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Francesca

LAS CLAVES

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Todavía estábamos con el pañuelo humedecido por los lamentos tras la muerte del narrador y ensayista Álvaro Uribe, el miércoles pasado, 2 de marzo, cuando otro garrotazo punzó la mañana del jueves 3 de marzo, para avisar del fallecimiento de Francesca Gargallo di Castel Lentini Celentani (Roma, 25 de noviembre, 1956 - Ciudad de México, 3 de marzo, 2022). Recuerdo, Francesca, aquella vez que supe de tu nombre completo: el apellido Celentani, yo a propósito lo barajé con ‘Calentini’: me miraste y nos reímos juntos. “Carlos, no confundas, ¡eres tremendo!”, me dijiste con ese acento siciliano que tanto me gustaba.

Han manifestado muchas cosas de ti en estos días, hasta un minuto de aplausos te dieron en la Cámara de Diputados. Yo quiero recordarte con esa risa grande y esos gestos compasivos de cuando salíamos a comer tacos a Chapultepec después de las clases que impartíamos en aquella escuelita de Prado Norte, semilla de lo que es hoy la Casa Lamm. Te advierto vestida de verde caminando junto a mí por el Parque México. Te veo Francesca, en la algarabía de la noche: ¿te acuerdas?, en la Plaza Garibaldi entonando canciones de José Alfredo.

Me enseñaste a leer a Pavese. Me regalaste los índices secretos de Pasolini. Yo te decía que Italo Calvino era un escritor cubano porque había nacido en una comarca cerca de La Habana, Santiago de las Vegas: “Ustedes, los cubanos quieren ser protagonistas de todo, no tienen remedio...”, me impugnaba. Pero, contigo me adentré con rigor por libros determinantes en mi vida: Por último, el cuervo, Las dos mitades del Vizconde, El Barón rampante, El sendero de los nidos de araña, Las ciudades invisibles... Leíamos con la complicidad de un tinto a Giorgio Manganelli, a Dino Buzzati y a la poeta Alda Merini. Evoco como entonabas con ánimo napolitano esos versos de la Merini: “Este anhelo mío de amor / alto y funesto. / Este anhelo /siempre a la fiesta presto...”.

Portada Marcha SecaFoto: Especial

Ahora tomo del librero tu novela Calla mi amor que vivo (1990), donde la protagonista Lucia no sucumbe y abandona a la gente que no la entiende en su obstinada mudez, hasta que renuncia a la tierra siciliana y llega a Oaxaca para ser sirvienta de una señora tehuana. Relato tierno, pródigo y divertido escrito en un castellano perfecto. Siempre asocié los avatares de Lucía con tus circunstancias. Me detengo en Marcha seca (1999), para mí tu mejor novela: “Lo vemos de noche, lo olemos de día, ahí, constante y lento, mientras avanza sobre el rastrojo de las milpas y los magueyes sediento se abrasan un instante a su paso”, primeras líneas de una fábula enclavada en una sequía en la Sierra Madre Occidental donde la cordillera sucumbe ante la aridez y el tiempo abona una posible salvación.

Te voy a extrañar. Tuve que regalarte la Poesía de Lezama Lima cuando vi el derrame de amores que desplegaste cuando te leí los versos del autor de Paradiso. Tenía que hacerlo: me quedé sin la edición cubana, un volumen firmado por Lezama. Cada vez que te veía te preguntaba por el libro: “Lo tengo en buen sitio, lo cuido mucho y más que todo, lo leo con fervor”, me respondías. Ay, Francesca qué triste todo esto. Qué pavorosa será tu ausencia. Quiero recordarte bailando timba en Mama Rumba con tus contoneos sicilianos en diálogos con el tumbao cubano. Ay, Francesca, cómo aprendí de ti. Cómo aprendimos juntos. Cómo te vi crecer y convertirte en una respetada investigadora y académica.

Meses antes de la pandemia nos encontramos en un bailongo y conocí a tu hija Helena: hermosa jovencita, quien me beso con ternura en el rostro: yo se lo devolví con un beso en la frente. La miré a los ojos. No he podido olvidar el candil de sus pupilas. La última vez que coincidimos, presentamos un libro de Rosita Nissan. Tu exposición: impecable, rigurosa, inteligente y afectiva. A Rosita se le salieron las lágrimas. En mi turno poco dije, ya tú lo había dicho todo.

¡Pinche muerte! ¡Pinche Príncipe Cáncer! Fuiste “el ganglio más hermoso del cáncer”: escribió Sabines. Tu delito de vida fue tu voluntad de amor. Francesca Gargallo: mujer que eternamente creyó en el tiempo polícromo de las turbaciones. Ay, Francesca, veo en todo esto el gemido de tu nacimiento, tu voracidad de la forma en que estás en la vida. ¡Ay, Francesca!: qué carajo hago escribiendo estas líneas; mejor leo a Cesare Pavese: “Eres la vida y la muerte. / Has venido en marzo a esta tierra desnuda / tu temblor permanece”.

Francesca GargalloFoto: Especial

Calla mi amor que vivo / Marcha seca

  • Autor: Francesca Gargallo

  • Género: Novela

  • Editorial: ERA
Portada Calla Mi AmorFoto: Especial