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Carlos Olivares Baró

Ellas escriben / 2

LAS CLAVES

Carlos Olivares Baró
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Sigo releyendo por estos días de las jornadas #8M libros escritos por mujeres. Me detengo en sus tonalidades, subrayo pasajes que en primeras lecturas no había tomado en cuenta. Algunos apuntes hechos al margen, hoy los veo innecesarios. Muchas de las preguntas acotadas están sustentadas por la curiosidad, las veo y evoco esos años juveniles de ávida lectura febril: todo lo quería saber. No existía Google, todo se consultaba en diccionarios y enciclopedias bajo el ojo policiaco de los bibliotecarios. Vuelvo a los folios suscritos por féminas: el asombro sigue latente.

Poemas. Emily Dickinson. La descubrí en los años 70 por Reinaldo Arenas, quien me introdujo en su inquietante universo. El encierro voluntario (¿?) y la falta de contacto con lo exterior la llevaron a suscribir una poética de íntima enunciación en tránsito por el vacío y los silencios. Escribió sin pausa con ternura y piedad. Sabía que “el navegante no puede ver el norte; pero, la brújula, sí”. Filoso verbo en las radas del abismo. Frágil y solitaria, seductora y oscura. Vida y ficción entrecruzadas. Me cobijan estos versos: “O bien la Oscuridad se altera— / O algo en la vista / Se adapta a la Noche cerrada—/ Y la Vida camina casi recta”. Desanda en Amherst una marejada fugitiva como un eco: “El alma tiene momentos de Huida—/Cuando violentando todas las puertas—/ Baila como un Cohete, escapa, / Y se columpia sobre las Horas”.

Antología poética. Fina García Marruz. El tiempo y los regresos. Los silencios. Los parques. Latidos y visitaciones. Luces en brasas: la siesta cubre inmensa, mínima y total, a Fina García Marruz. Corretean los muchachos en los acantilados: Fina sonríe en los labios del pez que cauteloso huye del anzuelo y la mascada. / El tiempo se detiene de sus encadenados volteos y Fina deshoja un clavel en la tranquera de la noche. Ella trenza con mordedura salina la adolescencia derramada: Fina ha sido dueña de todos los delirios de la Isla, ha tocado el rostro murmurante de todas sus lloviznas.

Fina ha visitado todos los parques de la Ciudad. / Fina enaltece las estancias, repasa la danza perpetua de la ternura, conoce de memoria los puntos cardinales de La Habana. Le “encanta ver cuando la tarde cae / arder en breve fuego” las turbias miserias del deseo. / Vive enarbolando un vuelo por los enigmas. “No me hable de mí que hartazgo tanto / no soporta mi poca luz vencida”, advierte sigilosa Fina en soledad de tiempo ido, retornando a la casa de la infancia.

Resonancias. Clara Janés. Cántico, verbo, fulgor: la sorpresa habita las zonas de la niñez y los sucesos del inicio se vinculan con los enigmas de la aventurada vida. Buscar “El sol secreto de la oscuridad”, ha sido el mayor empeño de Janés a través de un habla de “Sal ondulada que se torna flor. /Flor desmayada que en la arena es sombra”. Leo a Clara Janés: la única opción que tengo es amarla, canto con ella —zozobro con ella en ríos de sueños—: los instantes se untan de añiles, la estación asciende liando a las aves del preludio: retumbos de pájaros hambrientos de resplandor.

Tres poetas de impetuoso y a la vez sosegado aullido: revientan las estaciones en sus voces: la luminosa aurora: un presagio: una anunciación.

Poemas
Poemas
  • Autor: Emily Dickinson
  • Editorial: Alianza