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Carlos Olivares Baró

Maurice Ravel y Luciano Berio

LAS CLAVES

Carlos Olivares Baró 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

El otoño es nostálgico: ¿quién lo niega? ¿Han visto la tristeza de los árboles mientras se deshojan? ¿Han sentido el siseo de la floresta afrontando la añoranza de la primavera? Me asomo a la ventana: el soto que tengo a unos metros de distancia está deshecho. Las hojuelas amarillentas en la cuneta de la calle esperan al barrendero. Frente a ese despaisaje me refugio en la música. Quiero compartir con los tres o cuatro lectores de estas Claves: la selección de este penúltimo viernes de octubre: decido revisitar el cosmos del francés Maurice Ravel (1875 – 1937) y del italiano Luciano Berio (1925 – 2003).

Concierto para piano y orquesta en sol mayor (Allegramente, Adagio Assai, Presto), Valses nobles y sentimentales (Moderado, Bastante lento, Moderado, Casi lento, Bastante vivo, Epilogo), Bolero, de Maurice Ravel; y Cuatro versiones sobre ‘La ronda nocturna de Madrid’ de Boccherini”, de Luciano Berio.

Comienzo la ronda con Concierto para piano y orquesta: la pianista mexicana Silvia Navarrete asume el reto con iniciales escaladas de notas e interludio magistral de piano solo y cuerdas explayadas en un allegro de solazada distribución melódica/armónica. Adagio assai de sutiles apuntes y lenitiva plasticidad desde motivo melódico íntimo y contrapunteo de flauta y cuerdas. Concertina precisa en clústeres de mansas y dulces enunciaciones en el nocturno. El solo del corno inglés, gallardo: Navarrete sabe relegarse en fluidas y virtuosas líneas de “fusas” (silencio y ronroneo).

Presto de frondosa sonoridad y efectos de los alientos en diálogo con las percusiones. Conclusión de ligero y transparente halo vital. Espiritualidad que nos remite a Mozart, Stravinski (citas de Pretrushka) y Gershwin. Retumbos barrocos y ciertas consonancias jazzísticas (Allegramente, Presto) de un Ravel en total avenencia impresionista (primer movimiento) y exposición de atractivas cadenzas en un Adagio de vigorosa manifestación contemplativa. Los arpegios dibujados por Navarrete, sencillamente espléndidos.

Leo a la poeta mexicana Elisa Díaz Castelo: “Yo cabalgaba hasta adelante / enumerando los nombre de las plantas: / reino, clase, orden y familia. / Especie. No sólo el curri y la pimienta. /El eneldo también. El azafrán, la albahaca. / Y sigo aquí, rocío los guisos / con vino blanco, cada vez / que enciendo el horno intento / no incendiar la casa” (Del libro Proyecto Manhattan). Estoy preparándome un arroz con pollo a la chorrera: recuerdo a mi madre, evoco su presencia en la fragancia del laurel.

Cuatro versiones sobre ‘La ronda nocturna de Madrid’ de Boccherini”: redoble que avanza, pizzicato de los cellos, cadenza de las cuerdas, clarinete que anuncia el motivo melódico, seguidilla, ostinato de progresivo acoso. Boccherini en las sinuosidades de la música española y Berio en traslación modernizada de sus consonancias desde sugestiva configuración orquestal: “Extrapolación” como bien apunta Brennan. Silencio que se empina hasta un cúmulo orquestal de sonoridad dilatada para regresar de nuevo al silencio.

Ocho minutos de “caracoles armónicos”: curvatura/eco de absoluta belleza pendular. La lejanía se hace presencia cuando toda la orquesta se derrama; la sordina susurra el retiro cuando toda la orquesta se silencia en el tiempo.

Valses nobles y sentimentales: Franz Schubert (1797 – 1828) en el ánimo de Ravel. Ciertos reflujos de Satie en los designios instrumentales. Singulares recreaciones de una filarmónica briosa. Quince minutos en los que se olfatean algunos resquicios de habanera, minueto, sonatina y Toccata. Franjas de pavana y engallas tradicionales.

Bolero: fascinante pieza que compuso Ravel en 1928 para la bailarina Ida Rubinstein, emblema de la música de concierto del siglo XX que sigue llenando los auditorios en los que se presenta. “Simple estudio de orquestación”, según Ravel, que ocupa los primeros lugares de derechos autorales en la clasificación anual de la Sociedad de Autores y Editores de Música. Bolero: “danza en movimiento muy moderado y constantemente uniforme tanto por la melodía como por la armonía y el ritmo” (Ravel).

“¡Qué ruido tan bello!”, gritó un melómano el día del estreno: 22 de noviembre de 1928, Ópera de Garnier, París. Incitante invitación erótica de signos percutivos entrecruzados por un crescendo orquestal de turbulenta belleza. Diligente discurso y precisa concepción del tempo: “No tan lento como para volverlo insoportablemente pesado, ni tan rápido como para que pierda su sensualidad y sus tintes eróticos”, como aconsejaba el director de orquesta Eduardo Mata.

“Ni el amable frescor de sus manos, / Ni la sombra temblorosa de los tilos, / Ni aquel distante y levísimo rumor / De las palabras, el último consuelo”: Anna Ajmátova. (De Réquiem). El perfume del comino de mi arroz con pollo a la chorrera y mi madre me mira en la adivinanza de la soledad; pero: la música, el último consuelo.

Valses nobles y sentimentales / Ravel
Valses nobles y sentimentales / Ravel
  • Artista: Eric & Tania Heidsieck
  • Género: Orquestal 
  • Disquera: ERATO