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Daniel Alonso

Fábrica de pesadillas

ARQUETIPO FUTBOL

Daniel Alonso
Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

La vida encuentra formas de burlarse de nosotros, son ironías con las que de vez en cuando tropezamos. Y eso, precisamente le sucedió el pasado domingo en el Azteca a la Comisión de Selecciones Nacionales, a Televisa, a la Federación Mexicana, a los jugadores y de pilón, al propio Diego Cocca (tal vez el menos culpable) en el muy amargo debut del “nuevo Tri” jugando en casa. Si los directivos buscaban reconciliarse con la afición, el efecto fue totalmente contrario.

El plan maestro no era malo. Después del gran fracaso de la Selección Mexicana en Qatar y de que el futbol mexicano atraviesa su crisis más grande desde los tiempos de los cachirules, la gente que maneja los hilos del Tri pensó que llenar el Azteca ante la débil Jamaica, lo que en el papel era un triunfo casi seguro, ayudaría a esconder el cochambre bajo la alfombra. Y a unos días del partido, todo marchaba como lo esperado.

La gente, a pesar de lo que sucedió en el Mundial, rápido respondió al llamado de auxilio; porque no cabe duda que el mexicano es masoquista. Durante los últimos años ver a México en el Azteca se transformó en un lujo. Los tickets más baratos, aquellos en los que sólo ves pequeñas hormigas corriendo sobre el césped, rondan los 500 o 600 pesos; los lugares en donde ya se ve el futbol de manera decente, arriba de los 1,500 pesos y hay que sumar los refrescos, cervezas, pizzas y papas. ¿Los precios se adecuan con relación al rival? Para nada, no importa si el rival es Honduras o Brasil, Ticketmaster arrasa parejo.

Bajo este sistema, fueron desplazando a la televisión a los aficionados que sus ingresos no cubren un partido de México como local. No es casualidad que desde hace tiempo el Azteca no luce los grandes llenos de los noventa. Y a pesar de ello, de ser exiliados, los aficionados aprovecharon los precios de ganga: 120 pesitos la entrada más barata. Ésa fue la razón por lo que la gente acudió el domingo bajo la lluvia al Coloso de Santa Úrsula, por qué quién sabe cuándo, los precios vuelvan a ser tan accesibles.

La segunda parte del plan macabro era alinear a los mismos protagonistas que sucumbieron en tierras árabes y bañarlos de gloria ante su público. Por ese motivo el cuadro alternativo viajó a Surinam para que la noche estelar fueran los “titulares” quienes consiguieran la expiación de pecados en tierras mexicanas. Me aferro a creer que esta idea fue orquestada por los mismos que pusieron los precios de la taquilla y no por Diego Cocca, pero no con ello hay que eximirlo del desastre, finalmente él estuvo de acuerdo.

Y la culminación era golear a los pobres jamaiquinos. Ahí reventó el plan y todo se derrumbó. El resultado y el escenario permitieron a la gente a reprochar, lo que durante años le ha gritado solamente a la pantalla de la televisión. Y ahora, los que cobran del canal de Las Estrellas, reprochan indignados a la afición, que cómo se atreven a abuchear a Guillermo Ochoa, que no merecen ser considerados como verdaderos aficionados.

Ni el homenaje a Chabelo ayudó a calmar el estado de ánimo del respetable, y cómo hacerlo, si durante años la “fábrica de sueños”, dueña del balompié mexicano, se ha encargado de estafar a la afición y al futbol en su totalidad. Los abucheos del domingo es lo más auténtico que le ha sucedido al Tri en mucho tiempo.