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Arturo Vieyra

El PIB y la Discrepancia Estadística

BRÚJULA ECONÓMICA

Arturo Vieyra
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Sin menoscabo de la importante y muy eficiente labor que realiza en Inegi en materia de elaboración y difusión de estadísticas económicas y sociales que fungen como principal fuente de información para el estudio de la realidad mexicana, también hay que destacar que en las estadísticas de coyuntura económica los analistas hemos encontrado algunos puntos que llaman la atención y que hoy, por su importancia en la interpretación y análisis económicos quiero poner de relieve.

Me refiero a una de las variantes del cálculo del Producto Interno Bruto (PIB). Como es sabido, el PIB constituye una de las principales variables que se utilizan para evaluar el desempeño macroeconómico. Se define como el valor de mercado de todos los bienes y servicios finales producidos dentro de un país en un periodo determinado. Para su cálculo o estimación existen básicamente tres vías o metodologías que, de manera muy simple y sin entrar en detalles técnicos consisten en (1) la suma de los factores de la producción disponibles a saber el capital y el trabajo; (2) la suma del valor agregado de todos los sectores que participaron en la producción en el periodo de referencia menos los impuestos indirectos más subsidios; y (3) la suma de los componentes de la demanda agregada (consumo inversión y exportaciones) hacia los que se destina la producción menos las importaciones.

En esta última variante es sobre la que quiero referirme. En efecto, contablemente, el PIB es la suma del consumo de las familias, más la inversión productiva (sumada la variación de inventarios), más el consumo neto del gobierno, a ello se le restan las importaciones en virtud de que no son producción nacional.

Esta identidad es fundamental en virtud de que, al ser la mexicana una economía de mercado, es decir, está comandada por la demanda, es de vital importancia conocer cuáles son las fuentes que dan mayor o menor impulso al crecimiento económico. Si con las estadísticas publicadas por el Inegi se toma a pie juntillas la identidad para llegar al PIB, la suma arroja un crecimiento de la producción nacional en el primer trimestre de 7.6% anual, este resultado se deriva de avances en el consumo de las familias (7.2%), del consumo público (0.8%), de la inversión más variación de inventarios (5.1%) y de un avance muy superior de las exportaciones respecto a las importaciones (10.1% y 5.8% respectivamente).

Pero el dato real es muy distinto, el PIB, de acuerdo con el Inegi creció en el primer trimestre sólo 1.8%. Este enorme desfase entre los crecimientos de los elementos de la demanda y las importaciones y el PIB publicado, la autoridad en materia estadística lo concilia con un rubro denominado “discrepancia estadística” que resta 5.6 puntos porcentuales al crecimiento.

Este ajuste estadístico que viene cobrando mayor relevancia —ya en el primer trimestre de este año representó 3.6% del PIB—, obstaculiza el análisis de las fuentes del crecimiento que muchos analistas, empresas, e incluso el mismo sector público requieren para evaluar la situación actual y las perspectivas de crecimiento.

Definitivamente, la “discrepancia estadística” es escandalosa y, requiere más que una aclaración, un ajuste por parte del Inegi. En adición convendría una publicación mucho más oportuna de las estadísticas de Oferta y Demanda agregadas, ya que se publican un mes después de darse a conocer el dato revisado del PIB.