, la estimación del consenso se ha incrementado hasta 2.4%; incluso, ya hay algunos analistas que pronostican un avance del PIB igual o mayor al del Gobierno.

Son varias las causas que determinan un mejor desempeño respecto a lo previsto por los analistas del mercado. La primera y la principal obedece a una importante aceleración de la inversión que responde a (1) una compra anticipada de bienes de capital apoyada por la fortaleza del peso, (2) las expectativas de mayor crecimiento por el llamado nearshoring y (3) el impacto de la mayor inversión pública.

Además del mayor gasto en inversión, hemos encontrado una desaceleración del consumo menor a la prevista que responde a varios factores, como la continua ayuda social, el persistente flujo de remesas y los buenos resultados en materia de empleo y salario real.

Este mayor y mejor desempeño de la demanda interna ha logrado opacar, que no anular, dos fuentes de impacto negativo que suponíamos los analistas redundarían en un menor crecimiento. En primer lugar, la desaceleración del mercado de manufacturas de Estados Unidos, que finalmente se está reflejando en una desaceleración de nuestras exportaciones de manufacturas distintas de las del sector automotriz. En segundo lugar, las altas tasas de interés promovidas por la política de astringencia monetaria de Banxico para reducir la inflación. Si bien esta política ha inhibido, principalmente, la construcción, el resto de la inversión no se ha visto tan afectada y más bien apoyada como arriba menciono.

De acuerdo con el Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE, proxi mensual del PIB), durante los primeros cinco meses del año, la economía mexicana promedió un crecimiento de 3.4% respecto al mismo periodo del año anterior. Si suponemos que el crecimiento podría ser alrededor de 2.6% en todo el año, sigue latente el supuesto de una desaceleración en el segundo semestre, pero a todas luces ésta tendrá menor fuerza que lo anticipado a principios del año.

En la ruta correcta, pero con más piedras en el camino, está el proceso de desinflación. Pues si bien datos de la primera quincena reivindicaron la tendencia hacia un menor crecimiento de los precios al consumidor, los riesgos prevalecen. Medida a tasa anual, la inflación en la primera mitad de julio se registra en un nuevo descenso hasta 4.79% desde 4.93% en la segunda quincena de junio. La mayor fuerza de la desinflación continúa focalizada en la inflación no subyacente, especialmente en energéticos. Si bien el componente subyacente también desciende marginalmente, las tasas de crecimiento de los alimentos procesados y de los servicios siguen en niveles muy altos (10% y 5.3%, respectivamente). Es ahí donde los riesgos son mayores.

En general, factores internos y externos apoyan una mejor coyuntura económica fortaleciendo el camino hacia la estabilidad, factor indispensable para fortalecer las capacidades productivas y el crecimiento de largo plazo. Mantener la disciplina en los ámbitos fiscal y monetario sigue siendo la llave del éxito.