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Carlos Olivares Baró

Beethoven y Berlioz

LAS CLAVES

Carlos Olivares Baró 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

El invierno se asoma en estos intermedios de noviembre; el otoño, un índice que nunca cuajó. La música revienta en susurro vibrando de fábula en fábula para hacerse permanente más allá de las estaciones. Comparto hoy con mis tres o cuatro lectores de estas Claves obras del alemán Ludwig van Beethoven (1770 - 1827) y del francés Hector Berlioz (1803 - 1869). Encuentro entre los fonogramas de música del periodo Romántico uno con la presencia de los integrantes de la Orquesta Filarmónica de Viena: Raimund Lissy (violín), Sebastian Bru (violonchelo), Robert Bauerstatter (viola) y Srebra Gelleva (piano), bajo batuta de Jan Latham-Koenig. Vaya sorpresa.

Concierto para violin, violonchelo y piano (Allegro, Largo, Rondo alla polaca-Allegro-Tempo primo), de Beethoven; y Haroldo en Italia (Haroldo en las montañas: escenas de melancolía, gozo y bienestar; Marcha de los peregrinos que cantan la plegaria vespertina; Serenata de un montañés en los Abruzos; Orgía de los bandidos; recuerdos de escenas precedentes), de Berlioz.

Especulan que Ludwig van Beethoven sería en nuestros días, un extravagante compositor de jazz/rock. En la cronología del arte europeo de los dos últimos siglos no hay personalidad que haya intervenido de forma tan cabal en el progreso posterior de la música como él. Transitó del Periodo Clásico hasta los inicios del Romanticismo. Su voluntarioso padre, Johann –cantante, tenor, en la capilla del arzobispo príncipe de Colonia—intentó hacer de él un niño prodigio en imitación de Mozart, pero todo fue un fracaso: habría que esperar hasta el año 1792 --el joven Beethoven se establece en Viena--, época en la que da muestra de ser un pianista de consumado talento para la improvisación.

Compositor, director de orquesta y pianista: legó 32 sonatas para piano, tres “Bagatelas” para piano, 16 cuartetos, 7 tríos, 10 sonatas para violín y piano, una ópera (“Fidelio”), una “Missa solemnis”, cinco conciertos para piano y orquesta, un concierto para violín y orquesta y 9 sinfonías.

Concierto para violin, violonchelo y piano (“Triple concierto”): concebido entre 1804 y 1805 (estreno, 1808), esta obra concertina es la única que Beethoven compuso para más de un instrumento solista. Se dice que está dedicado al Archiduque Rodolfo de Austria (hijo del emperador Leopoldo II), quien fuera su discípulo. Fragmento de piano sugestivo y transparente (fracciones afines para las dos manos, conformes fáciles y pocas pausas); y pasajes para violín y violonchelo de extremada exigencia técnica.

Allegro que inicia con los violonchelos escoltados por las violas hasta un tutti de las cuerdas que la orquesta interpreta con sentido íntegro. Hermosos solos de Sebastian Bru y Raimund Lissy en paralelo con el piano que recrea el motivo melódico. Largo de seductora alianza de los solistas: violonchelo glosando preludios que exigen pericia: Bru sabe descifrarlos con diestra factura instrumental; pianista que se deleita con la motivación melódica, y violin en desafiante contrapunto. Trío en pasajes de seductora inscripción armónica.

Rondo alla polaca-Allegro-Tempo primo, tercer movimiento de esplendores que consuma un concierto quizás menospreciado, pero de gran perfección instrumental. Los tres concertinos (Bru, Lissy y Gelleva) y la orquesta en muestra de justo sentido beethoveniano bajo la conducción de un Latham-Koenig vehemente y preciso.

“Un sonido nuevo / me delata la lengua. / No se parece a la palabra. / Es como si el árbol / se hiciera cargo del canto del pájaro / o la piedra del murmullo del agua. // Es el sonido con que suena la soledad en la soledad”: dice Juarroz. Yo digo que es Beethoven.

Llego a los dominios de Berlioz. Haroldo en Italia (pieza inspirada en “Las peregrinaciones de Childe Harold”, de Lord Byron), segunda sinfonía del autor de la popular Sinfonía Fantástica (sustentada en “Confesiones de un opiómano inglés”, de Thomas de Quincey). Eminente armonizador con claras influencias de Gluck, Weber y Beethoven; y músico de manifiesto apego con la literatura (Virgilio, Goethe, Shakespeare, Cellini...).

Composición trazada en un tema recurrente para una viola (refieren que Paganini se negó a interpretarla porque “no me da suficiente oportunidad para hacerme oír. Hay demasiado silencios y yo debo tocar todo el tiempo”, decía) a la manera de un concierto, pero sin presencia dominante del solista.

Haroldo en las montañas: escenas de melancolía, gozo y bienestar: preludio de los violonchelos seguido de flauta que registra la melodía en paralelo con los demás alientos y sustentos de las cuerdas. Sublime solo de la viola en diálogo con el arpa. Seductores riffs de los metales en rescate del tema melódico. Ostentación instrumental del arpa y de la viola.

Marcha de los peregrinos que cantan la plegaria vespertina: expedición rítmica con lenitivos acuses de vals. Sosegadas enunciaciones. Breves y sugerentes hálitos de los metales. Alientos que suscriben seductores fragores desde discontinuos apuntes tímbricos. Sostenido solo de la viola. Arpa que anticipa los ángulos del silencio.

Serenata de un montañés en los Abruzos: proemio de encantador motivo armonioso. Progresivo seguimiento de las cuerdas hasta la entrada de la viola en afanoso espíritu byroniano. Orgía de los bandidos; recuerdo de escena precedentes: fragores de los metales, cuerdas en resplandores galopantes. Empalmes de silencios y retumbos. Apoteosis final de borrascosa sonoridad orquestal.

“El día despierta corrido un espacio de su sitio. / Y yo despierto entonces dos espacios corrido, / es del día y el de mi pensamiento. // Hay corazones que no están en el pecho. / Uno de ellos suma esos dos espacios / y cultiva allí su salvación”: suscribe Juarroz. Yo me salvaguardo penetrando en las espesuras de Berlioz.

Triples Concierto / Beethoven
Triples Concierto / Beethoven
  • Artista: Filarmónica de Berlín
  • Género: Concierto
  • Sello: Grammophon