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Bernardo Bolaños

Salud: la advertencia de Beatriz Paredes

ANTROPOCENO

Bernardo Bolaños
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Durante el foro en León, Guanajuato, del 22 de agosto, la aspirante opositora Beatriz Paredes advirtió contra la pretensión de homogeneizar el sistema de salud.

Sí, la pretensión es tener un sistema de salud universal, aclaró, pero mediante la articulación de instituciones que tienen naturaleza jurídica distinta, como el IMSS, el ISSSTE y el sistema de salubridad y asistencia ante la desaparición del Insabi. El mayor reto son los 50 millones que no tienen cobertura institucional. “Si nos ponemos a homogeneizar, nos vamos a tardar todo un sexenio y retrasaremos aún más la atención a la sociedad”, dijo.

El comentario técnico de Paredes viene a dar seriedad a un debate nacional que se da principalmente en términos retóricos, con frases asesinas contra los contrarios, con metáforas chuscas (en el mismo foro, Xóchitl y Beatriz se refirieron al “virus López-Gatell”). En esta competencia, las ofertas de un bando son respondidas con promesas más generosas del otro. Pero en la carrera de las buenas intenciones se callan los efectos colaterales de esos grandes proyectos.

Homogeneizar la atención a la salud podría significar sacrificar a la clase media. Porque si los políticos simplemente pretenden jalar la cobija para cubrir a 50 millones, ello implicaría descobijar a los actuales beneficiarios del IMSS e ISSSTE. Que tengan todavía menos atención preventiva, menos acceso a cirugías. A los políticos eso no les importa y llaman a la generosidad porque, aunque ya en la tercera edad, ellos todavía pueden pagar seguros médicos privados. Trátese de oficialistas o de opositores. Sus propuestas no contemplan que todos aportemos algo.

Por otro lado, se idealizan los sistemas de salud universal de Dinamarca y de Canadá. Habiendo vivido un año en este último país, puedo dar testimonio de los profundos problemas de su modelo. Miles de inmigrantes carecen de atención médica básica, elemental. Ello sucede porque, para acceder a medicina preventiva (por ejemplo, una simple consulta con un urólogo o ginecóloga) se requiere de un médico general “de familia” que lo autorice. Y, sencillamente, no hay suficientes de estos médicos para los recién llegados. En cierto sentido, Canadá se encuentra hoy peor que México en materia de salud, porque al menos aquí podemos buscar una consulta privada barata. Allá, en cambio, el estatismo ha terminado por sacrificar al eslabón más débil. Es afortunado que Xóchitl Gálvez no sea estatista.

Después de un año sabático en la Universidad de Toronto, por fin mi familia puede hacer en México revisiones médicas de rutina que allá fueron literalmente imposibles. Y no estábamos desinformados sino conviviendo incluso con especialistas canadienses en políticas de salud, uno de ellos con una enfermedad terminal que pudo haber sido fácilmente prevenida. La culpa es de los recortes financieros aplicados por gobiernos conservadores y de un gremio médico que obstaculiza el ejercicio profesional de doctores con estudios en el extranjero; pero el ejemplo canadiense muestra que no basta la promesa electoral de un “sistema de salud universal”.