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Palabras que matan

BAJO SOSPECHA

Bibiana BelsassoLa Razón de México
Por:

El pasado jueves 4 de febrero, en las inmediaciones del barrio Juchi, colonia San Antonio, en la zona oriente del Istmo de Tehuantepec, Oaxaca, fue asesinado el presidente municipal de Chahuites, Leobardo Ramos Lázaro.

Leobardo, quien fue reelecto para la alcaldía de Chahuites en 2019 y cuyo segundo periodo concluiría en diciembre de este año, viajaba en su automóvil cuando fue interceptado por sujetos armados, quienes lo asesinaron.

El alcalde de Chahuites había causado polémica con su discurso y declaraciones. En varias ocasiones fue cuestionado por activistas pro derechos humanos debido al discurso que manejaba en contra de migrantes provenientes de Centroamérica; incluso se le conocía como El Trump oaxaqueño.

Cuatro días antes de su ejecución, otro discurso en contra del alcalde llamó la atención por el mensaje violento. Gerardo Fernández Noroña, ahora diputado federal del PT, realizó un mitin en Chahuites para acompañar a su compañero de bancada, Benjamín Robles Montoya, donde lanzó severas críticas al alcalde.

“Me dicen mis fuentes de información que el alcalde pedorro de aquí, de Chahuites, llegó pobre, sin una casa y que ya tiene tres de más de un millón de pesos (…) sin un árbol de mango y ahora ya tiene hectáreas, el cab…, sin un auto (… )¿Y luego qué chin… están haciendo todos ustedes?, ¿andan dormidos o qué pasó?, ¿por qué este cab… está robe y robe? Me dicen que es muy violento, que es mafioso, que es vengativo. Les voy a hacer una pregunta fuertecita: ¿Cuántos huev… tiene el alcalde?, yo creo que dos, ¿o tendrá más? Y ustedes, compañeros, ¿cómo andan? Hay que apretarle al cab… alcalde”.

No digo que Fernández Noroña sea el responsable del crimen, pero sí pudo haber incitado a sus seguidores a hacerlo. Y a lo que Fernández Noroña llama lenguaje coloquial, en realidad promueve a la violencia.

Y es que ésa ha sido la estrategia de Fernández Noroña, ser un golpeador profesional.

Apenas hace unos días, Noroña tuvo que ofrecer una disculpa a la diputada Adriana Dávila Fernández, del PAN, a quien insultó en octubre de 2019, aunque nuevamente dijo que las expresiones vertidas entonces en el Congreso de Tlaxcala fueron “coloquiales”.

El 4 de octubre de 2019, Fernández Noroña afirmó que la legisladora era “más bocona que la ching…” y añadió hay que “ponerle una chin… la próxima vez que abra la boca”.

El 21 de enero, la Sala Superior del Tribunal Electoral ratificó la sanción del INE a Fernández Noroña, por insultar a la diputada y le ordenó ofrecer una disculpa pública.

La realidad es que el petista ofreció la disculpa, porque de no hacerlo tenía altas posibilidades de que no lo dejaran buscar la reelección como diputado.

Lo hemos visto muchas veces. No es que los políticos, desde su púlpito, manden a amenazar a la gente, pero sí hay muchos seguidores fanáticos que toman literal el discurso que amenazan, agreden y pueden llegar a matar.

En ocasiones, cuando el Presidente López Obrador ha arremetido contra periodistas, sus seguidores los agreden, como el caso del reportero de TV Azteca o el de Imagen TV.

Lo vimos en Estados Unidos, con la incitación de Donald Trump a sus seguidores a tomar el Capitolio.

El discurso de odio promueve la violencia y genera muertos. Y ese discurso lo vamos a ver una y otra vez en los próximos meses aquí, en México, que estaremos en campaña.

Con un México cada vez más polarizado y enardecido.

Y es que las palabras tienen consecuencias, algunas tan graves como el incitar a las agresiones e incluso asesinatos.

De acuerdo con un informe emitido por la UNESCO, que estudió las distintas definiciones de discurso de odio en el derecho internacional, éste se define como “expresiones a favor de la incitación a hacer daño (particularmente a la discriminación, hostilidad o violencia) con base en la identificación de la víctima como perteneciente a determinado grupo social o demográfico. Puede incluir, entre otros, discursos que incitan, amenazan o motivan a cometer actos de violencia”.

El informe de la UNESCO señala que el discurso de odio puede ser manipulado fácilmente para abarcar expresiones que puedan ser consideradas ofensivas por otras personas, particularmente por quienes están en el poder, lo que conduce a la indebida aplicación de la ley para restringir las expresiones críticas y disidentes.

En septiembre de 2019, 30 expertos y expertas independientes de la ONU publicaron una carta abierta pidiendo a las empresas de redes sociales que tomen medidas con el fin de frenar la propagación del discurso de odio.

Los expertos advirtieron que “el discurso de odio, tanto en línea como fuera de ésta, ha exacerbado las tensiones sociales y raciales, incitando a agresiones con consecuencias mortales en todo el mundo… se ha generalizado en los diferentes sistemas políticos y amenaza los valores democráticos, la estabilidad social y la paz. La promoción de ideas impulsadas por el odio refuerza este tipo de discurso público y debilitan el tejido social de los países”.

Además, mostraron preocupación por el abuso del discurso de odio como un término para socavar el disenso legítimo y destacaron la importancia de promover la libre expresión.

Hoy ese discurso de odio es una amenaza real y constante. Lo tenemos en Estados Unidos y otras partes del mundo, pero, sobre todo, se ha profundizado cada día más en México.

Desearíamos que ese discurso se modere, pero eso no va a pasar. En los próximos meses lo veremos cada día más intenso, con más odio y más polarización. Lo que importa aquí es ganar elecciones a costa de lo que sea.