a

Arturo Vieyra

Ver lo que se quiere ver

BRÚJULA ECONÓMICA

Arturo Vieyra
 *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Resulta increíble como, en medio de la polarización política que vivimos, en el país existe muy poca, si no es que nula, interpretación con carácter objetivo de los logros y pendientes económicos de la actual administración. A la fecha es fácil encontrar frente a cualquier acción de la actual administración un rechazo absoluto, e incluso, en muchas ocasiones irracional, por parte de los detractores del Gobierno.

Si bien no se trata de ser adulador de la política económica actual, es menester realizar una evaluación constante y objetiva a fin de medir los riesgos y oportunidades de la economía de México.

A más de cuatro años de la actual administración, esa hipérbole de algunos opositores que vaticinaban la “destrucción de la economía” —donde el camino era llegar a situaciones extremas como en dos países latinoamericanos— ha quedado francamente descartada. Hoy la economía mexicana sigue siendo una economía de mercado, donde los participantes privados continúan como los protagonistas —salvo en el sector energético— en la producción, distribución y comercialización de los bienes y servicios.

En el plano de la macroeconomía, el Gobierno actual ha mantenido y, en algunos casos, fortalecido los fundamentos de la estabilidad, básicamente respetando la autonomía del Banco de México y manteniendo una postura firme de equilibrio fiscal que se muestra claramente en un balance primario en equilibrio, e incluso, ligeramente superavitario. Ello ha requerido de una mejora recaudatoria importante que no se había logrado en administraciones anteriores y una férrea disciplina en el gasto público.

Asimismo, se ha dado un apoyo fundamental al modelo exportador heredado del TLCAN y ahora T-MEC respetando los acuerdos y fortaleciendo la industria en el Bajío y la frontera, lo que sumado a la nueva perspectiva que se abre con el llamado nearshoring ha venido incrementando la inversión nacional y extranjera.

El impulso al crecimiento del sur del país a través de los megaproyectos gubernamentales, como el Tren Maya, el Corredor Transístmico y la refinería en Tabasco, ha sido vital no sólo para mantener el crecimiento económico, sino también para redistribuir los logros del progreso hacia las regiones más desprotegidas del país. Ahora el sur ha crecido más que el norte.

En el mercado laboral los avances han sido sustanciales con mayor empleo formal y un fortalecimiento de los salarios reales no visto en décadas; por ello, y en adición al incremento sustancial de la ayuda social y de las remesas, ahora el consumo interno se consolida -a la par de la industria exportadora- como impulsor del crecimiento.

Quizá lo más importante de estos avances es que han sido logros obtenidos en medio de la pandemia que provocó la crisis económica más grande de la historia moderna de México, sin que ello desembocara en el endeudamiento mayor —como en otras economías— que comprometiera las generaciones futuras.

Es innegable que todavía son muchos los pasivos de México, especialmente en materia de inseguridad, educación, salud y corrupción en diversos niveles. Corregirlos sigue siendo una tarea prioritaria. Pero abocarse a la crítica desmedida de lo que falta sin ver los avances y, peor aún, sin propuestas, eso si conduce a la destrucción. Insisto, a veces sólo se ve lo que se quiere ver.